domingo. 05.05.2024
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Para quienes tenemos respeto a la cultura, el concepto de “guerra cultural” fue siempre sinónimo evidente de barbarie y de vuelta a la caverna. No hay constructo verbal más antitético, ni más revelador de la incuria intelectual de quienes lo usan.

Nuestro país se ha convertido ahora en escenario de un combate ideológico que protagonizan, bajo ese nombre bélico que tan grato les resulta, quienes siempre han despreciado a la cultura. La derecha, que de forma invariable suprimía el ministerio correspondiente al llegar al poder, se pelea ahora por las concejalías del ramo, por las consejerías autonómicas y por todo lo que huela a lo que, de repente, entienden como el campo de batalla de sus nuevas cargas de caballería. No se sabe muy bien si han llegado a la súbita comprensión de que el adoctrinamiento nos tuvo bien sujetos durante muchos años, o es que se han dado cuenta de que la cultura, la de verdad, lo pone todo en cuestión, y la esencia misma del conservadurismo es, precisamente, que nada se cuestione.

Nuestro país se ha convertido en escenario de un combate ideológico que protagonizan, bajo ese nombre bélico que tan grato les resulta, quienes siempre han despreciado a la cultura

Se ve muy bien en algunos ejemplos. En los primeros meses de lo que acabó llamándose la cuarta ola del feminismo, me llamó la atención la furia encarnizada de la resistencia de la ultraderecha, que convirtió a las feministas prácticamente en foco único de sus invectivas. Confieso con vergüenza que fueron ellos los que me hicieron ver lo que de verdad nos estábamos jugando: eran los primeros que habían comprendido que la igualdad de la mujer lo cuestionaba todo, que las estructuras del poder se tambaleaban. Por eso han desatado contra ellas lo que más les gusta en este mundo: una guerra.

De momento la llaman cultural, porque todavía no tienen a sus órdenes el poder coercitivo del Estado. Pero la están librando en todos los frentes, y es llamativa el ansia con la que acometen su puesta en práctica desde el primer día que tienen mando en plaza. La semana pasada lograron que la derecha clásica renunciara a su vieja costumbre de eliminar el Ministerio de Cultura (es verdad que no parece necesario apretarles mucho, véanse los ejemplos de Extremadura y otros lugares), y como nos descuidemos acabarán nombrando una vicepresidencia de guerras culturales.

¿Contra quién, se preguntan? La famosa lona que ha retirado la junta electoral ya señala quién era “el enemigo”: todo el mundo, menos los dueños de la lona. No sucumban a la tentación de pensar que precisamente ustedes no van a ir a esa papelera con rejas de cárcel que salía en el dibujo: estos caballeros insisten mucho en el remoquete de que van a gobernar para todos. No sean tan inocentes como para pensar que se van a librar.

Cultura