lunes. 29.04.2024
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Núñez-Feijóo, repasando sus notas antes del debate con Pedro Sánchez. (Imagen: Flickr PP)

Hay quien me pregunta si, después de lo visto en el “debate” entre el presidente Sánchez y Feijóo, hay posibilidad de que ganen las izquierdas. Cuando pregunto a mi interlocutor a qué debate se refiere, me mira perplejo y me responde que al que tuvieron Feijóo y Sánchez. Pues, “la verdad”, le digo, “no me había enterado”. Me replica que “deje de tomarle el pelo”. Pero no hay tal.

Le explico que, cuando las derechas han saltado a la palestra ilustrada como pulgas amaestradas afirmando que Feijóo ganó por goleada el “debate” al presidente Sánchez, lo único que entiendo es que estas derechas tienen una idea de debate que nada tiene que ver con el concepto de debate que, durante años, hemos tratado de enseñar en el sistema educativo al alumnado en clase de lengua al estudiar los textos argumentativos.

Tampoco se parece al significado de la palabra que trae el diccionario y en un manual de Retórica. Solo guarda relación con el sentido etimológico que, como se sabe, proviene del acervo bélico, de-battuere, debatir y battuere (golpear). De ahí, batir, combatir, combatiente…

Feijóo demostró que su idea de debate consistía en enfrentarse al otro con el fin de suprimirlo o anularlo, es decir, batirlo

Y ahí sí que reconozco que quien mejor representó este significado de debate aguerrido fue Feijóo, independientemente de su aparente tranquilidad y de hombre de no haber roto un plato en su vida, quizás porque nunca los haya lavado. Feijóo demostró que su idea de debate consistía en “enfrentarse al otro con el fin de suprimirlo o anularlo, es decir, batirlo”.

Por tanto, no hubo debate en el sentido lingüístico y retórico que damos a la palabra. Según la tradición clásica, en un debate se aspira a entenderse con quien piensa de manera diferente. Un debate racional era -desde Platón- y lo es “dar razones y recibirlas”. Y en el debate aludido yo no vi razones en boca de quien se consideró su ganador por puntos, que no por K.O.

Aprender a debatir es aprender argumentar. Decía Montaigne que “cuando conseguís la ventaja de lo que preconizáis, gana la verdad; cuando conseguís la ventaja del orden y la elaboración, ganáis vos”. Lo que significa que tener razón es una cosa y muy otra conseguir convencer a alguien de tener razón. ¿Qué pretendía Feijóo con su intervención, que ganase la verdad o que lo hiciera él, por encima de cualquier razonamiento, incluso, en contra de la verdad?

Los debates no se hacen para mostrar y demostrar que uno tiene razón, sino para poner en situación las partes de verdad que a uno le acompañan en un determinado tema o asunto. Ni todo lo que defiende Sánchez es bueno para la ciudadanía, ni lo que sostiene Feijóo es malo para el Estado de Bienestar, pero casi.

El arte del debate exige determinar y definir el tema sobre el que debatir. Y en este sentido todavía sigo pensando cuál fue el tema sobre el que discutieron Sánchez y Feijóo. Si aprender a debatir es aprender a argumentar democráticamente, no es, precisamente, lo que yo vi reflejado en ese supuesto debate.

En un debate se discute, se rivaliza en propuestas, en argumentos de autoridad, de experiencia y de conocimiento, no con falacias; y en el caso del aspirante a gobernar el país, y yo no vi ninguna oferta y, si la hubo, no venía apoyada en argumento alguno. Lo que significa que no hubo debate alguno y, por tanto, al no haberlo, nadie lo ganó.

Feijóo no ofreció qué tipo de mejoras traía en su agenda. Joder, es que no dijo ni una sola palabra sobre lo que interesa de verdad a la ciudadanía

Es decir, Feijóo no ofreció qué tipo de mejoras traía en su agenda para mejorar la vida de la ciudadanía en aquellas materias que más le incumben: pensiones, alimentación, sanidad, enseñanza, vivienda, trabajo, inmigración, cultura, medio ambiente, cambio climático, urbanismo, carreteras, higiene, salud mental, ciencia e investigación, Otan, Ucrania, Sáhara… Joder, es que no dijo ni una sola palabra sobre lo que interesa de verdad a la ciudadanía. Si alguien obtuvo de la intervención de Feijóo la imagen de país que quiere para España, ese alguien es un genio.

En cuanto a la cuestión que tanto inquieta, es decir, la forma en que pueda influir este “debate” en el futuro comportamiento electoral de la ciudadanía, estaría al mismo nivel retórico que preguntarse por la influencia que pueda tener en el electorado el hecho de estar comiendo puré de calabacín hasta que lleguen las elecciones.

Todo es cuestión de la voluntad. ¿Salida de Perogrullo? Sí, pero no tanto. Porque el uso libre de la voluntad individual, cuestionada en cuanto no se ajusta a los parámetros de una conducta que se precia mayoritaria, anda de capa caída. Y cada uno tiene que recuperarla y dejar de ser ingenuo pensando que es muy libre y blablaba.

Una voluntad que se deja llevar por las palabras que pueda decir un político es propio de una voluntad deleznable, fofa, de chichinabo. La voluntad racional y ética debe acompañarse por un conocimiento claro y preciso de lo que supuestamente se esconde detrás de las palabras. Lo que exige reflexión.

Desde luego, no cuestionaré que alguien vote al PP por descubrir en ese debate inexistente a un Cicerón en la persona de Feijóo, pero sí calificaré de imbécil a quien, proclamándose de izquierdas, lo haga. Y lo haré, no solo en el sentido coloquial del término, sino, también, etimológico, pues necesitar de un bastón (im-baculus, imbécil), representado, en este caso, por el discurso logorreico de un barbián, solo reflejaría la falta de consistencia mental de quien confía en él. Que una persona con dos dedos de frente, sea de derechas o de izquierdas, decida su voto por la percepción positiva o negativa que haya tenido de un político en un debate que no lo fue, no es propio de un homo sapiens. Es verdad que, como suele decirse, un día malo lo tiene cualquiera, hasta Dios tuvo, que creó al hombre, cometiendo la mayor errata de la Creación. Pero el elector debería tener en cuenta que ese día malo puede convertirse en cuatro años pésimos para su vida.

A estas alturas, nadie debería dejarse engañar por las intervenciones de ciertos políticos, pues en la mayoría de los casos lo que dicen, máxime en un periodo electoral, conculca las reglas de conversación de P. Grice, sobre todo, la de calidad: “No digas nada si no tienes pruebas suficientes de su veracidad. No digas nada que creas es falso”. Y aquí es donde la perspicacia del lector debería intervenir. Si Feijóo no propuso nada específico para mejorar las pensiones, la sanidad, la vivienda, etc., ya saben por qué lo hizo: porque no tiene un programa que lo haga. Y, si no lo tiene, lo que deberían decirle las izquierdas es “que te vote Dorado”.

¿Es que hubo un debate?