domingo. 28.04.2024
Rafael Soler

Entrevista | RECAREDO VEREDAS

Narrador y poeta, además de ingeniero y sociólogo, Rafael Soler es una de las personalidades más peculiares e interesantes de nuestras letras. Su obra se extiende durante las últimas décadas y es testigo de los cambios políticos y sociales de España. Con ocasión de la reedición en un solo volumen, bajo el título Dos novelas de la transición, de sus dos obras narrativas de la década de los ochenta,. El grito y El corazón del lobo, responde a las preguntas de Nuevatribuna.

¿Por qué escribes?

¡La pregunta del millón! Si dejamos que conteste el poeta acudiría a estos versos del poema “Toma buena nota, y calla”, en mi libro Acido almíbar: “Escribo / porque cuerdo de atar estoy que vivo / y soy apenas lo que he sido / el otro que en silencio habla // y al que escucho cuando escucho sorprendido".. Y si pedimos que conteste el narrador te diría que escribo por imperiosa necesidad desde que tengo recuerdo. Los lectores somos siempre escritores en expectativa de destino, y nada más grato que escucharte escribiendo para que los demás te escuchen. Siempre he dicho que escribo para que me quieran, y aprovecho ahora para matizar: escribo porque disfruto mucho haciéndolo, y sí, publico para quererme y que me quieran.

Sorprende cómo mantienes la tensión y la coherencia de la trama aunque seas un autor experimental. ¿Te consideras realista o vanguardista?

En una entrevista para ABC con Pilar Trenas, a propósito del lanzamiento de “El corazón del lobo”, afirmé con la osadía del recién llegado que la novela no debe plantearse como un producto de marketing. Ha llovido mucho desde entonces, más de cuarenta años, y sigo pensando lo mismo. Toda novela se debe únicamente a las obsesiones y al mundo de su autor, a su particular voz y mirada, y todo vale si abordas su escritura con vocación de riesgo. Considero que estas dos novelas responden a estas premisas, y algo tendrán de realistas si nos permiten asomarnos a los años de nuestra Transición, cuando todo estaba por venir. ¿Vanguardistas? Así han sido consideradas por algunos, quizá porque hay en ellas un decidido interés por contar todo de otra forma, un desafío habitual en aquellos años y que tenía riesgos evidentes.

Los lectores somos siempre escritores en expectativa de destino, y nada más grato que escucharte escribiendo para que los demás te escuchen

Tu gran habilidad al enlazar voces muy distintas. ¿Cómo lo consigues?

Cuando tienes personajes bien zurrados por la vida, cada uno en su encrucijada y todos con esa saludable inquietud que deja lo que pudo ser y no fue, basta con apartarse un poco y dejarles hablar, que se atropellen, que nos cuenten lo suyo, que pidan voz y vez según avanza la historia. Hay secundarios que, si te descuidas, toman un protagonismo inesperado, y suman, y dan consistencia a lo que quieres contar. Nada más doloroso que acercarte al final, y ver cómo se despiden, cómo cierran su peripecia, y el que no tenga sitio que levante la mano.

¿Si no hubieras sido tan literario hubieras conseguido más lectores?

¡Ay, los lectores, ese premio, y esa condena! Soy de los que piensan que no hay que abordar la escritura de una novela pensando en sus posibles lectores, y su acogida con castañuelas o su indiferencia a lo escrito. Escribir con libertad es el secreto, y ya vendrá la publicación si es el caso, y ya vendrán los lectores si es que llegan.

 La prologuista destaca como temas centrales el amor y la amenaza de perderlo. ¿Estás de acuerdo?

Elvire Gómez-Vidal es buena conocedora de mi obra, apostó con entusiasmo por la edición reunida de estas dos novelas cortas, y su prólogo descubre aspectos y enfoques que yo ignoraba, y que son esenciales para su lectura tantos años después de su primera publicación. Un novelista se debe a sus obsesiones, y coincido con Elvire: el amor y la amenaza de perderlo son esenciales en estas dos historias de parejas que intentan sobrevivir al naufragio de sus ilusiones. El amor, asunto central, siempre en riesgo por la incomunicación y el tedio. Ahí, todo.

