viernes. 03.05.2024

Si no fuera tan grave y tan peligroso, sería digno de lástima ver al señor Feijóo andando por ahí con el aire de un viejo boxeador sonado. Se supone que es, nada menos, el candidato que tiene el encargo del rey para presentarse a una investidura, pero no se le ve, ni se le oye ni se le escucha, porque hace ya mucho que ha invertido en eso todo el tiempo que podía invertir -o sea un par de días, puesto que nadie quiere hablar con él-, y ocupa el ocio interminable que aún lo separa del veintitantos de septiembre en lo que mejor sabe hacer: diseminar “inexactitudes” y organizar barullos. 

Si no fuera tan grave y tan peligroso, sería digno de lástima ver al señor Feijóo andando por ahí con el aire de un viejo boxeador sonado

Lo que pasa es que es peligroso. Para camuflar su no investidura, el señor Feijóo se ha puesto a ocuparse de la investidura de su contrincante, que ya da por cerrada, y mientras este guarda respetuoso silencio él trata de llenarlo inventándose la negociación que otros están llevando. De forma claramente interesada. Nadie en el Gobierno en funciones ha admitido jamás la posibilidad de un referéndum, pero los populares ya están llamando a manifestarse contra la amnistía y el referéndum, temerosos de que una gran parte de la población estará de acuerdo con una amnistía que se formule bien. 

Conscientes de que un acuerdo que pusiera fin al lamentable proceso que Rajoy no supo encauzar hace seis años sería el primer éxito del nuevo Gobierno, los populares llaman al sabotaje de una medida aún sin definir, y recurren en su auxilio a sus apoyos tradicionales: los medios de su propiedad y de su influencia y los políticos jubilados que añoran la atención de los micrófonos. Es verdad que no tienen todos el mismo peso: mientras los socialistas mueven la cabeza apesadumbrados ante las salidas de tono de sus jarrones chinos, el hombre con más credibilidad de España, el políglota íntimo, ha demostrado que sigue siendo el amo del PP. 

Un acuerdo que pusiera fin al lamentable proceso que Rajoy no supo encauzar hace seis años sería el primer éxito del nuevo Gobierno

Pero es peligroso. Alborotar siempre es jugar al aprendiz de brujo, lo han hecho muchas veces en el pasado, y entonces sí que se rompe España, no en diecisiete, como dicen ellos, sino en dos. Necesitamos que las dos mitades del espectro político vuelvan a ser capaces de poder hablar. Aunque sea para mantener las discrepancias, pero lejos de estas maneras impresentables.

Esto conviene a todos, y da la impresión de que algunos no acaban de darse cuenta (o ni siquiera empiezan). En los últimos tiempos, el Partido Popular ha cambiado o le tienta cambiar aquel eterno viaje al centro por un desvío a la ultraderecha. Que tenga cuidado: cuando llegue allí van a estar esperándolo, pero no con los brazos abiertos, sino para preguntarle dónde se cree que va. 

Sin rumbo