domingo. 28.04.2024

Las elecciones de los recortes

Viendo todo lo que se está llevando a cabo y lo que se anuncia, nadie diría que estamos a punto de entrar en campaña electoral. Claro que no crean tampoco que se trate de ningún ataque de honestidad política a propósito de lo que convenga más a la mayoría de la sociedad.

Viendo todo lo que se está llevando a cabo y lo que se anuncia, nadie diría que estamos a punto de entrar en campaña electoral. Claro que no crean tampoco que se trate de ningún ataque de honestidad política a propósito de lo que convenga más a la mayoría de la sociedad. Es más bien que de momento, todos los recortes que se están produciendo en sanidad y educación y los que se anuncian, corresponden precisamente, a competencias de las comunidades autónomas y de los ayuntamientos, y estos no van a tener elecciones (salvo Andalucía y el País Vasco) hasta dentro de cuatro años.

Así pues, estamos ante las consecuencias de la política de ocultación y del engaño preelectoral de las pasadas elecciones autonómicas y municipales, que está interfiriendo, ahora, sobre la precampaña electoral del próximo veinte de Noviembre.

Mientras tanto, el candidato socialista se esfuerza por presentar propuestas razonables que le acerquen a los electores de izquierda y progresistas que salieron corriendo tras las políticas llevadas a cabo en el último año y medio por Zapatero.

Y lo que dice y propone la verdad es que suena bien. Suena bien pero el drama para los socialistas es que no puede convencer. La gente se pregunta por qué no lo han hecho antes. Por qué el gobierno socialista sigue al pairo embarcándose en todas y cada una de las solicitudes que se le hacen desde la derecha neoliberal europea. Sea la reforma de la Constitución o sea la ampliación de las atribuciones para la Base de Rota.

Había escuchado muchas veces, en mis viajes al continente americano, quejarse a la gente progresista de tener que optar en las votaciones de sus países, siempre “entre dos males” por el mal menor. Tan es así que había asumido que esa era una característica propia de la política electoral en las tierras hermanas del continente americano.

Y sin embargo, casi de sopetón, nos hemos encontrado aquí en España, ante esa misma disyuntiva; la de tener que elegir en las próximas elecciones generales, la opción que resulte el mal menor para los maltrechos idearios de izquierda y progresistas. Y he de reconocer que no resulta nada fácil votar sin convencimiento ninguno, a una opción (por muy bien que pueda caer el candidato) que ha traicionado todas y cada una de las esperanzas de quienes le otorgamos nuestra confianza hace cuatro años.

Y sin embargo, analizando las opciones para ejercitar un voto de castigo desde la izquierda, solo existe un enorme desierto.

Las elecciones generales exigen la obtención del 5% de los votos para poder optar al reparto de escaños, pero en muchas circunscripciones la obtención de escaño se sitúa por encima del 10-12% imposible de alcanzar para los partidos recién llegados.

Así pues, el Partido Popular de Mariano Rajoy, se sabe y se siente ganador. La interrogante por resolver es cuantos diputados le sobrarán después de obtener la mayoría absoluta. Tan claro lo tienen que ni siquiera le están poniendo sordina, en las autonomías que ya gobiernan, a los recortes en materias sensibles como sanidad y educación. Sin importarles que la interpretación resultante sea la de que están anticipando lo que hará Rajoy al día siguiente de ganar las elecciones.

Y aun así, si uno pulsa la opinión de la calle y lee los diversos comentarios que se publican en los medios y en las redes sociales, le queda la sensación de que estamos, irremediablemente, en algo parecido a la decepción que se produjo en la izquierda en el año 2000, cuando dos millones de votantes de izquierda decidieron quedarse en casa y no acudir a votar. El resultado se lo recuerdo: mayoría absoluta del Partido Popular con 183 escaños, y debacle del Partido Socialista y de Izquierda Unida con 125 y 8 escaños respectivamente.

Me gustaría poder contarles algo diferente o terminar estas líneas con alguna moraleja que ayudara a la izquierda en lo inmediato, pero sinceramente no la encuentro.

Zapatero y su gobierno han quemado las naves y han dejado al conjunto de la izquierda al otro lado del río.

Ahora lo que aguarda, es una larga travesía del desierto que, ojalá sirva para establecer las bases para la reorganización de la izquierda, abriendo los partidos a la sociedad e instaurando como medida de gobierno la consulta a todos los niveles.

Pero que nadie se haga ilusiones, porque las resistencias de “lo viejo” a desaparecer dejando paso a lo nuevo, y de los aparatos de los partidos a perder poder a favor de una mayor democracia y participación de sus afiliados y simpatizantes, no va a resultar una tarea fácil.

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