¿Cómo ha cambiado el modelo de hombre desde que escribiste estas novelas?

Otros tiempos, otras costumbres, otros paradigmas. Estamos en una transición a mejor, y tiempo habrá para descubrirlo si los años permiten. De momento, el hombre y su modelo, si así podemos decirlo, están en un lugar muy distinto al de los años 70 / 80. Percibo, como sociólogo, un cierto estado de desconcierto en los varones bien intencionados, acompañado por el deseo de ocupar con acierto el nuevo espacio que tienen asignado.

Estamos en una transición a mejor, y tiempo habrá para descubrirlo si los años permiten

¿Cuáles son tus influencias? Veo las vanguardias, la posmodernidad…

Vengo de Cortázar, de Rulfo, de Ferlosio, de Manuel Puig, de Delibes. Y también de Vallejo y Claudio Rodríguez. Ellos me siguen acompañando,

¿Ha habido en las nuevas generaciones una pérdida en el dominio del lenguaje? Ya no es el mismo que muestran estas novelas.

Absolutamente sí. Estamos en una encrucijada, y la supremacía de lo visual sobre lo escrito muestra ya efectos indeseables que se veían venir, y que irán a más en los próximos años. ¿El remedio? Fomentar la lectura, por no haber otra, y un pacto de Estado para ordenar un programa educativo a veinte años, que recoja propuestas de los educadores a pie de obra. Es la gran asignatura pendiente de nuestra democracia, y ya toca. El lenguaje es nuestra patria, una obviedad que debería estar tallada a cuchillo en las agendas de quienes nos gobiernan con otras prioridades de muy corto vuelo.

¿Reescribes mucho para conseguir tal pericia técnica?

El tallado de un texto es tan importante como su primera redacción. No descubro nada si digo que convivir con lo escrito el tiempo que sea necesario ayuda. Hay párrafos, capítulos, versos, que llegaron como una visitación, y entonces ni tocarlos. Pero no siempre es así, y dejar dormir lo escrito sirve para coger perspectiva antes de pasarlos a la carpeta de fracasos consentidos, si es el caso, o volver sobre ellos para cambio de atrezzo o vestuario. Escribo mucho, pacto treguas de no agresión, cambio de caladeros, vuelvo a las andadas, y así hasta que la criatura dice déjame, estoy lista, y para qué.

¿Te consideras más narrador o poeta?

Soy un poeta que también escribe novelas. De momento, empate a seis. Narrador y poeta se llevan bien, cada uno a lo suyo cuando inspiración y ganas vienen.

¿En qué estás trabajando?

Siempre tengo algo en la nevera: historias que piden un protagonista cinco tenedores, personajes que merecen una historia mejor. Ahora estoy a la caza, pero no sé muy bien de qué. Cuando un dentista se afeita por la mañana sabe que está afeitando a un dentista. Los escritores que no llevamos barba nos afeitamos con la misma aplicación, y sin título reconocido pues día que no escribes pájaro que vuela.

¿Por qué te has comprometido tanto con el proyecto de ACE?

Tuve relación de fraternal amistad con nuestro fundador Ángel María de Lera, muy buena gente y un visionario. Estoy en la Casa desde finales de los setenta, y aquí sigo, con vocación de servicio y ganas de ayudar. Una asociación de escritores es casi un oxímoron, porque una asociación pretende la unión de individuos con un fin determinado, y los escritores somos más de ir a nuestra bola. Mucho hemos logrado al estar juntos, y mucho queda por hacer, empezando por lograr más presencia de los jóvenes.


 

Recaredo Veredas es escritor y crítico literario

Recaredo Veredas. Escritor y crítico literario.

"Escribir con libertad es el secreto": entrevista a Rafael Soler sobre su 'Dos novelas...