domingo. 28.04.2024
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Fotograma de la película

Adrián Guerrero del Carmen |

Alexandra es una radioastrónoma que trabaja en un pequeño complejo de comunicaciones español. Un día recibe una transmisión, una señal que puede dar respuesta a una de las preguntas más importantes: ¿estamos solos en el universo? En una carrera a contrarreloj para demostrar la veracidad de la señal, a Alex le surgirán obstáculos imprevistos que le harán replantearse cómo es de importante para ella su profesión.

La película es pequeña, sencilla, pero encierra un gran encanto, un gran amor por la ciencia, el espacio, y las preguntas que el ser humano se plantea al mirar al cielo. También una interesante reflexión sobre el trabajo, sobre todo aquel al que nos dedicamos en cuerpo y alma, como ser absorbente de nuestra vida personal. Todo esto insertado en una estructura narrativa funcional, por momentos algo convencional, pero capaz de generar escenas de verdadera desesperación.

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La película hace gala de un diseño de producción de texturas digitales. Las posibilidades tecnológicas crean espacios narrativos dónde se desenvuelve parte de la trama, y desancla la narración de un espacio físico único que podría resultar aburrido. La austeridad apela al fuera de campo y a la digitalización, y esto está lejos de ser malo, deviene, precisamente, en un tenaz diseño de puesta en escena, dónde el espacio se va haciendo más y más opresivo según la protagonista se ahoga más y más en sus propias cuitas.

El talento de Andrea Trepat queda contrastado. Su fuerza dramática, su credibilidad sostiene una película, ya de por sí, sólida. El filme es un estupendo ejercicio de economía. Con pocos elementos consigue palpitar, emocionar, transmitir. Y no solo es un ejercicio humano, sino también estético. Un curioso ejercicio de estilo dentro de la ciencia ficción contemporánea, que ahonda en un tema esencial dentro del género, la justa medida del ser humano ante los descubrimientos.

'La paradoja de Antares'