sábado. 27.04.2024
ESTA ECONOMÍA ES UNA DISTOPÍA

El neoliberalismo, una bestia insaciable

Si es cierto que lo económico en cierta forma determina lo que haya de ser lo social, este modelo tenemos que cambiarlo. No hay otra alternativa.
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Esta serie la comencé a escribir en enero del 2016

Cuando en este modelo constitucional los partidos acaparan el poder ejecutivo y el legislativo, están condicionando no sólo al judicial; están determinando tanto la política a seguir por el Banco de España, por la Comisión Nacional del Mercado de Valores, por la que puedan desarrollar los Sindicatos arraigados al pesebre, e incluso derogar con la sanción de la corona, un artículo como el 135 de la Constitución. Una enmienda en la que se establece que el pago de los intereses y el capital de la deuda pública de las Administraciones gozará de prioridad absoluta. ¿Recordáis aquello de que son unos canallas? Pues al dar prioridad al pago de la Deuda, en detrimento de la Educación, la Sanidad, y entre otros, el derecho a no ser desprovistos de un techo se nos está mostrando no sólo que esta Constitución fue y sigue siendo una chapuza, sino que muertos la mayor parte de los que la fraguaron, los que aún nos siguen jodiendo, se felicitan al haber logrado conformar una comunidad estúpida y creyente.

Hace ya varios días convoqué a través de una serie de anuncios y correos electrónicos, una conferencia interactiva con la que se pretendía analizar las causas y en su caso buscar soluciones al problema del paro y al futuro de nuestras pensiones. Asistieron tres personas. Y por supuesto, las tres se comportaron como convidados de piedra. No sé si por apatía, o porque, por escepticismo, en su fuero interno consideraban que no podemos hacer nada. Y entonces me vino a la memoria aquel espíritu de libertad sin miedo y sin ira, que nos invadió a todos con la llegada de aquel espécimen con una chaqueta de pana para los días festivos, el que nos sometió a una desindustrialización; de aquél que sustituyéndole con posterioridad, coreando al del arbusto (Bush en inglés), se dedicó a graznar sobre las armas de destrucción masiva; de cómo aquél “si no hay libertad sin duda la habrá”, se fue diluyendo, debido a la apatía que se genera en las masas como consecuencia de lo que observa como un continuado proceso de corrupción. En este contexto (como expongo en la segunda parte de la obra ¿Es posible otra economía de Mercado?), es filogenéticamente comprensible que Rousseau dijera:

“No se puede imaginar que el pueblo permanezca siempre reunido para ocuparse de los asuntos públicos, y se comprende fácilmente que no podría establecer para esto comisiones sin que cambiase la forma de la administración".

Es inconcebible observar cómo la Derecha y la Izquierda (al igual que los idearios republicanos y demócratas en otros países), han sido fagocitadas por el poder del 1% de la población. ¿La Derecha, la Izquierda? ¿Podemos depositar nuestras expectativas en algo que no sea nosotros mismos? Y si esto es así, ¿no resulta patético que más allá de que ese 99% sea de derechas o de izquierdas, no hayamos sabido asumir la importancia de los porcentajes? ¿No nos causa sonrojo constatar que constituimos un conjunto de unidades, que como consecuencia de los esfuerzos que ocasiona pensar, se ha acomodado a que piensen por nosotros? ¿No nos hemos todavía enterado, que, pensando, no sólo podremos superar nuestros problemas, sino que al hacerlo estaremos concienciándonos de cuál es nuestro poder?

Y lo curioso del caso es que podemos liberarnos sin recurrir a la violencia. Pero esto es algo que poco a poco iremos devanando a lo largo de otras intervenciones. Por ahora me basta y me sobra conque vayamos despertándonos. Una vez concienciados que somos nosotros los que hemos de regir nuestros destinos, y analizadas las razones por las cuales la expulsión laboral se produce, y las jubilaciones están siendo puestas en tela de juicio, podremos pasar a decidir, como pueblo (y no a los dictados que nos impongan los que rigen los destinos del mundo), si estamos dispuestos a afrontar las medidas que tengamos que tomar para, en lo posible, reducir el paro y asegurar nuestra jubilación, a través de una reestructuración de nuestro modelo de economía de mercado.

