sábado. 27.04.2024
Cuca Gamarra.

Cuca Gamarra ha acusado al presidente Sánchez de «usar la guerra como coartada, al igual que hizo con la pandemia, para ocultar sus errores». Por su parte, Alberto Núñez Feijóo asegura que Pedro Sánchez es el presidente «del peor Gobierno de la democracia». Pero aún hay más, pues en Castilla y León, Vox acaba de entrar en el Gobierno inaugurando así la etapa del nuevo PP de Feijóo.

Siendo que el PP post-Casado empieza a ofrecernos pistas de cuál será su estrategia de oposición al mando del nuevo líder, cabría preguntarse si la etapa Feijóo será —o no—  más comedida y moderada en las formas, y qué estrategia utilizará para salvar a España del hipotético desastre del gobierno socialcomunista.

Si nos remitimos a los referentes que desde siempre ha utilizado el PP para convertirnos en un país moderno, democrático, limpio de corruptelas y envilecimientos, y defensor de las clases más desfavorecidas, todo apunta a que al autodenominado centro derecha español le encantaría tener al timón a un político de casta, un político ejemplar en todos los aspectos, un dechado de empatía que no antepusiera su ego al bien común, que no beneficiara a los ricos en detrimento de las clases más desfavorecidas, y sobre todo que fuera de nuevo capaz de conseguir para España unos récords nunca logrados por ningún país democrático de nuestro entorno. O lo que es lo mismo, un ente sobrenatural que aun muchos en Génova identifican con un clon del humilde, afable y nada prepotente José María Aznar, un político que, si nos atenemos a los récords antes mencionados, consiguió uno tan difícil como que trece ministros de sus gobiernos quedaran salpicados en distintos casos de corrupción, y que docenas de altos cargos del partido —cuando él era el máximo responsable— tuvieran que acudir a los juzgados por distintas corruptelas.

A pesar de estas plusmarcas que sitúan al PP en cotas inaceptables para el estándar de un político honrado, son muchos quienes aún añoran la etapa aznariana, según se desprende de la poca repercusión que tradicionalmente ha tenido la corrupción en los votantes de la derecha. 

Esto, y otras singularidades que obviaré por no extenderme, convierte a España en un curioso país donde muchos votantes de clases sociales bajas no tienen reparo en elegir presidente del Gobierno a un candidato capaz de organizar una boda para su hija con un boato de realeza, una ceremonia a la que acudieron un florilegio de invitados de postín que, en un alto porcentaje acabaron sentándose en el banquillo de los acusados por presuntas prácticas delictivas.

Obviamente, el partido del que les hablo es el heredero genético de aquella Alianza Popular fundada por unos franquistas de casta convertidos —algunos por no tener más remedio— a la democracia. Un partido que, oficiosamente, está hoy escindido en dos sectores: uno llamado Vox, y otro que sigue siendo el PP oficial que en la etapa Casado ha desplegado un derroche de ataques e insultos contra un gobierno al que, incluso, ha negado su legitimidad pese a haber sido elegido democráticamente por los españoles.

Nos encontramos ante un maremágnum en la derecha donde unos añoran tiempos pretéritos, mientras que otros, por suerte, no comulgan con esa nostalgia y son auténticos demócratas  —me consta que los hay— aunque sean incapaces reprimir su obsesión por atacar y atacar, sin ofrecer propuestas o pactos que beneficien a la patria en los momentos difíciles, con el agravante añadido de preferir gobernar con el filofascismo antes que con la socialdemocracia, como hacen por ejemplo sus socios liberales alemanes con el cordón sanitario con el que frenan a la extrema derecha.

Resulta ignominioso que la derecha de nuestro país se sienta con fuerza moral para dar lecciones de lo que son incapaces de hacer. Y así seguirá sucediendo hasta que los verdaderos demócratas del centro derecha español se atrevan a dar un paso al frente y fuercen la refundación de un partido donde no quede ni una sola prenda sucia en esa lavadora de nostalgias y corrupciones que tan poco han utilizado salvo en contados casos de irrebatible obviedad.

Antes de finalizar quiero dejar constancia de que el PSOE no se libra de muchas de las críticas que acabo de exponer contra la derecha. Aquí no se omiten las críticas que procedan, y hay constancia en la hemeroteca de las denuncias que he publicado acerca de Juan Guerra, Roldán, y esos ERES, que parecen ser la única pelota que el PP sabe devolver en ese partido de tenis consistente en un pueril “y tú eres más corrupto”. No obstante, hoy solo he querido dejar constancia de que el partido de la Gaviota gana por amplia goleada al del puño y la rosa, al menos en sus vergonzantes exhibiciones de lo que podríamos considerar como un mal hacer político.

Y así nos va.

El viejo 'nuevo' PP que se nos viene encima