viernes. 26.04.2024

@jgonzalezok | A horas del cambio de presidente en Brasil -Lula asume el 1º de enero-, las alarmas sobre la seguridad del presidente electo se han disparado. En la noche del sábado 24, un hombre fue detenido bajo la acusación de preparar un atentado terrorista en Brasilia, para tratar de provocar el caos. El plan consistía en la explosión de un camión cargado de combustible para aviones en el aeropuerto de la capital. Y pretendía que el gobierno declarase el estado de sitio para así provocar la intervención militar contra las instituciones democráticas. Y no era el único atentado, al menos otras dos explosiones estaban previstas. 

La única persona detenida hasta ahora, George Washington de Oliveira Sousa, de 54 años, se declaró ferviente seguidor de Bolsonaro, dijo haber llegado a la capital brasileña “preparado para la guerra” -tenía un verdadero arsenal en su poder- e integraba el grupo de bolsonaristas acampados frente al Cuartel General del Ejército en Brasilia. Confesó que el plan se había gestionado en dicho campamento y que tuvo ayuda de algunas de las personas allí instaladas. 

El frustrado atentado tuvo un antecedente: el 12 de diciembre, bolsonaristas antidemocráticos invadieron y vandalizaron el cuartel de la Policía Federal, cuando uno de los manifestantes fue detenido por actos antidemocráticos. Durante unas horas, ante la total pasividad de las autoridades, la capital de Brasil fue escenario de quema de coches y autobuses.

La única persona detenida hasta ahora se declaró ferviente seguidor de Bolsonaro y dijo haber llegado a la capital brasileña “preparado para la guerra”

Ninguno de estos actos, ni siquiera el atentado terrorista fallido, fue condenado por el presidente Bolsonaro, que desde su derrota en las urnas mantiene un incomprensible silencio. Legalmente sigue siendo presidente hasta la medianoche del día 31. Pero la derrota lo sumió en el silencio y la melancolía, mostrando menos afición al cumplimiento de sus labores de lo que era habitual. Suspendió las transmisiones semanales a través de internet, ya no se acerca al grupo de seguidores que lo esperaba cada día a la puerta del Palacio de la Alvorada y apenas tiene contacto con sus ministros. 

Tiene el equipaje preparado para abandonar el país, rumbo a los Estados Unidos, para no estar cuando se produzca el cambio. No reconoció su derrota en las urnas y no participará en la tradicional ceremonia de pasarle la banda presidencial a su sucesor. Su destino es Florida, cerca de su admirado Donald Trump y donde existe la mayor concentración de bolsonaristas por metro cuadrado. Su estancia en el exterior puede ser prolongada, se habla de al menos tres meses. No es solo la pérdida del poder lo que preocupa a Bolsonaro, que ve truncados sus planes de hacer de Brasil un bastión de la extrema derecha mundial. También le quita el sueño el que, por primera vez en décadas, está a la intemperie, sin fueros. Y tuvo un adelanto este mismo miércoles (28) de lo que le puede esperar: la Policía Federal terminó una investigación que concluye que el todavía presidente cometió el delito de incitación al crimen, al divulgar datos falsos sobre la pandemia y el uso de máscaras. Entre otras cosas, Bolsonaro asoció las vacunas contra el Covid a un mayor riesgo de contraer el virus del SIDA (AIDS). 

Bolsonaro no reconoció su derrota en las urnas y no participará en la tradicional ceremonia de pasarle la banda presidencial a su sucesor

El fenómeno terrorista es prácticamente desconocido en Brasil en las últimas décadas. El único antecedente es el atentado que llevaron a cabo sectores del Ejército y la Policía Militar el 30 de abril de 1981 en el Centro de Convenciones de Río de Janeiro (Riocentro), durante un recital de música popular. El objetivo de los sectores duros de la dictadura era retrasar la apertura política del régimen. Este atentado causó dos víctimas mortales, pero podrían haber sido muchas más si no se hubieran producido fallos en su ejecución. 

