lunes. 29.04.2024

Sin ser un experto ni en la "mineria" de las criptomonedas, ni en los "blockchains” que facilitan tanto su utilización como el encriptamiento con el que la utilización de éstas, está desvinculado de los usos que hasta ayer fueron los medios con los que se desarrollaban los procesos económicos, soy consciente de lo que representa el advenimiento de unos recursos que como todo aquello que está fuera de control, se desconoce adonde nos puede llevar.

Dentro de mi ignorancia, sé que hay muchos que abogan por su utilización; así como otros tantos que tratan de exorcizarlas. Los motivos son tan poderosos, como la necesidad de ahondar en las consecuencias que estas motivaciones acarrean. Para aquéllos que defienden su utilización se encuentran los que aducen, que con su uso se eliminan toda una serie de controles que les liberan de la vulneración de una privacidad que es un derecho contemplado en el artículo 12 de la Declaración de los Derechos Humanos. Una privacidad o intimidad que son esenciales para el desarrollo de la personalidad y la protección de la dignidad. Sin embargo, en este mismo artículo se manifiesta que la privacidad no es un derecho absoluto, y puede ser limitada en algunos casos, cuando estas intrusiones son proporcionales al beneficio que éstas aportan a la sociedad. 

Los que defienden su utilización aducen que con su uso se eliminan toda una serie de controles que les liberan de la vulneración de una privacidad

En este contexto, cuando vemos que con el uso de una tecnología que nos ha llevado a una Inteligencia Artificial que retrotrayéndonos a la obra 1984, los que la usan, pueden llegar a tener acceso a nuestras actividades más íntimas, invocar aquella defensa, independientemente de que éstas se han escapado de nuestras manos, lo que con toda seguridad están exhortando es poder llevar a cabo actividades ilícitas, o procurarse unos activos que eludan tanto las obligaciones que deben materializar para el desarrollo social de la economía, como el hecho de que, en el supuesto de que estas criptomonedas gozaran de una total desvinculación con el proceso global de las economías; es decir que no fueran creadas por los bancos centrales de todos los Estados, con su salida o con su entrada en una economía, afectaría al agregado monetario representado por M1; es decir, el dinero circulante y los depósitos a la vista. Con lo cual, para equilibrar el mencionado M1, los bancos centrales tendrían que incrementar o disminuir la cantidad de dinero disponible con el que equilibrar las funciones del dinero fiduciario. En consecuencia, con la alteración de estas funciones, la regulación de la economía dejarían de estar en manos de los Estados para no estar ni siquiera en manos de aquéllos que con su utilización, estarían ocasionando un verdadero caos en esa economía. Por sus efectos constituiría una situación que podríamos utilizar como ejemplo de lo que ocurre cuando los Bancos Centrales incrementan la cuantía de la masa dineraria para reactivar un estancamiento del proceso de producción y distribución. Con una excepción; y es que de ocurrir que estas criptomonedas descentralizadas sustituyeran totalmente al dinero fiduciario, las irregularidades e insuficiencias que se derivarían del uso de estos medios de cambio conllevaría que, ni los Gobiernos ni las economías ni el propio Estado tendrían razón de ser. Existe sin embargo otro factor que aunque altera la cuantía de la masa en circulación, sus resultados son completamente diferentes a los originados por la utilización de las criptomonedas descentralizadas: el de las acreditaciones. Especialmente lo representado por los coeficientes de caja con los que la banca privada facilitan uno préstamos, en función del efectivo que en la misma no esté siendo utilizado. Unos coeficientes de caja que, como se menciona en la primera parte de la obra ¿Es posible otra economía de mercado?:

En los años cincuenta, los bancos centrales exigían que para la creación de dinero bancario, la banca debía mantener como un activo líquido un mínimo de un 20% de sus depósitos. Hoy día, este requerimiento prácticamente ha desaparecido.

Y es que mientras estas acreditaciones acrecientan provisionalmente la cuantía de las operaciones que se suelen materializar con el dinero fiduciario, o el digital controlado por la banca, los créditos de ésta y los pagos diferidos que tienen lugar entre las empresas, han de revertir a su debido tiempo, - junto con los intereses que estas acreditaciones hubieran devengado -, en la banca, o en aquellas empresas que a través de unas ventas cuyo importe se hubiera pactado reembolsarlo en un determinado tiempo.

Las irregularidades que se derivarían del uso de estos medios de cambio conllevaría que, ni los Gobiernos ni las economías ni el propio Estado tendrían razón de ser

Refiriéndonos ahora a los matices que podrían afectar a los que estuvieran utilizando estas criptomonedas descentralizadas, hemos de diferenciar entre las operaciones llevadas a cabo por aquéllos que contando con sus hipotéticas devaluaciones, y confiando con las revalorizaciones que actualmente cuentan, las adquirieran como activos refugio; y las de aquéllos que empleándolas para acometer actividades delictivas, su volatilidad constituiría un problema secundario. Lo que sí estaría afectando a ambos, serían las consecuencias que en última instancia los Estados tendrían que adoptar, para impedir los desórdenes que su utilización habría de conllevar.

Independientemente de todo lo antedicho, entre las motivaciones que podría ocasionar su utilización, es dable mencionar las derivadas de una economía de mercado en la que recurrentemente se producen anomalías, como consecuencia de los ciclos que en la misma se generan, unas disfunciones debidas a que, en unos casos comportan un proceso deflacionario, y en otros, una inflación descontrolada; unos desajustes que en algunos de ellos acostumbran aunar en uno solo, deflación con inflación. Es decir, una estanflación en la que la utilización de estas criptomonedas descentralizadas sería la única manera de soslayar las consecuencias de estas crisis. Como ocurrió en 2013, cuando según el ecónomo Elie Cohen, se produjo la crisis bancaria de Chipre. Un evento que provocó en esta isla la congelación de los depósitos y la prohibición de retiradas de efectivos; motivos por los cuales hubo una inversión considerable en bitcoins, ante el temor de un riesgo potencial de bancarrota de los sistemas financieros.

Si las criptomonedas conllevan un descontrol de la economía, éstas han de estar...