lunes. 29.04.2024
diaz ayuso
Díaz Ayuso en una imagen de archivo.

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Este miércoles se han abierto los plazos para hacer la declaración de Hacienda. La verdad es que resulta bastante sencillo acceder al registro de tus ingresos con las retenciones correspondientes y confiar en que tu borrador está bien hecho, porque más o menos te cuadran las cifras y te sale a pagar o recibir en función de tu tabla impositiva. Tienes que limitarte a marcar la casilla de tu gusto entre la institución eclesial católica u otros asuntos de relevancia social, pese a que nuestro Estado tenga un carácter aconfesional según la constitución vigente. Puedes tardar solo unos minutos en hacer tu declaración. Es coser y cantar, salvo que pretendas escabullirte como ha hecho desde siempre Trump, quien se postula nuevamente para ocupar La Casa Blanca y gestionar los impuestos de sus compatriotas que sí contribuyen al fisco, porque alguien debe cotizar para mantener al día un sofisticado armamento que libre a los estadounidenses de padecer en su territorio los horrores bélicos, viendo las guerras como algo que sus tropas libran en cualquier otra parte del mundo, aunque solo puedan ser encausadas judicialmente por sus propios estamentos militares o civiles.

Emular a Trump en una declaración fiscal debe ser algo muy trabajoso. Pensemos en esos pobres comisionistas que deben urdir una compleja trama de sociedades pantalla, contratar testaferros e inventarse facturas falsas. Algo debe compensarles tomarse tan ímprobo esfuerzo para defraudar al erario público. Ese mismo mismo arcón que no tienen empacho alguno en esquilmar, con lo cual podría decirse que defraudan doblemente, al no sumar y contribuir solo a la resta de los ingresos comunes. A buen seguro debe llevarles bastante tiempo presentar sus declaraciones. Con lo ahorrado tienes un capital para comprarte un par de casitas monas e incluso un maserati (literal y no figuradamente), cuyo impuesto de circulación tampoco pagas, al igual que las multas, mostrando una coherencia impresionante con los principios propios de un anarcoliberal como dios manda. Sería necio no defraudar en bloque y ser infiel a tu ideario. Si tienes a Trump como héroe fiscal, no te queda otra.

Resulta llamativo que alguien pueda defender a capa y espada este tipo de actuaciones, proclamando a un defraudador confeso (que no presunto) víctima de una conspiración del Estado por su relación afectiva con cierta líder política. La única explicación de semejante actitud es que hubiera sido engañada por su pareja y el empresario en cuestión fuese un infiltrado de La Moncloa, una marioneta en manos de Sánchez, cuya misión sería enervar al jefe de gabinete para hacerle perder los estribos y que saque a relucir su auténtica personalidad, amenazando a diestro y siniestro como un iracundo Júpiter tronante muy belicoso para con quienes intentan hacer periodismo sin manual de instrucciones. La otra hipótesis es casi peor, porque se trataría de una estupidez cometida por el experto en comunicación y esto sería indigno del rey de las manipulaciones que ha cosechado excelentes resultados en varias contiendas electorales.

Frivolizar con la muerte inevitable de los ancianos enfermos denotaba un cinismo harto macabro, pero ponerse a cobrar estas facturas revela una crueldad que roza el sadismo

En medio de todo esto, nos desayunamos con que la CAM gobernada por Ayuso demanda las mensualidades no satisfechas a los herederos de quienes murieron en una residencia madrileña, porque así lo dictan las normas. Chúpate la mandarina. Cuatro años después te hacen revivir un trauma devastador pretendiendo cobrarte por aquella habitación donde agonizaron durante días o semanas tus progenitores. ¿Tendrían que pagar también, si los hubieran derivado a un hospital librando esas camas en las residencias? ¿Acaso fue voluntaria esa permanencia? Ojalá el Defensor del Pueblo pueda tomar cartas en el asunto y dar pie a las indemnizaciones morales que correspondan, al margen de las económicas que deberían sancionar una clamorosa mala práctica institucional, que usurpó desde una instancia política un triaje médico, competencia inalienable del personal sanitario. Frivolizar con la muerte inevitable de los ancianos enfermos denotaba un cinismo harto macabro, pero ponerse a cobrar estas facturas revela una crueldad que roza el sadismo y la carencia de toda empatía para con los demás, lo que debería inhabilitar para ejercer un cargo público de tanta responsabilidad.

Contrasta sobremanera la enardecida defensa de Ayuso a un confeso defraudador muy cercano a su persona y su implacable persecución de unos morosos que más bien deberían ser indemnizados por unas actuaciones bochornosas, que si siquiera se reconocen y son despachadas en sede parlamentaria con las gracietas de costumbre, como si le dictara el guión aquel necio borracho del que nos habla Shakespeare al caracterizar a la historia. ¿Cómo se puede creer que arrasar en las urnas puede borrar tus desmanes y permitirte decir cualquier cosa con toda impunidad? Es desolador y nada edificante. Un atentado contra la ética institucional que nos alerta para idear sanciones punitivas para con tanta tomadura de pelo.

Pero el poder parece servir como patente de corso para ciertos personajes a lo Putin o el actual presidente del gobierno israelí, al que la guerra le libra de rendir cuentas ante los tribunales internos, aunque debería hacerle comparecer más pronto que tarde ante instancias internacionales, porque ninguna defensa legítima causa tantas víctimas inocentes, entre las que se incluyen tres de los rehenes y siete colaboradores de una ONG que reparte comida, sin contar los miles de civiles que ven sus hogares bombardeados, entierran a sus familiares y no saben dónde refugiarse. Las atrocidades no pueden combatirse con aberraciones del derecho internacional por parte de un Estado que niega esa condición a sus vecinos y mantiene una política de colonización para proteger sus expansivas fronteras.

Ayuso, el confeso defraudador fiscal y los morosos de las residencias