sábado. 27.04.2024

La guerra demoscópica -al igual que la otra- se recrudece con ofensivas y contraofensivas trufadas de propaganda, en vertiginosa escalada hacia el 23J. Para el día siguiente a esa fecha, tras tanta bomba de racimo esparcida por sendas partes, quizás llegue el anuncio de entrada en la fase nuclear: el botón que se apretará o no desde los escaños recién estrenados, a la vista de un nada improbable empate en las urnas, con la amenaza de un nuevo horizonte electoral para Navidad o en sus vísperas.

Si las diferentes encuestas y sus ‘trackings diarios cumplieran todas unas mínimas reglas de rigor estadístico deberían coincidir, aunque fuera en una sola cosa: la intención de voto registrada en las respuestas de los entrevistados, dentro de sus inevitables márgenes técnicos de error. Esa ha de ser la materia prima, el ingrediente básico depurado o libre de posibles toxinas adheridas en su posterior manipulación.

A partir de ahí comienza la elaboración y el condimento del alimento, la cocina propiamente dicha. Resultado de ésta son las diferencias finales de sabor del producto ofrecido, que van desde el dulce al amargo -según la preferencia de cada cual, del cocinero o de su cliente- y de todos las demás sensaciones contrastantes en una escala que, por sabia que resultase la sincrética mezcla de aquellos productos, jamás dará un equilibrado y exitoso término medio a gusto de todos los comensales [1].

La guerra demoscópica -al igual que la otra- se recrudece con ofensivas y contraofensivas trufadas de propaganda, en vertiginosa escalada hacia el 23J

El condimento y los tiempos de cocción en las encuestas y sondeos electorales -por seguir abusando del símil-, son precisamente las no respuestas, paquete fluctuante a lo largo de los días -siempre importante aunque más o menos abultado-, integrado en este caso por indecisos, tanto por quienes piensan votar sin saber aún por quién hacerlo y por los que al día de hoy no se animan a acercarse a las urnas aunque finalmente acaben haciéndolo. A ellos se añaden quienes, pese a haber dicho ya a quien darán apoyo cambien finalmente de opinión por unos u otros motivos.

Pronosticar o predecir (sinónimos según la RAE) con mayor o menor acierto el resultado de tan azarosas variables es una operación compleja, en la que cabe aproximarse -en el mejor pero no en el más frecuente de los casos- con ayuda de diversas herramientas de índole técnica de eficacia probada, comunes en el método, y en su uso, con la ciencia en su dimensión empírica. Herramientas o utensilios que, sin embargo, no son ni pueden ser tomadas como ciencia ni como mera aplicación de ésta; salvo en descarado alarde de prestidigitación, petulancia e impostura, con fines mercantiles más o menos disimulados.

El condimento y los tiempos de cocción en las encuestas y sondeos electorales, son precisamente las no respuestas, paquete fluctuante a lo largo de los días

Ese decisivo paquete de no respuestas, tiene hoy su expresivo reflejo en el amplio margen que separa en unas aproximaciones y otras al primer y al segundo puesto que ocupan en ellas las que resultan ser las dos principales listas competidoras, interesadamente resumidas en los nombres de quienes se postulan para futuros presidentes: Feijóo y Sánchez o viceversa.

Diferencias o distancia que en los últimos días parece ir acotándose dentro de un intervalo que inicialmente o hace muy poco se situaba en términos de votos de más de 7 puntos porcentuales (entre quienes pronosticaban una ventaja de casi 10 puntos entre el primero y el segundo y los que la cifraban en solo 2 puntos). 

La mejor aproximación predictiva al resultado que las urnas certifiquen no puede provenir de un inexistente término medio, como algunos se afanan en buscar con técnicas más o menos sofisticadas. Tal promedio podría resultar aconsejable referido a los ingredientes o datos “brutos”, es decir a los referidos a la intención de voto que registran directamente las Encuestas en sus respuestas al cuestionario. No lo es ni puede serlo en cambio sobre las aproximaciones que sobre ellos se efectúan porque aquí la mayor coincidencia que puede reflejar la media probablemente no sea sino el resultado de la similitud de las hipótesis y de los métodos usados para llegar a tales aproximaciones. Frente a esa tentación, quizás lo más recomendable sea centrar la atención en la “tendencia” para observarla con el mayor cuidado, si es que la impaciencia es tanta para no poder esperar hasta el ya cercano resultado real.


[1] Ofrecer el producto crudo y sin cocinar, por más que con su presentación por el chef se trate de endilgarlo como el más exquisito ‘tartar’, resultado de esmerada elaboración, no es sino una argucia más de pésimo cocinero.

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