martes. 19.03.2024

Algunas respuestas al triunfo de Bolsonaro

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Resulta difícil de entender que hayan votado en un 46% a un personaje de esta catadura moral. Muy enferma o manipulada tiene que estar la sociedad brasileña

Acaba de publicar Manuel Castell una Carta abierta a los intelectuales del mundo, comprometidos con la democracia, apelándoles con un grito de profunda desesperación  a que hagan todo lo que esté en sus manos para evitar que Bolsonaro llegue al poder el próximo 28 de octubre en Brasil. Motivos de preocupación son claros, es fascista, defensor de la dictadura militar, misógino, sexista, racista y xenófobo. Argumenta que lo que está en juego es la defensa de la humanidad, porque si Brasil, el país decisivo de América Latina, cae en manos de este deleznable y peligroso personaje, y de los poderes fácticos que le apoyan, los hermanos Koch entre otros, nos habremos precipitado aún más bajo en la desintegración del orden moral y social del planeta, a la que estamos asistiendo.

Resulta difícil de entender que hayan votado en un 46% a un personaje de esta catadura moral. Muy enferma o manipulada tiene que estar la sociedad brasileña. 

Quiero detenerme en el tema de los intelectuales. En el libro publicado en 2008 Sobre el olvidado siglo XX, Tony Judt afirma que de todas las transformaciones de las tres últimas décadas, la desaparición de los “intelectuales” quizá sea la más sintomática. El siglo XX fue el de los intelectuales, vocablo que empezó a usarse a inicios del XX, significando a personas del mundo de la cultura que se dedicaban a debatir y a influir en la opinión y la política pública, y que estaban comprometidos con un ideal, un dogma o un proyecto. Los primeros fueron los escritores que defendieron a Dreyfus de la acusación de traición, recurriendo para su defensa a valores como “justicia”, “verdad” y “derechos”. Considerando la trascendencia que los intelectuales tuvieron en el siglo XX, a ellos Tony Judt dedica una parte importante de su libro: Arthur Koestler, Primo Levi, Manès Sperber, Hannah Arendt, Albert Camus, Louis Althusser,  Eric Hobsbawn, Leszek Kolakowski, Juan Pablo II y Edward Said. Puede resultar excesiva la tesis de Tony Judt. Yo me inclinaría a pensar por el contrario, que no se ha producido la desaparición de los intelectuales. Lo que ha ocurrido especialmente en España, es su derechización, como afirmó Ignacio Sánchez Cuenca en un artículo, La derechización de los intelectuales españoles, en el que afirma que las ideas liberal-conservadoras son hoy hegemónicas en la esfera pública en nuestro país. En muchos casos son defendidas con auténtico frenesí por gente que fue progresista en su juventud, y a veces, hasta marxista-leninista. Juan Gari, en la misma línea afirma que algunos artistas y maîtres à penser celtibéricos, después de una vida informada por la coherencia progresista más o menos acusada, han coronado su madurez pasándose con armas y bagajes a las filas conservadoras –donde han sido recibidos, lógicamente, con gráciles alharacas. No se trata de un grupo homogéneo: Albert Boadella, Sánchez Dragó, Fernando Savater,  Félix de Azúa, Arcadi Espada, Mario Vargas Llosa. No puedo menos que recordar, para que nos hagamos una idea del caletre de este escritor peruano, su artículo escrito en 2012 de título rimbombante Aguirre, esa Juana de Arco liberal, en el que no tiene empacho en escribir esto: “La vamos a echar mucho de menos. Todos. Los que, como yo, la admirábamos y nos hubiera gustado verla llegar a la Presidencia del Gobierno, convencidos de que, con ella al frente, jamás se hubiera hundido España en una crisis como la que hoy padece.”

