viernes. 26.04.2024
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La Asamblea de las Comisiones Obreras, reunida en Barcelona. (Foto: CCOO)

Era noviembre de 1976, el 14 de noviembre, cuando las ilegales Comisiones Obreras en Madrid decidieron darse nombre y constituirse como central sindical. La Asamblea de las Comisiones Obreras, reunida en Barcelona el 11 de julio de ese mismo año, había dado el primer paso para convertir el movimiento sociopolítico de las CCOO en un sindicato.

No obstante, es definitivamente en la reunión de la Coordinadora General de CCOO, el 27 de septiembre, en Madrid, cuando la decisión se hace realidad y se aprueba la constitución de un sindicato llamado Confederación Sindical de Comisiones Obreras.

A partir de ahí, en Madrid la Comisión Inter-ramas comienza a organizar cientos de asambleas. No en vano el movimiento de las CCOO había hecho del asamblearismo una de sus señas de identidad. Pero aquello no iba a ser fácil porque, de alguna manera, aquella decisión era la expresión de un fracaso. El fracaso de la unidad de la clase trabajadora, diversa y plural, en una sola central sindical que dio origen a las CCOO.

De una parte, las centrales históricas, la UGT y la CNT, habían decidido reconstruirse en la nueva etapa histórica que se abría tras la muerte del dictador. De otra parte la Unión Sindical Obrera (USO), de inspiración cristiana, también había decidido continuar su andadura. Hasta el intento de coordinar a todas las organizaciones sindicales en la COS, un primer esfuerzo de unidad de acción, terminó en fracaso.

No todas las corrientes aglutinadas en el movimiento sociopolítico de las CCOO estaban de acuerdo en renunciar a la creación de una sola central sindical unitaria. Por lo tanto, algunas de esas corrientes se escindieron y crearon varios sindicatos, eso sí, sindicatos que se llamaban unitarios que ampliaron el abanico de centrales sindicales que se estaban constituyendo en aquellos momentos.

Así las cosas, con más o menos crispaciones y broncas, en Madrid las asambleas de CCOO fueron constituyendo los sindicatos de rama hasta que un domingo 14 de noviembre de 1976, como tantas otras veces, en un colegio religioso, en este caso en Aluche, se procedió a la creación de la Unión Sindical de Madrid-Región.

La Unión, siguiendo el modelo de la Confederación, se constituía en sindicato de clase. Si los sindicatos de rama tenían la misión de organizar la acción sindical en cada uno de los sectores, la Unión organizaba la solidaridad entre todos los trabajadores y trabajadoras, porque CCOO quería ser mucho más que un sindicato de oficios, quería ser un sindicato sociopolítico, capaz de organizar las alternativas de la clase trabajadora a un sistema capitalista injusto.

Pocos meses después la Unión Sindical de Madrid-Región contaba con más de 350.000 afiliados y afiliadas, organizados en 12 uniones territoriales y 23 sindicatos de rama. Parte de una Confederación Sindical que llamaba la atención en toda Europa por la tremenda juventud de sus dirigentes. La expresión de un sindicalismo que surgía cargado de ilusiones y voluntad de futuro.

Un sindicalismo que nacía también con muchas debilidades. Sus jóvenes cuadros habían surgido de las empresas, con toda la experiencia de las luchas laborales, pero también con muchas lagunas organizativas, que fueron suplidas con mucha voluntad de aprendizaje autodidacta. Sus finanzas dependían, exclusivamente, de una alta afiliación que comenzó a estancarse con las primeras crisis económicas y a descender paulatinamente.

Las CCOO de Madrid, la USMR, acaban de cumplir 45 años desde aquella decisión de constituirse en sindicato sociopolítico, de clase, asambleario

Las CCOO de Madrid, la USMR, acaban de cumplir 45 años desde aquella decisión de constituirse en sindicato sociopolítico, de clase, asambleario. Es el momento de recuperar una intensa historia de luchas, movilizaciones, negociaciones y acuerdos y es momento, también, de recordar que hubo errores, equivocaciones y meteduras de pata. En ambas cosas está nuestra grandeza humana.

Pero, por sobre todas las cosas, es hora de reflexionar para actuar sobre los tiempos convulsos y confusos en los que nos ha tocado comenzar a vivir estos 45 años recién cumplidos. Tiempos de desigualdades crecientes, de globalización de los mercados, de digitalización de nuestras vidas a golpe de nuevas tecnologías e inteligencia artificial.

Un mundo en el que confluyen las amenazas ciertas de colapso del sistema y los riesgos sanitarios y medioambientales que hacen real la posibilidad de extinción de la especie humana sobre el planeta. Hoy los sindicatos afrontan el reto de ser instrumentos de transformación del mundo que nos ha tocado vivir y eso va a exigir nuevos compromisos, renovadas capacidades de movilización y voluntad incansable de diálogo, negociación, acuerdo.

Así que ahora, a nuestros 45 años, sólo podemos renovar nuestro esfuerzo de ser la voluntad de unidad de la clase trabajadora, aquí, en cada país y en todo el mundo, porque el sindicalismo va a ser una de las fuerzas, junto a otros movimientos sociales y culturales, que hagan posible que la humanidad recupere su capacidad de cambiar radicalmente el rumbo de la especie humana sobre el planeta.

No es tarea fácil, pero es la tarea necesaria, la que nos hizo nacer, la que nos ha guiado a lo largo de los años y la que nos mantiene vivos.

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El año en que cumplimos 45 años