jueves. 02.05.2024

Durante toda esta última semana, poner el telediario equivalía a tener la impresión de que el mando a distancia se había estropeado, y no se podía bajar el volumen. Los personajes y personajillos a los que se ponía delante la alcachofa hablaban tan a gritos que daba la impresión de que les hubieran instalado un megáfono en la garganta.

En los últimos días se añadió al volumen la grandilocuencia. Lo que estaba ocurriendo equivalía al hundimiento de la Armada Invencible, el desastre del 98, la matanza de los inocentes, el asesinato de Viriato. 

Bajemos el pistón. Se ha producido un pacto, y todo el mundo sabe que los pactos implican sacrificios. Y duelen. Pero la falacia de que el Gobierno ha puesto todos los sacrificios no puede ser más falsa, y no tardará en verse cuando haya elecciones en Cataluña, de hecho, ya se ha visto en las últimas. 

Lo que estaba ocurriendo equivalía al hundimiento de la Armada Invencible, el desastre del 98, la matanza de los inocentes, el asesinato de Viriato

Porque el acuerdo tiene muchas contrapartidas por el lado indepe. La primera, el propio acuerdo. Sentarse a negociar es en sí mismo una declaración de que se renuncia al unilateralismo, pero es que además esa declaración está recogida en el texto (“la resolución [del conflicto] debe ser negociada y acordada”, cito literalmente). La segunda es que se acepta el marco (“el Parlament de Catalunya que, de acuerdo al Estatut(que tiene carácter de ley orgánica) representa legítimamente al pueblo de Catalunya”. La cursiva es mía. Hay sometimiento expreso a la Ley. Se reconoce el carácter legítimo del Estatut a pesar de las objeciones que se hacen en el preámbulo. 

Por si cabían dudas, el texto dice que Junts propondrá “la celebración de un referéndum (…) amparado en el artículo 92 de la Constitución”. La cursiva vuelve a ser mía. 

En dos palabras: se pone por escrito el sometimiento a las leyes del Estado. Cuya máxima expresión es votar la investidura, volver a la gobernabilidad. Esta votación y la ley de amnistía son los únicos acuerdos contenidos en el texto, porque el resto de los puntos establecen desacuerdos: que Junts pedirá una serie de cosas y los socialistas les dirán que ellos tienen otra alternativa. Insisto, lo pone por escrito. Más aún, ya hay una primera verificación: el jueves, la CUP presentó una moción en el Parlament de Catalunya pidiendo un referéndum y Junts y Esquerra se abstuvieron, es decir se negaron. Es la primera vez en la última década. 

Punto y aparte. Porque tenemos que hablar del otro lado. De la oferta de la derecha. No me explayaré mucho, porque lo han visto todos los ciudadanos: la alternativa de la derecha son muchos megáfonos, odio y violencia. Megáfonos. Me pregunto qué siente una víctima del terrorismo cuando oye decir al líder de la oposición que el asesinato de su familiar es lo mismo que pactar una ley que habrá que votar en el Parlamento. Hay comparaciones que son indignas de alguien que se dedique a la gestión pública.

El jueves, la CUP presentó una moción en el Parlament de Catalunya pidiendo un referéndum y Junts y Esquerra se abstuvieron, es decir se negaron

Odio. Las amenazas públicas de Vox y de la margen ultraderecha del PP vuelven a retratar los referentes ideológicos de quienes las formulan, los modelos que admiran. Para nuestra desgracia interminable, la única forma de resolver los problemas que se le ocurre a nuestra derecha es atizar el odio al adversario. El odio que ellos sienten. 

Violencia. ¿Se imaginan que habría ocurrido en la calle Ferraz si el 23 de julio estos señores hubieran ganado las elecciones? Pues no lo olviden cuando haya que volver a acercarse a las urnas. Podemos estar peor. Mucho peor.

Como no quiero que parezca que solo se me ha ocurrido a mí, cito a este respecto a The Economist (que no se caracteriza precisamente por su simpatía por la izquierda), que ha escrito esta semana que lo que realmente expresa todo esto no es el rechazo a la amnistía, sino la rabia de la derecha por la continuidad del Presidente Sánchez. Se les pasará cuando algún sucesor del señor Feijóo necesite los votos de los indepes y los indepes estén dispuestos a dárselos. Ya verán entonces qué poco les importa el glorioso pasado imperial de España. 

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