Mas, este fenómeno de derechización de la intelectualidad no se circunscribe a España. Ya en octubre del 2002 Le Monde Diplomatique publicó un texto de Maurice Maschino sobre los intelectuales que dominan con su presencia los medios de comunicación en Francia. La prestigiosa publicación, que reúne, mes a mes, a las voces más destacadas de la izquierda, declara con ello la guerra a los intelectuales que llama con desdén, en la cabeza del artículo, "los nuevos reaccionarios". Circunstancia nueva que contrasta con lo que han sido los intelectuales franceses desde hace más de 100 años, afirma Maschino, "la vanguardia del combate por la justicia y por la libertad". Víctor Hugo condenó la intervención de su país en México; Émile Zola denunció los atropellos del Ejército en el caso Dreyfus; Andrè Gide criticó el colonialismo en el Congo; Andrè Malraux luchó a favor de la república española; incluso, François Mauriac levantó la voz contra las torturas cometidas por los soldados franceses en Argelia; y Jean Paul Sartre escribió el prólogo del libro Los condenados de la tierra de Frantz Fanon… "Es difícil hoy --concluye-- imaginar el impacto que tuvo sobre la opinión pública y sobre los poderes establecidos una movilización semejante de los grandes espíritus de la época".

Y la verdad es la que es. Como la gran mayoría de los conspicuos y egregios “intelectuales” de los grandes medios españoles agotan todo sus esfuerzos con la Venezuela de Maduro, la Cataluña de Puigdemont y Torra, el chalé de Pablo Iglesias o la tesis de Pedro Sánchez no queda otra opción que recurrir a voces foráneas para tratar de entender lo que está ocurriendo en Brasil. Hago un inciso. Personalmente, como simple profesor de instituto, aporté mi granito de arena a esta tarea con un artículo publicado en este mismo medio  el 10 de agosto pasado Lawfare. La judicialización de la política en América Latina. Lawfare significa el uso indebido de instrumentos jurídicos para fines de persecución política, destrucción de la imagen pública e inhabilitación de un adversario político. Me refería a Lula que fue apartado de la carrera política y así se puede explicar el triunfo de Bolsonaro. Son cosas muy distintas el poder judicial de la justicia.

Afortunadamente todavía quedan intelectuales comprometidos, que sacuden las conciencias de los pueblos, para que estos conozcan su realidad social  y así asumir el compromiso de transformarla. Uno de ellos es Boaventura de Sousa Santos, autor al que me he referido en numerosas ocasiones en mis artículos. Y como era de esperar no permanece impasible ante los acontecimientos actuales de Brasil, ya que en el blog Espejos Extraños del Público.es  acaba de escribir un contundente artículo titulado Brasil en peligro: tres bombas de reloj.  Las tres bombas que pueden explotar, si triunfa Bolsonaro, son las de la desigualdad, heredada desde la etapa colonial y mantenida tras la independencia y que los gobiernos del PT trataron de desactivar, pero requería más tiempo de gobiernos de izquierdas para que esta desactivación fuera completa. La segunda es el intervencionismo militar, que no ha sido eliminado porque fue una transición a la democracia vigilada por los militares. Cabe recordar que algunos militares han alardeado que si se presentaba Lula a las presidenciales intervendrían. Y la tercera bomba reloj se construyó en Estados Unidos a partir de 2009 cuando el Gobierno estadounidense se dio cuenta de que el subcontinente huía de su control mantenido sin interrupción a lo largo de todo el siglo XX. La pérdida de control contenía ahora dos peligros para la seguridad de Estados Unidos: el cuestionamiento del acceso ilimitado a los inmensos recursos naturales y la presencia cada vez más preocupante de China en el continente. La bomba comenzó entonces a construirse, no solo con los mecanismos tradicionales de la CIA y el Instituto del Hemisferio Occidental para la Cooperación en Seguridad, sino sobre todo con los nuevos mecanismos de la llamada defensa de la “democracia amiga de la economía de mercado”. Esto significó que, más allá del Gobierno estadounidense, la intervención podría incluir organizaciones de la sociedad civil vinculadas a los intereses económicos de Estados Unidos (por ejemplo, las financiadas por los hermanos Koch). En consecuencia, es una defensa de la democracia condicionada por los intereses del mercado y, por eso, descartable siempre que los intereses lo demanden.

