viernes. 26.04.2024
terma

El agua siempre fue un elemento de gran importancia en la cultura romana, como podemos comprobar por el gran número de obras de infraestructuras hídricas repartidas por todo el Imperio.

Las termas son baños públicos de unas dimensiones considerables. Si se trataba de baños de menor tamaño, públicos o privados en villas romanas, eran denominados balneae.

La mayoría de las ciudades de la Antigua Roma albergaban una o varias termas públicas, cuyo uso no era únicamente la higiene, sino que también eran consideradas lugares de reunión y de actividades gimnásticas y lúdicas. 

  1. Las Termas de Agripa
  2. Las Termans de Tito
  3. Trajano
  4. Thermar Neronianae
  5. Constantino
  6. Otras termas romanas

La práctica termal se constituyó como una característica de la cultura romana e incluso las ciudades romanas más modestas se equiparon con establecimientos termales

La práctica del baño en la Antigua Roma se inspira en la Grecia de finales del siglo V a. C. Los primeros baños templados y calientes aparecieron durante la segunda mitad del siglo II a. C. con la difusión del hipocausto en el mundo romano, que Plinio el Viejo atribuyó al ingeniero Cayo Sergio Orata. Su uso fue difundido por el Imperio romano a toda Europa. 

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Al principio carecían de mucha iluminación y eran lúgubres, debido a que las ventanas se construyeron pequeñas para evitar que el calor saliera por ellas. Este problema pudo solucionarse gracias a la aparición de la tegula mammata, que eran unas placas cerámicas que permitían la creación de un tabique hueco, por donde pasaba el aire caliente proveniente del hipocausto.

Esta técnica se mejoró con el uso de otros conductos disimulados que permitían la recuperación del calor de forma más efectiva. Además, el uso de ventanas de cristal conllevó una rápida transformación arquitectónica de los baños, que se hicieron más grandes y luminosos a partir del siglo I.

Las primeras termas son privadas y únicamente en las villas romanas de los patricios, la clase social alta, se hallaban baños y letrinas. Las primeras termas públicas no aparecieron hasta el siglo I a. C. cuando los particulares comenzaron a proponer baños fríos y calientes a veces acompañados de masajes. 

Los emperadores a menudo construían baños para ganarse el favor del pueblo y legar un monumento a su generosidad. Algunos patricios pagaban días gratuitos al público para alcanzar popularidad

No obstante, las grandes termas pensadas para recibir un gran número de ciudadanos aparecieron en torno al año 19 a. C., siendo construidas por orden de Marco Visanio Agripa, consejero cercano y yerno del emperador Octavio Augusto. Con el paso del tiempo, los baños fríos fueron añadiendo salas templadas y calientes a sus instalaciones en todas las provincias del Imperio. 

La práctica termal se constituyó como una característica de la cultura romana e incluso las ciudades romanas más modestas se equiparon con establecimientos termales. Los emperadores a menudo construían baños para ganarse el favor del pueblo y legar un monumento a su generosidad. Algunos patricios pagaban días gratuitos al público para alcanzar popularidad.

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Planta de las termas de Diocleciano

La construcción de las termas se basó en cuatro etapas:

  • La primera etapa fue alrededor del siglo II a. C. y contaba con termas para fines terapéuticos y de higiene personal. El recinto era una sala angosta calentada mediante hornos. Los bañistas expulsaban las toxinas gracias al agua caliente y la circulación sanguínea se veía activada por el baño de agua fría.
  • A finales del siglo II a. C. comienza la segunda fase con recintos cercanos al subsuelo volcánico, lo que permitía la existencia de aguas termales y naturales con propiedades curativas. Durante ese tiempo, el número de salas de agua caliente y tibia se va ampliando.
  • La tercera fase se durante el siglo I a. C. durante la que se añaden estancias helenísticas. Las termas pasan a ser regidas por particulares. En cuanto al precio, era asequible para la gran mayoría de la población. Además, las termas eran visitadas por las mujeres durante la mañana, mientras que los hombres iban por la tarde.
  • Ya durante el siglo I d. C. empiezan las termas gratuitas en Roma. Sin embargo, los cambios no serán significativos, exceptuando que el lujo se verá incrementado. La riqueza ornamental aparece en paredes y suelos, hasta el punto de encontrar grandes ventanales, auditorios, prácticas de masajes de aceite u ungüentos, solárium…

De entre todos los edificios arquitectónicos creados por los ediles son las termas las que más nos aclaran las costumbres, la civilidad y la concepción monumental del espacio que tenían los romanos. Incluso se llegaron a emplear estos espacios como centros claves para la vida social y el ámbito profesional, pues destacaron las distintas actividades que se realizaban.

