sábado. 27.04.2024
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Carlos Lechuga. (Fotos: Recadero Veredas)

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Entrevista | RECAREDO VEREDAS 

Hay cientos de narraciones sobre la revolución cubana y sus consecuencias, sobre Castro y los motivos del exilio, pero “Esta es tu casa, Fidel” (Deconatus, 2024) es distinta. Lo es porque el autor narra desde un supuesto privilegio: el que le suponía ser nieto de uno de los principales diplomáticos del régimen. Tal condición le permitía disfrutar de una buena casa, pero no le eximía del hambre ni de la represión. “Esta es tu casa, Fidel” también habla sobre los lugares ocultos de la familia y sobre lo difícil que es mantener el carácter en una dictadura. Estas son sus palabras. 

Recaredo Veredas | ¿Tu libro trata sobre la creación de una identidad?

Carlos Lechuga | Se podría considerar así, pero también trata sobre cómo, durante toda la vida, uno se está redefiniendo. Puedes pasar 39 años comiendo los domingos con tus tíos, con tus abuelos y a los 40 años recibes un email que reconfigura totalmente todo lo que sabías previamente. Creo que tiene que ver con la libertad, pero también con la flexibilidad. Puede estar hoy en un lado, mañana en otro. Hoy puedes pensar de una manera y al día siguiente de una forma distinta.

En estas páginas también hablas sobre la dignidad. El protagonista tiene, desde muy temprana edad, una mirada sobre la realidad y la mantiene pase lo que pase.

A veces en Cuba es muy difícil vivir con dignidad. Soy director de cine desde 2005 y he tratado siempre de desentrañar la realidad cubana, de entender qué le pasa a uno cuando vive en un sistema como el cubano. Lo hago de una manera natural, para entenderme a mí mismo y para entender a la gente que me rodea.

El libro es un homenaje a las mujeres cubanas, a las madres que siempre han tenido que poner un plato, comida en la mesa

Cuando dices la palabra dignidad, recuerdo que ayer mismo por la noche, por ejemplo, dos ciudades de Cuba estaban en la calle y lo que estaban pidiendo era comida y electricidad. Se escuchaban algunas proclamas de libertad, pero lo que se pedía era comida y y corriente eléctrica. Si a lo largo de los años no tienes lo elemental resulta muy difícil ser digno. Por ejemplo, al mismo Fidel Castro se le ocurrió cambiar todas las neveras de los cubanos porque se consumía mucha energía. Entonces si tenías una nevera que era un recuerdo o de mejor marca la tenías que cambiar. Uno trata de vivir con dignidad, pero siempre la maquinaria de un sistema trata de llevarte al otro lado. Lo más importante para el régimen no es el individuo ni la dignidad humana. Lo más importante es defender el proceso.

El libro es un homenaje a las mujeres cubanas, a las madres que siempre han tenido que poner un plato, comida en la mesa, en un proceso que ha sido llevado por hombres, con un pensamiento ante todo machista.

Aparece bastante García Márquez y vemos la dicotomía entre un escritor muy reconocido, y con una gran obra, que, sin embargo, ha mantenido una actitud muy discutible frente a lo que ocurría en Cuba. ¿Puedes apreciar al día de hoy la valía artística de García Márquez o tu opinión está trastocada por lo que viviste?

En el libro trato de ahondar en los grises. Eso puede jugar en su contra. Me explico: cuando se habla de Cuba siempre aparecen los extremos, siempre es blanco y negro. Odio a Cuba, adoro a Cuba. Lo que quiero es tomar de la mano al lector, sentarle en el sofá y decirle, mira, esto es lo que yo vi. La mía es solo una historia. No es la única. Hay un montón más. Entonces, en esos grises, ocurre que una persona como García Márquez, a quien tú admiras tanto, alguien con tanta luz, de quien me acuerdo con cariño, podía tener sombras. Sé que muchas ocasiones intervino para mediar con presos políticos, pero al mismo tiempo la amistad que tenía con Fidel o sus privilegios le nublaban la vista para ver otras cosas. Casi no se reunía con escritores en Cuba. Se reunía con cineastas y con políticos, pero con escritores no.