La victoria de Bolsonaro en segunda vuelta, según Boaventura de Sousa Santos, significará la detonación simultánea de las tres bombas reloj. Y difícilmente la democracia brasileña sobrevivirá a la destrucción que provocará. Por eso, la segunda vuelta es una cuestión de régimen, un auténtico plebiscito sobre si Brasil debe continuar siendo una democracia o pasará a ser una dictadura de nuevo tipo. Cita un reciente libro suyo que circula hoy bastante en Brasil  Izquierdas del mundo, ¡uníos! Mantiene todo lo que dice ahí, pero el momento le obliga a una invocación más amplia: demócratas brasileños, ¡uníos!

Otra voz foránea a la que recurro  es la de José Steinsleger, periodista argentino residente en México y columnista de La Jornada,  que nos proporciona algunos detalles en su artículo ¿Dios ama al capitán Bolsonaro?  De entrada, señala que  si el 28 de octubre Bolsonaro se alza con la presidencia, será difícil que Lula se libre de los 13 años de cárcel que le impuso el juez Sergio Moro. Explica los resultados de la primera vuelta y de los más que previsibles del próximo 28 de octubre. El 11 de mayo de 2016 el pastor brasileño Everaldo Pereira sumergió la cabeza del capitán Jair Messias Bolsonaro en las aguas del río Jordán y, mágicamente, el entonces diputado nacional y líder del minúsculo Partido Social Cristiano (PSC, católico) se hizo evangélico. Luego, lleno de dicha, marcó su celular, y a través de las redes antisociales envió un mensaje inequívoco a sus seguidores: Mar de Galilea/Israel, Bolsonaro felicita a todos los brasileños que han luchado por este momento. Y justo este día, el Congreso de Brasil empezaba el infame proceso de destitución de la presidenta Dilma Rou­sseff. Los pocos analistas de izquierda y derecha que registraron la ceremonia, no le dieron importancia al hecho. Año y medio después (enero de 2018), Bolsonaro se afilió al Partido Social Liberal (PSL), agrupación más irrelevante que el PSC. El PSL fue el noveno partido de la carrera política de Bolsonaro, desde que en 1989 fue elegido concejal por el Partido Demócrata Cristiano. En la segunda quincena de agosto, poco antes de que la justicia vetara la candidatura de Lula (siendo su lugar ocupado en septiembre por Fernando Haddad), las encuestas daban a Bolsonaro la mayor intención de del 17%. Entonces, aterrizó en Brasil el ultraderechista Steve Bannon (que ayudó a la victoria de Donald Trump), para asesorar a Bolsonaro. Con el tiempo en contra… ¿qué pudo sugerirle Bannon al candidato? Es posible: después de Lula y Dilma, las masas de tu país fueron sumergidas en la mierda. Exalta hasta el paroxismo toda la mierda que hay en la sociedad, y con ayuda de Wall Street, los grandes medios y el apoyo de Washington, ganarás. Cosa en la que Bolsonaro tenía práctica. Pero ¿cómo hizo el odioso candidato para ganar la primera vuelta? El trabajo del ejército de pastores de las iglesias pentecostales y neopentecostales, distribuidos en los 6 mil templos a lo largo y ancho de Brasil, que han ido creciendo en los últimos a costa de los católicos.

