viernes. 26.04.2024
bancada socialista

Pandemia, nevada Filomena, Volcán de la Palma, Invasión de Ucrania (incluida llegada de refugiados), chantajes migratorios de Marruecos, crecimiento desbocado de los precios de la energía, un sensible aumento de la inflación, un amplio abanico de protestas sociales en la calle, giro en el enfoque del futuro de la llamada Republica Saharaui y con Marruecos… Todo ello con un gobierno de coalición de la izquierda por primera vez en la historia de la democracia actual y apoyándose en otras fuerzas políticas de izquierda nacionalista y teniendo enfrente a una oposición extremadamente beligerante y oportunista… No es para envidiar para Pedro Sánchez.

Sería frívolo por mi parte infravalorar la enorme dificultad de gobernar en ese contexto o sumarme a las descalificaciones que desde la derecha o de una parte de la izquierda se vienen haciendo en los últimos tiempos, por supuesto de muy distinta intensidad y contenido entre un bloque y otro. Pero también sería de escasa lealtad con el compromiso y apoyo al gobierno de coalición, permanecer impasible ante la serie de errores que se están sucediendo y que podrían forzar un adelanto electoral e incluso poner en riesgo la continuidad de un gobierno de la izquierda en nuestro país.

Como es sabido, los principales problemas del gobierno tienen profundas raíces estructurales y dimensiones que sobrepasan nuestras fronteras, por lo que resolverlos satisfactoriamente ni es fácil ni rápido, ni depende exclusivamente de la voluntad política del gobierno. Pero siendo eso así, Pedro Sánchez y su gobierno tienen margen para dos cosas, afrontar determinadas medidas que a corto plazo frenen el proceso de deterioro social y por otra parte no tomar a la ciudadanía por tonta y explicar las cosas desde el sentido común, el rigor y la claridad.

Para empezar, tengo mis dudas de que una buena parte del actual gobierno esté a la altura de las circunstancias. Desde una ministra de Transportes que, contra toda lógica de gobierno democrático y progresista, se ha dedicado a echar leña al fuego en relación con el conflicto de los transportistas. Una ministra portavoz que tiene poco gancho y capacidad de comunicar, aunque tenga buenas maneras. Dos ministras de Podemos que no se sabe muy bien qué hacen. Una ministra de Transición ecológica, de cuya capacidad técnica no tengo la menor duda, todo lo contario, pero que no termina de tomar medidas concretas y eficaces. Un ministro de Asuntos Exteriores, en mi opinión con buena voluntad, pero con escasa solidez política. Una ministra de Hacienda demasiado locuaz y con pocas propuestas concretas y bien estructuradas. Un ministro de Presidencia siempre demasiado optimista y echador de balones fuera.

Menos mal que Yolanda Diaz lleva dos años resolviendo problemas, evitando la conflictividad social y apaciguando dentro de lo posible las tensiones del gobierno de coalición. Es verdad que con los diversos flancos que tiene abiertos no le sería fácil a Pedro Sánchez hacer una crisis de gobierno y renovarlo parcialmente, pero sería conveniente.

El Presidente debería aprender de la historia, que nos enseña que nunca es bueno tener demasiados frentes abiertos, sobre todo si son difíciles y no tienes garantizado poder resolverlos satisfactoriamente. Como también debería tomar buena nota de que la experiencia nos dice que los conflictos en la calle no se resuelven cuestionando desde el principio la representatividad de los organizadores ni menos aun descalificándolos, cuando parece inevitable que antes o después (esperemos que antes) se va a tener que sentar a negociar con ellos.

Resulta incomprensible que el gobierno no haya sido capaz de evaluar la evolución del malestar de transportistas, agricultores, pequeñas empresas y autónomos y que se retrasen algunas medidas que ayudarían a encauzar los conflictos o al menos los efectos más negativos. Hace meses ya escribí que el gobierno no estaba siendo consciente del enorme malestar que se iba generando en amplios sectores de la sociedad española con la evolución de los costes de la energía y sus múltiples consecuencias y que este error podía costar la continuidad futura de la izquierda en el gobierno. Hace muchos meses se veía venir. Pero el Presidente, en lugar de adoptar un plan a corto, medio y largo plazo, nos aseguró que a finales del 2021 el recibo de la energía iba a ser equivalente al existente en el pasado, algo que nadie creyó.