Es necesario concienciarse que este neoliberalismo con el que se están incrementando las desigualdades es una bestia insaciable. Que este modelo neoliberal, que es el hijo bastardo de lo que otrora fue un capitalismo embridado, está proliferando en otros enclaves. En lugares en los que en épocas pasadas, en función del arribo de una concienciación de clases, a pesar de sus defectos, nos hicieron ver lo que estaba pasando. Hemos visto que en función de la menor rentabilidad que tienen los activos dedicados al proceso productivo, las inmensas acumulaciones que ocasionan las desigualdades en nuestras sociedades, o bien buscan seguir explotando plusvalías en países en donde los salarios son de miseria, o en su defecto, empleándolas en actividades especulativas con las que no solo no se crea nada, sino que malogran un eficiente desarrollo de la economía. Y una prueba de ello la tenemos en las obligaciones que generan en ésta, la existencia de la Deuda Pública. En el pasado hemos visto cómo para reactivar la economía, se incrementaron de forma exponencial unos medios de cambio, que ante la falta de incentivos derivada de una disminución de la tasa relativa de ganancias, estos medios de cambio han sido utilizados en la compra de Deuda Pública; así como bonos y activos financieros, que al no estar respaldando riquezas reales, han generado unas obligaciones que a las economías occidentales les resultan insoportable soportar. Hemos llegado a un punto en el que comienza a considerarse como intolerable el tipo de prosperidad que la evolución de este modelo ha degradado los valores de nuestra sociedad. Hemos alcanzado un punto en el que sus secuelas negativas dan fe de su innegable disfunción. Tanto socio-cultural como económica Un estado que Marx pretendió superar con la modificación de las relaciones de producción y de distribución; que Marcuse trató de exorcizar a tenor de la natural desublimación represiva que supuestamente habría de traer la revolución tecnocrática, y que Norman O. Brown, sin ninguna indulgencia para con sus aspectos positivos, intentó solventar con la completa desmitificación de nuestros condicionamientos culturales; en la recusación de nuestro natural e incuestionable instinto de la muerte. Hemos llegado a un punto en el que por razones derivadas de un predominio geoestratégico, está empezando a resurgir una nueva guerra fría. Un conflicto que sólo podrá resolverse con la desaparición de las motivaciones que sus promotores generaron. Bien a través del eclipse de una de las partes, bien (o mejor dicho, desgraciadamente mal), con la extinción de los dos perros en los que se incubó la rabia. En concordancia con lo que dijo Jean Paul Sartre “Cuando los ricos se declaran la guerra, son los pobres los que mueren”,lLo cual me lleva a sacar a colación la siguiente cita de Rodian Romanovich:

El gran empresario llevó de su mano a políticos y agentes sociales, hasta las afueras de la ciudad. Allí, les invitó a mirar un gigantesco descampado y, solemne, les dijo: “¿Lo veis? Él nos sacará de la crisis.”

Si no fuera tan trágico podríamos contemplarlo como la solución. Lo que ocurre es que lo que como desenlace esta solución nos está avisando, es que no podemos dejar en manos de otros lo que constituiría un holocausto. Tenemos que enfrentarnos no sólo con los poderes que nos están utilizando, sino incluso con aquéllos que habiendo tirado la toalla y pretendido conformar un modo de “vivir” que, contemporizando, consideran que éste representa una realidad incuestionable, este presente está modelando lo que tendremos que asumir como futuro. De no enfrentarnos decididamente estaremos renunciado a nuestra propia identidad. Inducidos por la inmoralidad y las injusticias que hemos de sufrir en nuestra sociedad, llegaremos incluso a contemplar que ese “vivir” es compatible con la desestructuración de la familia, de la moral, del esfuerzo y de las obligaciones. Si es cierto que lo económico en cierta forma determina lo que haya de ser lo social, este modelo tenemos que cambiarlo. No hay otra alternativa.

Como colofón de la distopía en la que nos encontramos, y para cerrar esta serie, voy a citar un párrafo de la obra de Erasmo de Rotterdam "Elogio de la locura", en la que como un gran humanista manifestó lo siguiente:

"La unidad europea ha de ser tal, que incluso las lenguas nacionales constituyen motivo de discusiones y conflictos, y de ahí, que defienda el uso del latín como instrumento de comunicación y por lo tanto como elemento de unión; que todo el bienestar del Estado y de la sociedad ha sido siempre una cuestión de moralidad personal e ilustración intelectual"

A lo que por mi parte tengo que decir, que habiendo casi desaparecido el latín como lengua vehicular, con independencia de seguir utilizando unas lenguas que están separándonos, deberíamos comenzar a utilizar en todas las escuelas de mundo tanto la enseñanza del Esperanto, como una pedagogía de la moral con la que transformar el amoral comportamiento con la que la hemos pervertido; una amoralidad que se da especialmente en los países más desarrollados. Una lengua en la que se han eliminado todas las deficiencias e irregularidades que concurren en cada una de las que estamos empleando. Y una lengua que como un factor de identificación entre países, (como ocurre con el árabe, el inglés y el español), en cierta forma hermana a todos aquéllos que las están usando. Aunque también podremos seguir diciendo "Aquí no hay alternativas".

Fin de la Serie.

El neoliberalismo, una bestia insaciable