domingo. 28.04.2024
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Javier Milei.

En Argentina podría ganar Milei y ser elegido presidente de la República. Su programa político es no tener absolutamente ninguno. Pero el malestar del pueblo argentino lleva creciendo desde hace cuando menos dos décadas. Votar al responsable de una economía que les asfixia se hace muy difícil. Un país donde la moneda es demasiado volátil como para tomársela en serio y los precios cambian varias veces al día hace que la ciudadanía no aprecie mucho las instituciones. Incluso quienes habían podido ahorrar un poco en dólares perdieron su dinero con ese corralito que dio pie a saqueos indiscriminados.

Mucha gente tuvo que cambiar de casa, porque no podía mantener sus gastos o necesitaba cierta efímera liquidez para salir del paso. Mudarse a otro barrio y abandonar el que conocías es traumático. Tus ingresos no llegan para comprar lo más imprescindible y cambias de dieta. Los medicamentos devienen un artículo de lujo y proliferan unos más baratos que no tienen las dosis especificadas o contienen ingredientes muy adulterados. Los más jóvenes no han conocido nada distinto y tampoco esperan soluciones por parte de una clase política que les ha fallado sistemáticamente.

La miseria y la precariedad se han expandido como una pandemia por el virus de las corrupciones políticas y el endeudamiento del Estado. En el banco central sólo hay pagarés de una colosal deuda pública. Es imposible pagar tan siquiera los intereses del préstamo concedido por el Fondo Monetario Internacional. ¿Qué se perdería si desaparecen los Ministerios de carácter social o cualesquiera otros? Casi apetece abogar por su desaparición. En este penoso escenario social aparece por sorpresa un excéntrico multimillonario cuyo histrionismo remeda el profundo malestar de la sociedad argentina.

Su asesor principal es un difunto perro que decidió clonar varias veces al morir. Lo malo es que su perjudicado espíritu está clonándose con inusitada rapidez en muchos de sus compatriotas, que le votarán por desesperación y como un acto de castigo a los partidos tradicionales. A Milei le apoya un expresidente y quien lideraba la derecha tradicional. Aunque se trata de liquidar a una clase política que ha incumplido demasiadas promesas y da la impresión de haber usado el poder en beneficio propio.

Milei reivindica la dictadura y duda de que hubiera desaparecidos bajo la represión. Un país que ha sido modélico en su ejercicio de memoria histórica colectiva ve cómo se cuestiona esa labor, justo cuando el cine nos la había recordado con películas como Argentina 1985 o El juicio. Su candidata para ejercer la vicepresidencia suscribe todo tipo de teorías negacionistas. Pero da igual. Porque las urnas brindan un dilema irresoluble. Bendecir a un responsable directo de la penosa situación actual o apostar por un estrambótico personaje cuya única propuesta es liquidarlo todo.

Desaparecerán subsidios y las prestaciones públicas irán recortándose aún más radicalmente.

Una menguada esfera pública se reducirá todavía más y la República no hará honor al sentido de su nombre. Será la consumación el efecto Mateo. El que más tiene no dejará de seguir acaparando y al que menos tiene se le arrebatará todo. Esa parábola refleja muy bien esa mentalidad ultra neoliberal que idolatra una despiadada competitividad y desprecia la solidaridad por identificadla con los perdedores. Bendito sea el especulador que amasa su fortuna en detrimento del prójimo, al que desprecia por buscarse su mala suerte.

Milei es la encarnación de los innumerables defectos del efecto Mateo, una de las parábolas bíblicas más inquietantes

Las elecciones argentinas nos pueden hacer asistir al funeral del que fuera en su día un próspero país y es un buen ejemplo de lo que no debería consentirse a los grandes reguladores macroeconómicos del mercado. Cabe prever un éxodo significativo y una depauperación generalizada que agrave los problemas en curso. Con todo, aunque lo veamos magnificado, el modelo resulta familiar por doquier, puesto que la política se ha visto conquistada por aprendices de brujo.

En este caso no asistimos exactamente a esa polarización cada vez más radical entre dos modelos políticos y sendas cosmovisiones antagónicas. El talante antipolítico propio del trumpismo y sus emuladores da un paso más. Ya no hace falta disimular y presentar un discurso que prometa volver a una mítica época dorada. Se trata de arrasarlo todo y presentar un futuro sin asideros públicos ni obligaciones fiscales. Ahí solo pueden primar las leyes de la selva y el predominio del más fuerte o acaudalado. Milei es la encarnación de los innumerables defectos del efecto Mateo, una de las parábolas bíblicas más inquietantes, y eso que hay unas cuantas. Es un paso más de la política mundial hacia ninguna parte.

Milei o los defectos del efecto Mateo