Es verdad que la evolución de los precios de la energía está muy condicionada a factores internacionales, agravado ahora por la invasión de Ucrania, pero hay que decir la verdad y no contar fantasías y demostrar que se tiene un plan, aunque luego tenga que ajustarse en función de las decisiones que adopte la Unión Europea y si es necesario (como yo creo) abrir un debate serio y riguroso sobre el papel de la energía nuclear, al menos a medio plazo (como han hecho Alemania y Francia entre otros países), pues habrá que hacerlo.  

Como hay que abrir un debate político y social sobre la política fiscal, y obligar a la derecha a retratarse con números encima de la mesa y que todos los que piden subvenciones, ayudas, desgravaciones, etc. para colectivos en dificultad social, digan cómo se va a financiar y en su caso qué servicios y prestaciones públicas se debe recortar o suprimir (y no vale decir mentiras tan zafias como lo de los supuestos 20.000 millones de presupuesto del Ministerio de Igualdad).

El Presidente y el PSOE deberían evitar pisar demasiados callos en relación con Unidas Podemos y sus otros apoyos parlamentarios progresistas

Y en ese contexto tan complejo, el gobierno no debería haber abierto el melón del Frente Polisario y el estatus futuro del Sahara Occidental, con un interlocutor tan poco fiable y tan poco democrático como es Marruecos, a la vez que se pone en peligro el suministro de gas por Argelia. El gobierno va a tener que explicar muy bien el alcance de ese giro, sus consecuencias, sus hipotéticos beneficios y sus posibles riesgos y desde luego las explicaciones las debe protagonizar el Presidente, dada la entidad del tema, evitando de paso que la derecha mantenga una posición oportunista e hipócrita en esta materia. Como tampoco es el mejor momento para hacer público un compromiso de incremento del gasto en armamento.

Por último, el Presidente y el PSOE deberían evitar pisar demasiados callos en relación con Unidas Podemos y sus otros apoyos parlamentarios progresistas. Las ministras y algún ministro de Unidas Podemos (y desde luego su antiguo Vicepresidente) y otros de sus dirigentes han metido a veces la pata o han sido inoportunos, así como hay que reconocer que tanto Yolanda Diaz, como Manuel Castells (antiguo ministro de Universidades) o Joan Subirats (nuevo ministro de Universidades), han dado claras y continuadas muestras de buen hacer, eficacia y sensatez política. Como también están dando muestras de buena voluntad política los aliados parlamentarios de la izquierda nacionalista. Sin olvidar la continuada actitud responsable de los Sindicatos CCOO y UGT y hasta de CEOE.

Pero las últimas decisiones (Sahara, incremento del gasto en defensa, o control del precio de la energía, etc.) del Presidente, son un claro elemento de confrontación con sus aliados, dentro y fuera del gobierno, que tenían que haber sido informados y consultados con carácter previo. Es verdad que ni a Unidas Podemos le interesa romper la coalición ni a los aliados parlamentarios poner en peligro la continuidad del gobierno, pero sería muy irresponsable tensar demasiado la cuerda y no valorar que la capacidad de aguante de las bases de Unidas Podemos, EH Bildu, ERC, Compromís o Mas País, tiene sus límites y que su electorado tendrá dificultades para asumir determinadas decisiones del gobierno.

Pedro Sánchez, que está haciendo un notable esfuerzo en el ámbito de la Unión Europea para afrontar el descontrol de los precios de la energía y las consecuencias de la invasión de Ucrania, debería sosegarse un poco y dedicar más atención y cuidado a lo que se está produciendo en nuestro país y abandonar la burbuja optimista del Palacio de la Moncloa y su equipo mas cercano.     

Demasiados frentes para el Gobierno