sábado. 27.04.2024

Maestro es un biopic dedicado al compositor y director de orquesta Leonard Bernstein, dirigido y protagonizado en su papel principal por Bradley Cooper, y producido por Martin Scorsese y Steven Spielberg entre otros. Prevengo de antemano que tal vez se decepcionen quienes esperen encontrar una crítica cinematográfica al uso en este artículo, pues para nada soy experto en estas lides. Igualmente advierto que no es mi intención calificar negativamente el film a pesar de que mi postura es desfavorable en varios aspectos, no sólo como espectador sino también por mi condición de entusiasta melómano. 

Cada vez con más frecuencia se producen largometrajes diseñados desde su gestación con el único objetivo de obtener uno o varios óscares, y de todos los géneros, tal vez el biopic sea uno de los favoritos de la Academia. Una matización: si bien no considero censurable la aspiración a competir y ganar, sí que lo valoro como tal cuando el cineasta se siente coartado en su libertad creativa por tener que someterse a la imposición de pautas comerciales opuestas a su criterio artístico. 

Mi primer descontento mientras visionaba el film fue constatar que la genialidad artística del protagonista quedaba relegada a un deshonroso segundo plano

Maestro es un largometraje hecho a medida para conseguir premios, y tal vez fuera esta la causa de mi decepción al constatar que el núcleo de la trama se centraba en la intrincada relación sentimental de Leonard Bernstein con su esposa Felicia Montealegre, relegándose a un segundo plano la carrera musical de quien probablemente sea el más importante compositor y director de música clásica estadounidense de todos los tiempos. Mi primer descontento mientras visionaba el film fue constatar que la genialidad artística del protagonista quedaba relegada a un deshonroso segundo plano, o lo que es aún peor, a un mero aditamento contextual de un film que podría haber sido sublime.

Si bien en la película se muestra al ser humano que coexiste con el músico, se resaltan los obstáculos que tuvo que sortear debido a su bisexualidad, y sobre todo se incide en la conflictiva relación que el director mantenía con su esposa (excelente la interpretación de Carey Mulligan), ni estos ni otros aspectos son tratados en profundidad, y se le ofrecen al espectador a base de imprecisas pinceladas que no generan más que dudas al pretender entender un desenlace no llega a resolverse. Es por ello que conforme avanzaba la película fui experimentando una ansiosa impaciencia a la espera de que el argumento se centrara de una vez por todas en la personalidad del Leonard Bernstein músico en vez de quedar eclipsada por un abordaje a salto de mata que transitaba por inconexos vericuetos de su vida personal. 

Imagino lo arduo que debe ser para un director aunar lo íntimo y lo profesional de un personaje con tantos matices como Bernstein. También imagino que el director quiso cocinar un sofisticado y exquisito manjar aunando demasiados —e inconexos— ingredientes cuando el único, el primordial era la obra de un músico genial. Supongo que es por ello que como espectador me sentí desconcertado ante algunos recursos técnicos utilizados, y pondré solo un ejemplo como la proclividad a utilizar unas elipsis cuya finalidad no llegué a captar. 

Resulta incomprensible que en ningún momento de la película se mencione a Gustav Mahler ni tampoco haya una sola alusión la inmensa pasión que Bernstein sentía por él

Si el objetivo de los artífices de Maestro era homenajear a Leonard Bernstein, creo que no lo consiguieron. Me decepcionó la falta de reconocimiento profesional a un genio que la historia recordará como el paradigma de un director de orquesta, un compositor y un pedagogo que infundió la pasión por la música clásica entre los más jóvenes, (son célebres sus "Conciertos para Gente Joven" a través de un programa televisivo que se mantuvo en antena desde 1958 a 1972, y ganó cuatro premios Emmy). Bernstein es un ecléctico y versátil músico, abarcando estilos que van desde sus composiciones más abstractas, sus sinfonías, también música de clara influencia hebrea, una misa católica dedicada a la memoria de John F. Kennedy, y finalmente una exitosa contribución al género de los musicales genuinamente americanos. Este inmenso legado brilla por su ausencia en Maestro.

Como colofón a esta crítica, como ferviente admirador que soy de la obra musical de Gustav Mahler, y porque Leonard Bernstein rescató del olvido a este compositor difundiendo masivamente sus sinfonías a mediados del pasado siglo, primero en Norteamérica y luego en el resto del mundo, me resulta incomprensible que en ningún momento de la película se mencione a Gustav Mahler ni tampoco haya una sola alusión la inmensa pasión que Bernstein sentía por él. 

No obstante, y a pesar de las connotaciones negativas que he expuesto sobre Maestro, confieso que disfruté de la película, si no en su conjunto sí en algunas de sus escenas, sobre todo la que casi al final de la película consiguió trasladarme —virtualmente— a 1973 para disfrutar del último movimiento de la Sinfonía Resurrección de Gustav Mahler, con Leonard Bernstein dirigiendo a la London Symphony Orchestra en la Catedral de Ely en Cambridgeshire, Inglaterra, con las voces de Sheila Armstrong (soprano), Janet Baker (mezzo-soprano) y el Edinburgh Festival Chorus. 

En resumidas cuentas, reconozco que me invade la contradictoria sensación de haber visionado dos películas a la vez: la que seguramente ganará varios óscares y la que me habría gustado ver, esa en la que el protagonista, además de la música, hubiera sido el Bernstein director, compositor y pedagogo. Cuando vea por segunda vez Maestro, fantasearé y me limitaré a disfrutar de la segunda, procurando que no me distraigan las estratagemas que emplea la industria cinematográfica para hacer taquilla. 

Maestro, la película que me gustaría haber visto