lunes. 29.04.2024
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En las sociedades europeas democráticas tendemos a creer que los avances civilizatorios son inexorables e irreversibles en el tiempo histórico. Tenemos asumido que en el largo plazo no hay vuelta atrás para la consolidación de libertades y la ampliación de derechos.

Pues no es cierto.

No lo es fuera de Europa, como resulta evidente. Y tampoco lo es en Europa, como se pone de manifiesto cada vez en mayor medida.

Las libertades públicas, los derechos de ciudadanía y las conquistas del Estado de Bienestar no son invulnerables ni irreversibles. Las libertades y los derechos que tienen que ver con la igualdad de las mujeres tampoco.

El feminismo es la ideología que defiende la igualdad de las mujeres y los hombres. Se trata de la revolución política, social y cultural más importante del siglo en que vivimos, sin lugar a dudas. Ha producido ya en algunos países de Europa, especialmente en España, avances extraordinarios, si bien insuficientes y asimétricos.

Hay una reacción antifeminista en marcha, que promueve la ultraderecha y prosigue la derecha tradicional

Hoy, esos avances están en riesgo, aquí y en el resto de Europa. Porque hay una reacción antifeminista en marcha, que promueve la ultraderecha y prosigue la derecha tradicional.

La reacción está presente en los discursos de los representantes políticos, del negacionismo de violencia de género de Abascal al rechazo al aborto libre de Ayuso. Está presente en los hechos, de la retirada de ayudas a las organizaciones feministas a la supresión de concejalías de igualdad.

Y los discursos y los hechos hacen mella en las opiniones de la ciudadanía, incluso entre los más jóvenes. Según los últimos estudios sociológicos, solo el 35% de los varones españoles entre 18 y 26 años comparten las ideas feministas, por un 66% de ellas. Hasta un 44% de hombres, y un 32% de mujeres, consideran que el feminismo lleva sus reivindicaciones “demasiado lejos”.

Como sucede en otros ámbitos ideológicos y políticos, la derecha populista cultiva los miedos y las incertidumbres asociadas a los grandes cambios sociales, mientras ofrece falsos refugios en los valores tradicionales de la nación, la religión… y el machismo.

Por tanto, hay muchos avances por defender y consolidar en materia feminista. Y aún quedan muchas conquistas pendientes en las que no arredrarse. En materia de empleo, contra la segregación ocupacional que penaliza a las mujeres en el acceso y la promoción profesional. En la brecha salarial persistente. En la distribución de roles domésticos, en el reparto de la responsabilidad de los cuidados. En el poder, el público y el privado, a pesar de proclamas y leyes.

Hay mucho por trabajar y lograr contra la violencia machista que aún arranca cobardemente las vidas de las mujeres. Y contra la violencia sexual, que no cede, y que se alimenta de problemáticas anejas, como el acceso adolescente al porno. Y las desigualdades añadidas para las mujeres con discapacidad y las mujeres inmigrantes.

Y ese agujero negro de esclavitud que se mantiene en los clubes que vemos al circular por nuestras carreteras, en nuestros polígonos al caer la noche, en los pisos que todos conocen en nuestros barrios. La tolerancia social e institucional con la prostitución, la compra-venta impune de los cuerpos de las mujeres, la explotación brutal de seres humanos vulnerables para satisfacción de proxenetas y puteros, constituye una de las grandes vergüenzas de nuestro tiempo. Y no nos sacudiremos esa vergüenza hasta lograr su abolición.

Y todo esto, hablando solo de las sociedades europeas más avanzadas. Porque en otros continentes lo pendiente es… todo.

Siento parecer interesado en la respuesta final, pero es que solo hay una contestación eficaz ante el riesgo de la reacción antifeminista. Votar a la izquierda. Contar con representantes feministas en las instituciones. Asegurarse de que los gobiernos comparten valores y agendas feministas. Y enfrentar así a los que pretenden parar y retroceder.

La lucha feminista es la gran lucha de nuestro tiempo. Y toda lucha importante requiere valor, inteligencia y determinación.

Ojo a la reacción antifeminista