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Tu abuelo es un personaje fundamental en la obra. Hay un paralelismo, un tanto psicoanalítico, entre el abuelo y Fidel.

Lo mismo que hacía Fidel con los cubanos, se podía llevar a cada familia. Entonces, si yo tuviera que escoger un Fidel en mi familia era mi abuelo. Creo que el mayor logro malvado de Fidel Castro fue la separación de la familia. Porque si usted tiene que cuidar el carnet de partido y puede perder el trabajo y su hija es homosexual o es creyente, eso se tiene que tapar. O sea, va a haber una brecha de comunicación ahí y surgen rencores y dolores.

Pese a ser una familia acomodada, lo pasasteis fatal.

En Cuba, que una familia acomodada estuviera cerca del gobierno no significaba que el resto de la familia tenga el mismo confort. Por ejemplo, yo tenía ciertos privilegios por ser el nieto de mi abuelo, pero al mismo tiempo, si la ley del país obligaba a cortes eléctricos, los sufría todo el país. Solo se libraban Fidel y tres o cuatro familias de comandantes. Tuve ciertos privilegios, por ejemplo vivía en un buen barrio, pero se pasaba mal porque el país entero lo estaba pasando mal, porque había un proyecto económico que era un fracaso.

¿Cuál es el motivo real del de la represión de la homosexualidad? ¿Por qué creían que representaba tanto peligro?

La homosexualidad se oponía completamente a la construcción del hombre nuevo, que era el sueño de Fidel. Era un hombre con una familia clásica, que pudiera trabajar en el campo y acatara las órdenes que dictara. Pero no afectaba solamente a los homosexuales, también a las personas que se dejaban el pelo largo, a los hippies. Los Beatles estuvieron prohibidos en Cuba. Cuando ibas con un disco de los Beatles debajo del brazo, tenías que llevarlo en otra funda y escucharlo bajito. Fidel no es una persona a quien, por ejemplo, le interesara el dinero, solo le interesaba la historia.

Lo decía la frase más famosa suya la historia me absolverá.

El hermano era quien se ocupaba de organizar el país como si fuera una granja. Lo aprendieron del padre, que era gallego. Todo lo que viniera de Estados Unidos estaba mal. Creaba divisionismo ideológico. Entonces, si alguien llegaba con una melena, hablando de algunos escritores americanos o de música, eso era divisionismo ideológico. Durante toda mi infancia vi mucho cine soviético, mucho cine europeo. Godard, Rohmer… porque no entraban las películas norteamericanas a Cuba. Eso era divisionismo ideológico. No ocurría solo con los homosexuales, también pasaba si tenías alguna creencia o si tenía alguna religión. El único Dios que podía verse ahí era Fidel y el hombre nuevo estaba alejado de todas esas aberraciones.

El tono de la novela empieza siendo una farsa, pero pronto pierde la ironía. pronto se va haciendo más dramático. ¿Cómo construiste ese cambio?

Hubo un momento en que creí que mis películas, más allá de que fueran críticas contra el sistema, podían cambiar algo

Tiene que ver con mi propia historia. Hubo un momento en que creí que mis películas, más allá de que fueran críticas contra el sistema, podían cambiar algo dentro de Cuba. Aunque el libro empiece, como tú dices, con farsa, yo realmente fui un niño pionero. Durante la revisión del pasado aparece el sabor amargo de que sé, con certeza, lo que pasó en ese momento. En esa sinceridad, en esa apertura, se me va el tono. He tenido amigos que han dicho “ahí me sacó hasta una carcajada”. Toda esa inocencia, toda esa farsa, todo ese juego, se va perdiendo mientras crezco y voy descubriendo cosas, o el propio sistema me está haciendo cosas a mí. O sea, me he ido endureciendo y he perdido sentido del humor.

