sábado. 04.05.2024
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Fotograma de la película.

Ádrian Sanz González | @AdriSanz16666

El debut de la directora, y también guionista, Carla Subirana al cine de ficción se queda a las puertas de ser el drama recóndito y misterioso que pretende ser en un principio.

Ambientada en la actualidad, este largometraje nos traslada a Galicia, donde, recientemente, ha habido un naufragio. Allí, Sica, una chica adolescente, busca encontrar el paradero del cuerpo de su padre, adentrándose en un viaje personal para conocer y entender la complejidad del mundo que le rodea. Un ecosistema humano y marítimo que presenta su hostilidad hacia ella y hacia su “nueva” vida.

Nada brilla más en la película que esos planos iniciales, en los que uno disfruta viendo, oyendo y hasta sintiendo cómo las brutales olas del mar chocan contra las rocas. Para finalmente adentrarse en la inmensidad del mar, vislumbrando su belleza y naturaleza, la cual se funde con el liso y fino cabello de nuestra protagonista. Una poesía visual y narrativa que engancha, y que por desgracia se echa de menos a lo largo de la cinta. Ella sola sucumbe y se acaba decantando más por un drama intimista y contenido que por esa rica cultura y esa intrahistoria que oculta el mar y sus pueblerinos.

La primera parte de Sica, aquella en la que por encima de todo nuestra protagonista busca desvelar donde se encuentra el cuerpo de su padre, sentía estar viendo, con sus clarísimas diferencias, otra producción española, La Playa de los Ahogados. Un filme de 2015 más enfocado a la intriga, y que para los amantes del suspense y policiaco más clásico podría llegar a interesar. Ambas situadas en Galicia y relacionadas con la muerte de un pescador en el mar, aunque en este caso, la producción de 2015 carecía del alma y vida que Sica sí tiene.

Una pequeña parte de intriga que finalmente se acaba fundiendo lentamente con ese drama contenido e intimista, en el que nos adentramos en el viaje personal, que, tarde o temprano, todo adolescente tiene que acabar haciendo. Una historia o narrativa que hace que la cinta se puede encorsetar en el subgénero de coming of age, recordando a Mommy, The Moonlight o Estiu 1993. Donde los protagonistas son adolescentes y se ven desbordados por tener llevar actos no tan propios de su edad o excelsamente maduros. En el caso de Sica, vemos diferentes de ellos: la muerte de un padre, el rechazo por parte una amiga, la falta de relación madre-hija y, sobre todo, la “nueva” vida y las nuevas relaciones que a uno se le presentan cuando llega a la adolescencia.

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Gran parte de ello, se ve mostrado a través de una evolución común y simple de la trama. Es decir, a la media hora deja a un lado ese aspecto más poético con el que parece partir la película, y se pondrá narrar sin buscar destacar. Es por ello que la película se va opacando a ella misma. Y todo, repito, porque va perdiendo ese reflejo de esa cultura y naturaleza –tanto hostil, misteriosa como raramente acogedora– que parece brillar durante la primera parte y en puntos muy concretos de la narración.

En cuanto a los aspectos más técnicos, destacar la dirección novel Carla Subirana, quien con tan solo documentales en su carrera se adentra y sale ganadora en la dirección de ficción. Todo junto a su director de fotografía Mauro Herce, quien ganador del Goya en 2019 por Lo que arde, deja claro de nuevo que es un experto dando vida a diferentes paisajes con la cámara. Y, por último, el peso del reparto cae, en gran medida, sobre las espaldas de una jovencísima Thais García y la veterana actriz catalana Nuria Prims, quienes juntas sacan adelante esa parte más narrativa y no tan poética de la cinta.

'Sica': el mar de Galicia se hace oír y sentir