 Por último, acudo a la opinión del filósofo Vladimir Safatle, profesor de la Universidad de São Paulo (USP). Afirma que  los posicionamientos de Bolsonaro sobre pautas identitarias, como los derechos de las mujeres y LGBT, dominaron el debate electoral en la primera vuelta y atrajeron el foco de atención internacional. Sus declaraciones fueron utilizadas por el candidato a partir de un cálculo estratégico para vaciar la discusión política.  Sigue afirmando que el rechazo de la sociedad brasileña a medidas neoliberales condujo al país a una situación "atípica" en el escenario global. Brasil llega en 2018 con dos de sus mayores empresas siendo públicas, así como dos entre sus mayores bancos. Además, con un sistema de salud que cubre a 207 millones de personas y es gratuito, universal, cosa que ningún país con más de 100 millones de habitantes tiene. Hay también 57 universidades federales completamente gratuitas. No son universidades para la élite. Sólo en la USP, el 60% de los alumnos vienen de familias que ganan hasta diez salarios mínimos. Se percibe que Brasil llega a los días actuales en una situación muy atípica desde el punto de vista del neoliberalismo. Además  investigaciones muestran que el 68% de la población brasileña está en contra de las privatizaciones; 71%, contra reformas en las leyes laborales y 85% contra reformas en la previsión.

Los defensores de esa agenda neoliberal comprendieron que la única manera de imponerla era ocultándola, no dejando que fuera claramente expuesta y tematizada. Sus reformas se implantarían de una manera autoritaria" como en el modelo chileno del Pinochet. Es un neoliberalismo claramente autoritario, diferente de lo que se tiene en Europa. Allí, la extrema derecha es antiliberal, proteccionista, que incorpora ciertas pautas sociales venidas de la izquierda y usa la lucha contra el sistema financiero en su discurso. Exactamente por eso, el neoliberalismo en Europa tiene que ser implementado por figuras más al centro. No es lo que sucede en Brasil.

Esta agenda neoliberal a imponer no podía ser expuesta en el debate público. La única forma de hacer eso era alimentar y resucitar los peores fantasmas autoritarios de la sociedad brasileña, colocándolos en el centro del debate político. Todas estas bravuconadas preconcebidas son piezas fundamentales en la estrategia retórica de anulación del espacio político. Lo que hemos visto ha sido una anticampaña, basada en el vaciamiento del espacio político, precisamente por medio de ese tipo de provocación a las minorías vulnerables - negros, mujeres, LGBTs - que se rebelan, con toda justicia, y ese juego ocupa toda la escena de la campaña.

Por otra parte, un potencial fascismo que estaba más o menos reprimido gana derecho de existencia y aflora de manera muy fuerte. Eso viene de lejos. La dictadura militar tuvo apoyados, y la gente conoce muy bien el patrón racista de varios sectores de la sociedad brasileña. Por otro lado, hay un elemento fundamental y absolutamente impresionante: la campaña sale del espacio público y se desplaza hacia el virtual, difícil de ser compartido por la sociedad. En ese espacio, la producción continua de imágenes y vídeos falsos de fuerte carga retórica, que pueden ser compartidos, acaban dando el tono. Grandes manifestaciones populares que ocuparon las calles de Brasil y, de repente, fueron anuladas. Nadie sabía exactamente qué sucedió. Justo después de esas manifestaciones, Bolsonaro tuvo un salto en las encuestas. Después, todo se entiende. Con una organización impresionante, una red muy amplia de circulación de imágenes, profesionalmente constituida, intentó anular el acto por la construcción de un evento falso en el lugar. Hacían circular fotos que no tenían nada que ver con aquellas protestas, con el objetivo claro de denigrar sus propuestas. Lograron anular un evento callejero por medio de una movilización virtual.

La campaña del Bolsonaro parecía hecha aprisa. Pero no fue así. Era extremadamente organizada, por la calidad del material que circulaba. Los materiales que anularon la manifestación contra él comenzaron a circular horas después de los actos y eran extremadamente bien producidos, en redes en WhatsApp con miles de personas, que se articulan entre sí y difunden un conjunto enorme de imágenes extremadamente bien editadas por profesionales.

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