sábado. 27.04.2024

“Se armó el Belén por no armar el Belén”

Hay cierta inquietud en los ambientes madrileños por la intención de la primera edil, de no montar el tradicional Belén que adorna en estas fechas nuestras calles.

Hay cierta inquietud en los ambientes madrileños por la intención de la primera edil, arropada por su equipo de gobierno, de no montar el tradicional Belén que adorna en estas fechas nuestras calles y plazas. La razón que aducen los nuevos mandatarios capitalinos es que no todos los madrileños son católicos. Y ciertamente así es, no todos son católicos, y no todos son cristianos, y menos hoy día en que Madrid está lejos de ser el “caserón manchego” del que hablaba Valle-Inclán, y actualmente da cobijo no sólo a manchegos y riojanos, sino a gentes venidas de todo el mundo, sirios y sorianos, moros y cristianos, por abarcar en pocas palabras las mezclas de culturas y procedencias en que se ha convertido el reino de España, y Madrid, su capital, algo connatural a su estado geográfico y afectivo.

Está claro que cada cual es como es, viene de donde viene y cree en lo que quiere, pero también no es menos cierto que allá donde fueres, haz lo que vieres, principio que pese a estar emparentado con el refranero, no deja de tener su sabiduría aplicable  a la buena convivencia en el, a veces difícil, mestizaje de culturas. Cada uno es muy suyo de comportarse como le venga en gana, pero externamente ha de guardar y respetar la libertad del otro, aunque en su interior no esté de acuerdo. La conciencia es una cosa y la convivencia es otra. Deben ir relacionadas, pero nunca la primera debe alterar la segunda, por encima de todo está la naturaleza del ser humano como “animal social” del que hablaban los filósofos, y como tal debe comportarse. La subjetividad al servicio de la intersubjetividad. 

Sin entrar en la profundidad de tales teorías, yendo al  asunto que nos ocupa, no hay que perder de vista la costumbre del comportamiento social mantenido por la tradición que si en un principio tenía un marcado carácter religioso, debido a la ignorancia del pueblo analfabeto, al que la iglesia pretendía educar con escenas, imágenes y repetición de ritos y preces, en la actualidad lo ha perdido, y ha pasado en la mayoría de los casos y mentes a adquirir un significado de convivencia familiar, social (familia, pastores, lavanderas... y reyes), y lo que es más importante, un gran sentido ecológico al convivir en armonía, pese a los escasos recursos y la manifiesta pobreza, los animales, los humanos, la naturaleza y el universo entero, el río, las estrellas. Sigue, pues, siendo esa escena una lección para una sociedad que sin ser analfabeta y estar tecnificada, no es consciente de dónde viene y quién es, y, contemplándose en esa “maqueta”, debe volver a sus orígenes olvidados. Una lección cuyo sentido en estas fechas se acrecienta por vivir en “tiempos de cólera” en los que la convivencia, no sólo religiosa, sino social, por muchas causas y razones falaces, se ha alterado.         

NO “ARME” EL BELEN

No hablo, por tanto de ser o no ser católico, que esa no es la cuestión, sino de no armar más belenes y meterse en charcos cuyo cieno nos puede ahogar. Y puestos a hacer estos planteamientos del payaso, se me ocurre apuntar a una bandera de un estrecho círculo social que a veces enarbolan como si se tratara de una idea progresista algunas administraciones: la “bandera gay”. Vayan por delante, señora Carmena, mis respetos, pues sé que quiere hacer las cosas como es debido, y sé de las dificultades para ello por el “embolao” que le han dejado los anteriores regidores -que conozco muy bien-, pero a veces me parece no estar bien aconsejada en temas domésticos de menor importancia, que mal planteados, la pueden tener. Así arguye que no pone el Belén porque no todos son católicos... ¿Y cuando pone la bandera del orgullo gay, quiere decir que lo hace porque todos los madrileños son gays? ¡Por favor! No se meta en esos charcos señora, que dará pie a que los contrarios la critiquen por nimiedades cuando no tienen razones para hacerlo por causas más graves, y traten de desprestigiarla aprovechando cualquier desliz.

La tradición del Belén es más antigua y más sana que la del árbol, importada de tierras norteñas, y mucho más saludable, educativa y ecológica, no sólo que el árbol arrancado (se pierden casi el 70%) sino también más sana y menos peligrosa que esa otra -consentida y bien vista por la mayoría- de iluminar las calles con miles de bombillas, con la alta contaminación lumínica que provoca, cuyas consecuencias son la alteración de la vida natural, una contaminación que sigue luego en la tierra cuando se desmonta, por los restos inservibles de las lamparillas rotas o fundidas, plomos, cables y barras. ¿Qué es preferible? ¿Armar el Belén, por no armar el Belén? Hay asuntos de mayor importancia. Espero que otros alcaldes de otras ciudades, sean o no católicas, lo tengan en cuenta... Hay “Belenes” que conviene “armar”, por ser toda una obra de arte. 

“Se armó el Belén por no armar el Belén”