lunes. 29.04.2024
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“Los militares brasileños en el poder llevan un tiempo preparando un Golpe de Estado”, sostuvo el politólogo Wanderley Gulherme dos Santos apenas dos años antes de que se instaurase en Brasil la dictadura más sangrienta de toda su historia. 

La advertencia de Wanderley recobra significado en el presente inmediato del país más grande de Sudamérica. Recientemente Eduardo Bolsoraro, hijo del actual mandatario, reforzó la idea de una democracia hecha a la medida de las necesidades de la extrema derecha brasileña: “el problema ya no es si, sino cuándo habrá una ruptura”, sostuvo el hijo del presidente.

El temor a que Jair Bolsonaro esté planificando dar un golpe de Estado se instaló a mediados de 2021 tras la advertencia de ex presidentes y legisladores de 26 países que no dudaron en aseverar que la marcha masiva -convocada por el presidente en la víspera del Día de la Independencia Brasileña- contra la corte, era la antesala de un posible Golpe de Estado. 

Si los comicios de octubre van a una segunda vuelta, y Jair Bolsonaro resulta derrotado por Lula da Silva, es muy probable que el presidente intente desestabilizar al país

El ascenso en las encuestas de Lula da Silva ha acelerado la batería de artilugios que los seguidores de Bolsonaro ejecutan en pos de perpetrar al ultraderechista en el poder. El ex presidente lo sabe y está dispuesto a asumir la responsabilidad de una elección que mantiene en vilo a toda la región. “No nos enfrentaremos a cualquier oponente, sino a uno que representa la antidemocracia, el antiamor, la antipaz, la antieducación y el antidesarrollo. Un adversario que representa la ignorancia, la violencia y el fascismo”, sostuvo Lula en un acto de campaña realizado en Minas Gerais esta semana.

El diario norteamericano “The Washington Post” advirtió en un artículo publicado ayer, que “no sería sorpresivo asistir a asesinatos selectivos de opositores como políticos, jueces o fiscales electorales. Solo se necesitará una chispa para encender la violencia de las milicias”.

Las milicias a las que hace referencia el artículo, han sido arengadas por Bolsonaro para “actuar” en caso de una derrota electoral en octubre. “Incluso si el candidato Bolsonaro no activa personalmente a las milicias en su campaña, estas actuarán a su favor porque dependen de su protección para seguir actuando. No parece probable que, desde la silla presidencial, Bolsonaro dé órdenes directas a las milicias, pero estas jugarán a su favor mediante la creación de disturbios menores con la intención de incentivar el voto hacia él”.

La situación que vive Brasil a menos de cinco meses de los comicios es tan grave e inusual que el corresponsal del mencionado periódico se ha atrevido a adjetivar como “escalofriante”. “Si la derrota es por un margen amplio, puede haber ataques al Tribunal Superior Electoral, a políticos de la oposición o protestas violentas en las calles. Es una situación inédita y escalofriante la que vive el país”.

Los intentos de la ultraderecha brasileña por lograr la reelección de Bolsonaro se materializan de forma diversa. La utilización de las redes sociales para socavar la imagen de la democracia es el ejercicio diario que mantiene activas a las milicias digitales. En abril, Bolsonaro propuso que las Fuerzas Armadas establecieran su propio sistema de escrutinio, como alternativa al sistema de la Justicia electoral. La oposición y representantes del resto de poderes consideran una amenaza a la normalidad democrática por parte del mandatario ultraderechista, que nunca ha ocultado su admiración por la dictadura militar que asoló a Brasil entre 1964 y 1985.

Tan objetivo es el temor a que se produzca un ataque a la democracia por parte del actual presidente, que hasta la misma Agencia Central de Inteligencia (CIA), a través de su Director, William Burns, recomendó a miembros del gabinete de Bolsonaro que le hicieran saber al presidente que debía dejar de cuestionar la integridad del sistema electoral.

Mandatarios y juristas de toda la región están al corriente de una situación que se tensa con el correr de los días. Si los comicios de octubre van a una segunda vuelta, y Jair Bolsonaro resulta derrotado por Lula da Silva, es muy probable que el presidente intente desestabilizar al país para impedir que asuma su oponente. “A pesar de la importancia de Lula y del PT para la democracia brasileña, la tarea inmediata es mayor y se impone a cualquier proyecto político-partidista. Se trata de enfrentarnos a nuestro pasado reciente y estar preparados para evitar que el tumor fascista se extienda como una metástasis en la vida nacional”, alertó ayer João Roberto Lopes Pinto, Politólogo y Profesor de la Universidad Federal del Estado de Río de Janeiro

Crónica de un golpe anunciado