lunes. 06.05.2024

Para los adelantados (léase Díaz Ayuso & Cía) de la guerra cultural de las derechas extremas -la diferencia está hoy, por desgracia, en la posición del adjetivo- la inteligencia ‘suele ser un lastre’ y hasta un límite (Guillem Martínez dixit). Es simple y barata esa guerra, que poco tiene de cultura y apenas si precisa de conocimientos.

Y su lenguaje, amén de poco original -¿trabajar? ¡hasta ahí podíamos llegar! - por prestado de la internacional que tiene a Trump como tótem, es el ropaje y el telón con el que envuelven y tratan de camuflar el verdadero objetivo y los reales intereses que acomunan a PP y VOX. Esos ‘de toda la vida’, de los que ahora hace bandera una dirigencia del PP que se ha despojado de su marchamo de liberalismo y moderación. Por innecesario: ‘ya no hace falta’, les he oído decir.

La ‘guerra cultural’: es simple y barata esa guerra, que poco tiene de cultura y apenas si precisa de conocimientos

Se han repartido los papeles, y a VOX le toca el exabrupto y la coña, y la provocación y el disparate. Como la de esa lona de los madriles donde la mitad de los españoles estamos destinados -por ahora- a la papelera. Pero su ‘programa’, allí donde coinciden ambas derechas, no engaña. Veamos: 1) beneficios empresariales (y societarios, y personales) que quieren ilimitados y ‘libres de impuestos’, 2) desregulación y menos controles, que vienen de Europa los muchos millones a gastar que otros consiguieron, 3) respuesta dócil a la codicia de petroleras y energéticas (de paso, a lo más atrasadista de la industria del automóvil) y de las ‘cadenas’ de abastecimiento y distribución con beneficios abusivos directamente ligados a la inflación en los precios de los alimentos, 4) privatización y adelgazamiento del Estado vía reducción selectiva de impuestos (que los muy ricos con una riqueza media de más de 19 millones de euros tributen ¡al 0,03%! se les hace excesivo), 5) imposición -que no protección- de la maternidad ante el creciente ciclo migratorio y la amenaza de la ‘sustitución étnica’ -algo más bien nuevo, pero proclamado alto y claro por el número dos de la Meloni presidenta del consejo de ministros de Italia-, 6) aprovechar el nuevo ciclo de rearme… y la vuelta al viejo complejo militar-industrial con la ayuda del ‘amigo’ Putin, y 7) desterrar los derechos de ciudadanía contrarios a la imagen añosa de una pretendida patria de gónada e hisopo, y configurar de nuevo una antiEspaña a su medida.

De ahí que ni violencia machista ni cambio climático, ni más libertades que las suyas tan queridas de terrazas y contaminación. Los salarios controlados, para evitar que haya quienes ya no quieran seguir siendo más-que-explotados, y el trabajo barato, que el salario mínimo digno es cosa de cuatro rojos que ni son gente de bien ni siquiera están entre las de la España que madruga. Aunque entre esas que madrugan de verdad y mucho han descubierto unas bolsas de abstención, cuando no de adhesión, que les vienen que ni pintadas para sus propósitos. Y a mantenerlas se disponen con diligencia.

Lo único que es urgente derogar en España es el cainismo, la corrupción y la mentira. Y las malas compañías

De la salud y la educación, engordando a la privada cuanto se pueda en ambos casos, que en la una no adoctrinan más de lo necesario -y a gusto siempre de la autoridad competente pinparental-, ni malgastan en la otra en cuidados a los viejos, ya poco productivos y cada vez más exigentes, o a los extranjeros pobres. Iniciativa privada que viene siendo, por lo general, de amigos y correligionarios con los que han de corresponder... y contratar.

Y sigo sosteniendo, a pesar de todo y por ello mismo, que es necesaria en nuestro país otra derecha. Esa que, además de proclamar su confesionalidad, la ejerza (dar de comer al hambriento, posada al peregrino, etc.), y vuelva a leer el preámbulo entero de la Declaración universal de los derechos humanos para reconocer que hay una familia, la humana, a cuyos miembros se les ha de reconocer su ‘intrínseca dignidad’ y sus derechos ‘iguales’ e inalienables. Esa que predique menos la Constitución y dé más trigo en sus hechos renovando, cuando toca, los órganos judiciales.

Quizás sea menester, para que alumbre esa derecha, que esta de hoy pierda las próximas elecciones. Porque lo único que es urgente derogar en España es el cainismo, la corrupción y la mentira. Y las malas compañías.

Mientras, que no nos confunda la hojarasca. Ni los fuegos artificiales.

El interés y la hojarasca