jueves. 09.05.2024
MANIFESTACION
Caza de brujas (Hollywood).

Iliá Ehrenburg ya advirtió en los años 30 en su Fábrica de sueños, que el cine se convertiría en el verdadero opio del pueblo. El paso de los años y el desarrollo de la industria le dieron la razón. Ahora ya sabemos que es una maquinaria espectacular para hacer hegemonía cultural. El franquismo lo tuvo claro desde el principio: alimentó el mito nacional católico de que el hecho fundacional del cine español fue la filmación de dos minutos y medio de la Salida de misa de doce del Pilar de Zaragoza, que realizó el zaragozano Jimeno Correas fechándola falsamente un 11 de octubre de 1897, al parecer dos años antes de su filmación real según recoge Pepa Blanes de diversas fuentes historiográficas en un artículo publicado en la web de la Cadena Ser (6 de octubre de 2022). Lo hizo a sabiendas de que había otras filmaciones como La riña en un bar y alguna más que podían haber sido filmadas con anterioridad. Al franquismo le interesaba fomentar la imagen de la España católica saliendo de misa de la Iglesia del Pilar, frente a la primera filmación francesa que fue una salida de trabajadores de la fábrica. El uso del cine como herramienta para hacer hegemonía cultural se origina simplemente por la fuerza narrativa de las imágenes y la fascinación y autenticidad que suponen la combinación entre relato y emoción, que ofrece cualquier film.

En Estados Unidos el senador Joseph MacCarthy se tomó muy en serio su lucha contra las posiciones progresistas y de izquierdas en los años 50 del siglo XX, época de guerra fría, lanzando una dura campaña derechista que tenía por objeto controlar de forma férrea los mensajes en la industria del cine norteamericano.  

La llamada “caza de brujas” afectó no solo a medios de comunicación, empleados públicos, militares o sindicalistas, si no de manera especialmente intensa y dura a la industria del cine. Es de sobra conocida la intensa persecución a actores, guionistas, directores y productores. Guionistas tan importantes para la historia del cine como Dalton Trumbo, uno de los significados Diez de Hollywood, fue acusado de comunista por el Comité de Actividades Antiestadounidenses y tuvo que ingeniárselas para seguir trabajando burlando vetos y censuras. De hecho, realizó el guion de la famosa película Espartaco, de Stanley Kubrick, bajo pseudónimo, bordando un alegato fabuloso contra la esclavitud, en favor de los derechos de libertad e igualdad de todos los seres humanos.

MacCarthy fue finalmente expulsado del Comité de Actividades Antiestadounidenses en 1954 (su decisión de atacar al ejército, junto a la más que destacada confrontación con el periodista Eduard R. Murrow, interpretado por George Cloony en el excelente film Buenos noches y buena suerte labraron su caída en desgracia). MacCarthy fue apartado, pero el daño causado fue muy importante, ya que el maccarthysmo no se eliminó totalmente y redujo de manera importante la capacidad de incidencia de las posiciones sociales críticas.

La ultraderecha consiguió una importante victoria, y salvo interesantes excepciones que no generaron mayor peligro para el sistema, la industria del cine como producto de consumo –y de ‘educación’– de masas quedó salvaguardada. La opinión de la ciudadanía norteamericana quedaba a merced de una visión determinada del mundo, de la sociedad, y de las relaciones económicas y sociales. Y por extensión, dada la capacidad de penetración de la industria cinematográfica estadounidense, la ciudadanía de muchos otros países quedaba también expuesta a su visión del mundo.

La cultura es un aspecto fundamental para conformar criterios y visiones críticas, así como también para aleccionar sobre una determinada “forma de estar en el mundo”

La cultura es, pues, un aspecto fundamental para conformar criterios y visiones críticas, así como también para aleccionar sobre una determinada “forma de estar en el mundo”. Esto es tan palmario, que algunos políticos siguen tentados a “dirigir” la cultura desde los poderes públicos. De forma reciente en España una concejala de Cultura de Vox del ayuntamiento de Gijón se atrevió a verbalizar que el festival de cine de la ciudad debía premiar los filmes que estuvieran en sintonía con los “valores” que representa su formación política. Fue tan basta y burda su declaración que la alcaldesa del PP la tuvo que destituir de un plumazo, ante el rechazo provocado. La derecha española tiene escuela y aquilatada experiencia y le ha quedado ese tic u obsesión por controlar el cine y los productos culturales. No hay que olvidar que durante el franquismo la censura de obras cinematográficas, e información y productos culturales en general, convivía con la promoción de rancios filmes aleccionadores como Raza, de José Luis Sáenz de Heredia, que realizó el guion técnico a partir del argumento de un tal Juan de Andrade, pseudónimo del propio Francisco Franco.  

Esta realidad obliga a reflexionar sobre el cine, sobre la creación cultural y el compromiso social, así como la relación del mundo del trabajo organizado (sindicalismo de clase) con los creadores, los cineastas y en general con el mundo de la cultura. Es cierto que en el sindicato CCOO se han dado pasos importantes, pero sería necesario profundizar y fortalecerlos. Así como desarrollar un trabajo importante para que dichas actuaciones sean conocidas y seguidas por la mayoría de la afiliación.

Ser cineasta, y cineasta con compromiso, hoy es complicado. La propia realidad laboral es de altísima precariedad. El cine de autor independiente es una actividad de la que no se puede vivir. Si no hay apoyo público suficiente, respaldo de una televisión, si no hay inversión en el producto y poder acceder a los circuitos de distribución tradicionales, la creación se ve abocada a una práctica marginal altamente precaria. Solo los adinerados pueden dedicarse en exclusiva al cine, lo que influye (siempre hay excepciones) en escasez de propuestas narrativas de otra clase social, quedando la actividad artística y creativa casi en exclusiva para las élites, por lo menos la reconocida, la que tiene proyección y capacidad de influir socialmente.

El mundo del trabajo, el sindicato, ha de mantener un diálogo constante con los creadores y creadoras, forjar alianzas culturares, que no devociones o seguidismos, porque es necesario generar opinión y visión crítica de la realidad que nos han impuesto.  

Por todo ello, la labor sindical debe trabajar para conseguir las medidas necesarias que permitan vivir a los cineastas (guionistas, directores y directoras, actores y actrices, cámaras…) y al mundo de la cultura en general, haciendo posible los cambios políticos que se requieres para no dejar espacio ni margen a los que seguro nos querrían organizar una persecución política constante del mundo del arte y la cultura como en la España del franquismo, o una nueva caza de brujas como en USA de los años 50.

Xavier Navarro, Educador social, sindicalista de CCOO, director de la revista Perspectiva.
Carmen Barrios Corredera. Escritora y fotoperiodista.

Cine, hegemonía cultural y cambio social