Se aprecia la inevitabilidad de las élites, cómo unas se sustituyen a otras. Incluso hay gente que supongo que se las arreglaría para continuar.

Claro, pero imagínate, era imposible creer otra cosa. En Cuba hubo una revolución para muchas personas, pero para otras no ocurrió nada. Estaban bien con el gobierno anterior, se montaron en el caballo y mantuvieron el nivel de vida, más allá de que estuvieran prohibida las maneras burguesas. Fue muy duro ver cómo generales históricos, de los que defendían el proceso, se compraban camisas de 100 € en un momento donde 100 € en Cuba eran imposibles, incluso estaba prohibida esa compra. No sé si era por el pasado o por los viajes, pero seguían manteniendo los mismos gustos exquisitos que el gobierno anterior. Lo que pasa es que no había internet y el pueblo no se enteraba. Por ejemplo pasó mucho tiempo sin que la gente supiera quiénes eran los hijos de Fidel y dónde vivía Fidel.

Unos de los hijos de Fidel tuvo un destino muy difícil, ¿no?

Compartí salón con varias veces con Fidel Castro Díaz-Balart. Era hijo de la primera esposa de Fidel. Ese muchacho tenía unos primos en Estados Unidos que casualmente son anticastristas. Era una familia con poder. Tenía una formación considerable, era físico nuclear. Se parecía mucho a Fidel, aunque fuera un poco más robusto. Todo el tiempo estuvo bajo la sombra y esperando que, en algún momento, le pasaran el balón del poder. Creo que sufrió mucho porque ese cambio nunca ocurrió. La viuda de Fidel tuvo cinco hijos con Fidel y eran los preferidos, los que estaban en la casa principal. Y entonces este hombre poco a poco se fue haciendo un lado. Dice la leyenda urbana que Raúl Castro era el que más lo cuidaba porque era un hombre más familiar. Cuando murió Fidel cayó en una depresión terrible. Estuvo tratándose en un hospital militar de Cuba y se tiró por la ventana.

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Cuando estaban los rusos detrás parecía que la revolución funcionaba.  

Me hicieron esta pregunta hace poco, sobre todo centrada en la educación, la salud y el deporte. Si ves las cifras, hubo un momento en que, dentro de América Latina, Cuba era la que más medallas olímpicas y mejores deportistas tenía. El récord de salto de altura en España lo sigue teniendo Javier Sotomayor, que es un cubano. Había una escuela de medicina importante, con muchos médicos de gran calidad. Y lo mismo pasaba con la educación. Medio en chiste, medio en serio, la gente decía en aquel momento que Cuba era muy buena entre los cero y los 20 años, o sea, te enseñaban todo, pero después no lo podías desarrollar. Con la caída de la Unión Soviética todo fue deteriorándose. Entonces Cuba decidió que la manera de conseguir dinero era exportando esos médicos. Llegabas al hospital y no había casi médicos. Pero más allá de eso, el médico no tenía medios. La falta de medicamentos, sumada  a la ausencia de una posibilidad de presente y futuro digno, les afectó muchísimo. Había cirujanos o cardiólogos que llegaban a su trabajo en bicicleta después de no sé cuántos kilómetros porque no tenían ni para un transporte público. En aquel tiempo el mesero de un hotel cobraba más dinero. Era un caos. Entonces Fidel mandaba sembrar caña de azúcar y la gente se olvidaba de la ganadería, del café… Dirigía todo el país como si fuera una finca. Y eso trajo como consecuencia todo lo que pasa ahora, que es el nivel más bajo de conocimiento. Son unos ineptos los que están al mando. Heredaron todos los errores de Fidel y al mismo tiempo están en el poder porque han dicho que sí a todo. Porque si tú eras un experto y le decías “oye, esto no lo puedes hacer”, Fidel te echaba a un lado. Las personas que se han mantenido son quienes han dicho que sí a todo.

¿Qué supone el cine para ti? ¿Es una salida?