A finales del siglo I a. C., Roma contaba con alrededor de 200 baños. En el siglo IV se alcanzaron un total de 856 baños en la capital imperial y, aunque la mayoría alcanzaban dimensiones modestas, algunas rivalizaban como las mejores diez termas imperiales censadas.

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Si todas las ciudades romanas poseyeron baños privados o públicos, algunos como los de Tréveris, Lutecia, Cartago. Éfeso o Antioquía rivalizaban en tamaño y lujo con los de Roma, esta profusión era característica de Roma. 

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En Roma, siguiendo el ejemplo griego, se construyeron estancias similares que pronto fueron del gusto de la ciudadanía. Ya no solo se realizaban los actos de limpieza y relajación, así como aquellos medicinales cuando las aguas tenían propiedades curativas, sino que se añadía un cuidado del cuerpo que incluía prácticas deportivas y un ritual de masajes con diferentes sustancias como esencias y aceites especiales.

El nombre de termas se aplica por primera vez a unos baños construidos por Agripina en el año 25 d. C. Nerón construyó unas termas en el campo de Marte sus conocidas termas, las cuales se encuentran prácticamente desaparecidas. 

Las primeras termas de carácter monumental son las que inició Domiciano e inauguró Trajano, pero fueron ampliamente superadas por las de Caracalla, cuya inauguración tuvo lugar el año 216 d. C. 

Las actuales ruinas de las Termas de Caracalla dan idea del monumental tamaño del complejo termario, que se extendía con servicios como biblioteca o tiendas. Estas instalaciones, construidas alrededor del año 217 d. C, tenían un aforo de mil seiscientos usuarios. 

Las termas de Diocleciano, otras de las importantes instalaciones de este tipo de la capital del Imperio, fueron remodeladas por Miguel Ángel que convirtió su tepidarium en la iglesia de Santa María de los Ángeles.

Los baños romanos abrían al mediodía y cerraban al ponerse el Sol. En los lugares destinados al baño había departamentos separados para hombres y mujeres. Si no había espacios separados, el establecimiento abría unas horas al día para mujeres y otras para hombres, y solo una vez a la semana las termas eran abiertas al pueblo. En algunas ocasiones, durante el Imperio, se permitió el baño conjunto a hombres y mujeres.

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Era en muchas ocasiones un centro de reuniones informales, perfecto por su relajante aire vaporado y las calientes aguas termales.

Las termas romanas albergaban diversas estancias en su disposición y, dentro de la diversidad, fueron similares en todo el Imperio. Algunos establecimientos termales ofrecieron el mínimo de servicios y no disponían de algunas salas como la fría o la caliente debido a sus dimensiones modestas. 

Sin embargo, las grandes termas imperiales se compusieron de múltiples salas de gran tamaño y a menudo duplicadas. El interior de las estancias y las piscinas de agua caliente se realizaba mediante el sistema de hipocausto.  

El sistema está basado en la distribución mediante túneles y tubos de agua caliente y vapor que se extendía por debajo de los suelos de las estancias y piscinas y era alimentado por una serie de hornos que se hallaban en los sótanos.

  • La palestra que era el patio central al que se abrían todas las demás estancias y se podía practicar ejercicios físicos.
  • La tabernae que eran tiendas adosadas a las salas de baños donde se vendían bebidas y comida, que los vendedores pregonaban a grandes voces entre los bañistas.
  • El apodyterium cumplía la función de vestuario. Era una habitación próxima al pórtico de entrada donde los bañistas dejaban sus ropas. Había un banco corrido y en la pared unas hornacinas sin puertas, donde se depositaban las ropas y los objetos personales, que quedaban vigilados por un esclavo.
  • El caldarium era la sala de agua caliente, equipada con un hipocausto que transportaba el aire caliente de una chimenea hasta el subsuelo. Los bañistas podían meterse en las piscinas de agua caliente y echarse agua en el cuerpo. Las termas imperiales solían situar el caldarium en el centro para dar calor a todas las estancias.
  • El frigidarium era la sala destinada a los baños de agua fría. En las grandes termas el frigidarium estaba descubierto e incluía entre sus instalaciones una gran piscina donde poder practicar natación.
  • El tepidarium era la habitación de temperatura templada. El hipocausto no estaba conectado directamente, sino que el tepidarium se ubicaba junto al caldarium. Solía ser una estancia de transición entre la sala caliente y fría para evitar un cambio brusco de temperatura.
  • El laconium era la sala de vapor.