El silencio del presidente -solo roto por algunos mensajes ambiguos y misteriosos-, alentó a sus seguidores más extremistas, que no aceptaron el resultado de las elecciones, cortaron carreteras y autopistas y acamparon ante cuarteles pidiendo una intervención militar para evitar la vuelta de Lula al poder. La operación contra los camioneros para desbloquear las carreteras solo fue posible por la firme intervención del Supremo Tribunal Federal, que actuó frente a la pasividad de la Policía Rodoviaria Federal, fuertemente infiltrada por el bolsonarismo. Los campamentos ante los cuarteles, que contaron hasta ahora con la permisividad de las propias Fuerzas Armadas, tienen las horas contadas, ya que el nuevo gobierno actuará en caso de mantenerse el día 1 de enero. 

El futuro ministro de Justicia, Flávio Dino, dijo que esperaba que las Fuerzas Armadas tomaran las medidas necesarias: “Es hora de poner fin a eso (…) es algo incompatible con la Constitución”. Añadió que hay indicios de omisiones de las actuales autoridades y de agentes públicos federales y que, cuando la próxima semana haya asumido el nuevo gobierno, se tomarán medidas, “incluso sobre crímenes anteriores”. Aquí se incluye a los responsables por haber financiado los actos antidemocráticos: “Hay gente poderosa financiando eso”. Y en relación al detenido por el fallido atentado en Brasilia, la policía investigará quién entregó las armas y los explosivos, añadiendo que no es una acción individual ni el detenido es un lobo solitario. 

La policía investigará quién entregó las armas y los explosivos, añadiendo que no es una acción individual ni el detenido es un lobo solitario

Se calcula que unos 8.000 agentes de seguridad, incluyendo policías y militares, actuarán el día primero durante los actos de toma de posesión de Lula. A partir del viernes (30) se cerrará el acceso a la esplanada de los ministerios de Brasilia, para dar tiempo a hacer un rastrillaje en busca de posibles explosivos y preparar el esquema de seguridad. El Supremo Tribunal Federal dispuso la prohibición del porte de armas en el Distrito Federal de Brasilia hasta el día 2 de enero. 

A la ceremonia asistirán numerosos jefes de Estado e invitados extranjeros, entre ellos el rey de España, los presidentes de Chile, Argentina, Bolivia, Colombia, Alemania y Portugal. La lista, a falta aún de confirmar algunos invitados, será una de las más numerosas que se recuerdan en Brasil para la inauguración de un nuevo mandato. Y los jefes de Estado o de Gobierno que viajarán al país serán al menos tres veces más numerosos de los que asistieron a la toma de posesión de Bolsonaro, hace cuatro años. 

Se espera que unas 300.000 personas se concentren en la Explanada de los Ministerios, el eje monumental de 16 kilómetros de la largo de la capital brasileña, para asistir al tradicional desfile del nuevo presidente, y a los distintos shows previstos a lo largo del día, con más de 60 cantantes y bandas. 

El punto central de las ceremonias del día 1 comenzará en la Catedral, sobre las 14.20 horas, desde donde partirá el cortejo rumbo al Congreso. Todavía no está confirmado si el presidente usará el Rolls Royce descubierto, usado desde hace 70 años para estas ocasiones, o se empleará un coche blindado y cerrado, dados los antecedentes de estos días. Lula quiere hacer el trayecto en coche descubierto, pero se puede imponer la opinión de los especialistas en seguridad. 

A partir de las 15 horas, Lula y su vice, Geraldo Alkmin, asumirán formalmente sus cargos en sesión solemne del Congreso. Será después el momento de subir la rampa del Palacio de Planalto, recibir la banda presidencial -no se sabe todavía de quién- y el primer discurso del presidente. Las ceremonias oficiales y protocolares terminarán en el Palacio de Itaraty, sede del ministerio de Relaciones Exteriores, donde habrá una recepción para los invitados internacionales. Pero la fiesta seguirá fuera, y la hora prevista de cierre es las 3.30 de la madrugada. 

Preocupa la seguridad de Lula tras atentado fallido en Brasilia