lunes. 29.04.2024
74 berlinale

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Intento reproducir el título con una grafía que permite visualizar lo visto por los espectadores al comienzo. Uno cree que se ha equivocado de sala, cuando lee “NOT HERE” en la pantalla. Un segundo después, aparecen más letras y leemos ANOTHER END. Les aseguro que tiene un final sorprendente y que hace honor al rótulo, pero por supuesto no voy a desvelarlo, ni tampoco toca destripar el argumento. Quiero compartir las reflexiones que me ha suscitado el ver esta película durante su estreno en la 74 Berlinale.

Hay una empresa llamada Aeterna que se presenta como el complemento de un servicio funerario. Pretende ofrecer un tiempo adicional para superar nuestro duelo por el fallecimiento de un ser querido. No se le resucita, pero se logran archivar sus recuerdos y conservarlos durante un tiempo antes de que caduquen. Cabe transferirlos, no a un sofisticado androide, como quisiera el posthumanismo, pero sí al cuerpo de otra persona, con todas las disonancias cognitivas y emocionales que puede suponer encontrarse con tu familiar o tu pareja con un aspecto radicalmente diverso. 

¿Somos algo más que nuestros recuerdos? ¿Desparecemos con ellos antes de morir físicamente? Los peces no retienen en su memoria nada más allá de dos minutos. De ahí la expresión “tener memoria de pez”. Hay quien por el contrario posee una memoria fotográfica o portentosa que siempre logra desconcertarnos por su fidelidad a los hechos. En los últimos tiempos la estamos perdiendo, porque no la ejercitamos y confiamos en que la Nube sirve cl o almacén a toda suerte de datos e imágenes. Pero los recuerdos no son únicamente fechas o detalles. No se reproducen sin más totalmente inmaculados, como si fueran fotografías o cintas de vídeo, porque se asocian a un sinfín de sensaciones y van cambiando con el tiempo, dado que nuestra experiencia e imaginación va dibujando encima de las capas iniciales.

Leer nuestros pensamientos o codificar lo que soñamos arruinaría nuestra condición humana y nos convertiría en otra cosa. El juego vital se acaba cuando nuestro soporte físico se despide irreversiblemente de la estructura mental. Tampoco está claro que ganar un tiempo de propina para despedirse de nuestros allegados pudiera consolarnos. La muerte súbita nos descabala, pero tampoco hay forma de asumir un final anunciado por una larga enfermedad. Los recuerdos que atesoremos y cómo los administremos, es lo único que permite pervivir a los ausentes dentro de nosotros, porque fuera es imposible sin cambiar absolutamente las reglas del juego biológico.

Es una película entretenida y que para mi gusto debería recibir algún galardón, aunque no sabría decir muy bien cuál, porque no tengo recuerdos del futuro y faltan unos días para conocer las decisiones del jurado, seguramente basadas en sus recuerdos de todas las películas que han visto y la sensación que les ha producido tras competir sus impresiones con el resto de jurado. Me fui a la rueda de prensa, preguntándome cuál es el auténtico alma de nuestros recuerdos. ¿Cabe soñar con un limbo que los almacene como hace la nube al archivar nuestros datos? Cada cual tendrá su propia respuesta y esta podría cambiar bajo unas o otras circunstancias, particularmente cuando nos toca elaborar un duelo por una pérdida que consideramos irreparable. 

“(A)NOT/HERE(END)” y el alma de los recuerdos