martes. 16.04.2024
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Si volvemos a la vista atrás, y nos remontamos a la España de los setenta, prácticamente ayer, veremos que hasta 1975 las mujeres casadas no podían, por ejemplo, acceder a un trabajo asalariado sin el permiso de sus maridos, con la repercusión que esto tuvo a posteriori en sus pensiones. Durante los años ochenta y parte de los noventa del siglo pasado, la teoría sobre la ciencia política y feminismo planteó muchas cuestiones en relación con la justicia, en particular en lo referente a los derechos de igualdad. Y poco a poco la corriente feminista luchó por un orden social, político y cultural que acabará con la subordinación a la cultura del patriarcado, cuya influencia repercute a la vez negativamente tanto en hombres como en mujeres, donde éstas últimas se convierten en las principales promotoras de la equidad. Desde el inicio, el movimiento feminista reclamó un trato equitativo, en relación con la triada opresión-conciencia-necesidad, lo que conduce al reconocimiento de dos elementos: por un lado, se trata de una teoría, con desarrollo conceptual, ética y procedimientos, y por otro, una actuación que lleva a utilizar la acción política para superar el patriarcado.

El Siglo XX se caracterizó, en el ámbito laboral, por la lucha por los derechos laborales y conviene recordar que los sindicatos planteaban la división del día en tres: 8 horas para el trabajo, 8 horas personales y 8 horas para dormir. La definición de ocho horas de trabajo diario representa el resultado de un gran esfuerzo por obtener condiciones de vida dignas, junto con las vacaciones, pago de horas extras, permiso pago por enfermedad, licencias de maternidad y paternidad, entre otros. Todo esto no ha sido conquistado de manera generalizada en EEUU y se encuentra todavía cuestionado en Europa por los alineamientos neoliberales.

El movimiento feminista presentó una agenda de mínimos: Derecho a la igualdad de oportunidades, derecho a la justicia económica, derecho a una mayor participación democrática, derecho a la sexualidad y a la procreación libre e informada, derecho al amor diverso y derecho a un medio ambiente saludable y sustentable.

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Alicia Miyares, en “Misoginia y Reacción” (2013), apunta al compromiso feminista en la denuncia de los retrocesos de la democracia, entendida ésta última por el ejercicio de los derechos de la ciudadanía. La relación entre feminismo, Psicología Política y Estado evidencia que los derechos humanos no son “objeto” de estudios teóricos, pues la comprensión de su esencia requiere del compromiso ético en su defensa. Miyares propone: El reconocimiento de las luchas sociales como motor de cambio. La develación de las ciencias como parte de las estructuras de poder y, por ende, la necesidad de cuestionar prácticas y teorías basadas en la discriminación y la exclusión. La priorización de temas, obtenidos por las demandas de grupos violentados, implica asumir una perspectiva de derechos con miras a la construcción de un saber relevante y participativo.

Concepción Arenal dijo: ”la sociedad no puede en justicia prohibir el ejercicio honrado de sus facultades a la mitad del género humano”.

Un aspecto que resaltar en la lucha por la igualdad, es que los hombres reconozcan su lugar en la transformación de las relaciones no equitativas de género, que se involucren en la acción para erradicar estas situaciones injustas. Este impulso se ha materializado en propuestas como el Lazo Blanco en la cual hombres de diferentes países se movilizan de manera directa contra la violencia hacia las mujeres. Pero a niveles más locales también se identifican iniciativas de hombres o grupos organizados de hombres, que trabajan para cuestionar las acciones hegemónicas masculinas y ofrecen una alternativa desde una resistencia personal, social y política al orden tradicional de género. El elemento común de estos activismos es, además de la involucración de los varones, la incorporación de un lenguaje y un discurso que apuntan a una acción masculina diferente y en las transformaciones subjetivas en diferentes esferas de la vida de los varones.

Por último, compartir esta reflexión de Concepción Arenal: ”la sociedad no puede en justicia prohibir el ejercicio honrado de sus facultades a la mitad del género humano”.


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