Como aparece en el libro, primero fue una ventana para escapar de la realidad, de una existencia que no podía organizar en mi mente. Sabía que algo no me cuadraba, no me sumaba. Fue también una herramienta que me servía para contar mi país, no sé si desde mi privilegio. Pertenezco a una nueva generación que, gracias al cine digital, pudo evitar algo la censura. Entonces fui descubriendo mi país a través del cine y contando las historias que me interesaban. Eran historias donde siempre las mujeres eran protagonistas. Vi que se pueden cambiar ciertas cosas. Pero pronto me di cuenta de que por el simple hecho de querer contar una historia, por querer contar una verdad, podía ser castigado severamente. Entonces te vas desencantando, incluso hasta con el cine. Desde que emigré, desde que vivo acá, lo que me ha ayudado más es escribir. O sea, tengo este libro, tengo una novela escrita. Me siento más realizado y en paz con mis demonios.

Pero te ha ido bien en el cine, has ganado premios como cineasta.

Todas mis películas las ha estrenado en grandes festivales, como San Sebastián o Toronto. Tengo dos películas en Filmin, que son accesibles aquí. También he ganado un premio en el Festival de Málaga. He tenido muy buen recorrido, pero el cine es un arte que depende de muchas personas. Entonces, cuando las cosas se complican, es mejor arreglárselas uno solo.

O sea, ahora mismo te consideras más escritor que cineasta.

Sí, porque los trabajos que recibo aquí de cine tienen que ver con guion, arreglando guiones, escribiendo argumentos para películas.

¿Tuviste claro desde el principio cuál era el punto de vista de la novela? ¿Dudaste si plantearte una tercera persona o algo así? El tono, el narrador. Desde el principio supiste cuál iba a ser.

Como vengo del cine, me siento como un turista en la literatura. Siempre me cuesta mucho escribir si no es en primera persona

Como vengo del cine, me siento como un turista en la literatura. Siempre me cuesta mucho escribir si no es en primera persona. En este libro hay muchas cosas que fueron casi lanzadas, vomitadas, porque hablo de mi propia familia, no puedes evitar la sensación de que estás traicionando algo, como si fueras parte de una mafia y lo estás revelando. Hubo un trabajo largo de reescritura. Y mientras estaba en esa labor me empezaron a llegar los archivos desclasificados de la CIA, donde se hablaba de mi abuelo respecto a Kennedy.

En casi todas las páginas del libro aparece la sombra de tu abuelo. ¿Quién fue?

Era un hombre, cubano, que solo quería ser marinero. No pudo y empezó a tener una vida como periodista. Cuando triunfa la revolución era un periodista famoso en Cuba. Tenía 40 años y fue la primera persona que dijo, por televisión. que Batista se había ido. Que había triunfado Fidel. Entonces, cuando Fidel llega al poder, tiene que cambiar todo el sistema de diplomacia, todos los embajadores, el canciller... Y mi abuelo fue uno de esos primeros embajadores. Fue el diplomático con cargo más alto en Estados Unidos en el momento de la crisis de los misiles. También le nombraron embajador en la ONU. Hasta ahí conocí de mi abuelo. Luego había zonas ocultas. Siempre me llamaba la atención que tuviera armas. Y después me fui dando cuenta de que cuando eres diplomático, durante esos años, con una geopolítica tan difícil de Cuba frente a Estados Unidos, mi abuelo hizo cosas que ahora, viéndolo con distancia, rozaban lo legal. Después, cuando supe que para mantener limpia la imagen de la revolución llamaba a la Escuela de Arte y decía “tienes que echar a tal profesor porque es homosexual”, te preguntas cuánto ignoras sobre mi abuelo.

Esta es tu casa, Fidel |  Carlos D. Lechuga | De Conatus |  Madrid, 2024. 142 páginas, 18,90 €. COMPRA ONLINE


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RECAREDO VEREDAS es escritor y crítico literarios

El Fidel de mi familia