Los baños eran el equivalente a un centro social, debido a que el proceso de lavarse era tan largo que se estaba obligado a conversar. Muchos romanos utilizaron los baños para invitar a sus amigos a banquetes y muchos políticos iban para convencer a algunos ciudadanos de sus proyectos. 

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Las termas, además, podían ser bibliotecas, salas de lectura de poesías e incluso lugares donde comprar y comer comida. Muchos ciudadanos no tenían acceso a las grandes bibliotecas de Roma, por lo que las termas funcionaban como una institución cultural donde podían disfrutar el lujo de leer libros. Las Termas de Trajano, Caracalla y Diocleciano albergaban estancias con función de biblioteca. 

La presencia de nichos en los muros indica que pudieron ser las estanterías y su profundidad es suficiente para contener pergaminos antiguos. Existe poca documentación de autores que confirmen estas bibliotecas, aunque sí se han hallado inscripciones de esclavos como cuidador de la biblioteca griega de las termas. 

Los romanos creían que la adquisición de una buena salud se alcanzaba con baño, comida, masajes y ejercicio, elementos que se encontraban en abundancia en las termas. Algunos ciudadanos se bañaban varias veces a la semana, por lo que la sociedad romana era sorprendentemente limpia. 

La función social, e incluso medicinal, de los baños y termas se ha mantenido durante toda la historia hasta nuestros días. En la civilización romana la institución de los baños, las termas, era fundamental en los servicios que los ciudadanos debían tener. Las termas públicas romanas respondían a una función social y política. 

Fueron lugares ideales para la conversación relajada, el recreo y la relación social, con todo lo que ello significaba. Se cuidaba el ambiente con una delicada decoración en donde no se escatimaban medios, llenando las estancias de maravillosos frescos, mosaicos y estatuas.

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Muchas de las explotaciones termales que fundaron los romanos están todavía hoy en actividad. Normalmente este tipo de explotaciones termales estaban basados en manantiales de aguas termales que en muchos casos tenían componentes medicinales. 

En el año 25 a. C, el emperador Agripa fue quien creó las primeras termas en Roma. Estas termas eran baños públicos para gente a la que no se le permitía tener baño privado en casa, como era el caso de los esclavos o de las clases sociales marginadas. 

A estos baños se los conocía como Thermae o Therma, mientras que los baños privados recibieron el nombre de Balneum o Balmes (términos que han llegado hasta nuestros días).

Desde la creación de estos baños, su finalidad fue sobre todo social y política, eran lugares de recreo perfectos para mantener conversaciones tranquilas y relajadas.

Igual que en un balneario, las termas romanas tenían diferentes estancias. Una terma romana se estructuraba de la siguiente manera:

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Esquema de un hipocausto

Además, se conservan testimonios de Marco Pocio Catón, político y militar romano, que decía no poder bañarse con otros por pudor; lo que evidencia que los baños públicos no era algo común ni, en principio, aceptado en Roma.

A partir del siglo II a.C. estos baños públicos ya eran habituales y a finales del I a.C. existían 170 establecimientos según el censo realizado en el 33 a.C. por Agripa. Estos pequeños balnearios se disponían cada pocas casas y en ella se reunían los vecinos por ocio. Este emperador fue el primero en crear los baños comunales a gran escala en el Imperio Romano.

La práctica del baño en el Imperio Romano fue una inspiración por parte de la atestiguada en Grecia a finales del siglo V antes de Cristo. Las termas de Stabia de Pompeya, que funcionaban desde el siglo IV a. C., se disponían alrededor de una palestra central un elemento comúnmente griego, a pesar que en un principio solo había agua fría que provenía de un pozo.

Las Termas de Agripa

Las Termas de Agripa fueron una de las primeras más grande en ser construidas en la Antigua Roma, estas termas se elaboraron al mismo tiempo que el Panteón y en eje con él, como un balaneion. En un principio no eran consideradas como termas, para ese momento se las veía como un baño de aire caliente con agua.

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Las Termans de Tito

Fueron unos baños públicos elaborados en la Antigua Roma por orden del Emperador Tito. Estos baños están ubicados al pie del Monte Esquilino, en la Colina del Oppio, en su interior podían abarcar a más de 1.600 personas. El precio de entrada era de una moneda con la menor denominación.

Este inmenso edificio le dio una idea a los historiados acerca de la magnificencia romana y el exceso de lujos era un presagio de la decadencia general. Sin embargo, su construcción se llevo a cabo al momento en que el arte había tomado un carácter grandioso y magnífico en donde también se utilizaba además de la necesidad, ciertas formas variadas y elegantes.

Trajano

Las Termas de Trajano, fueron construidas en el año 104, eran una gran estructura de baños termales de la ciudad de Roma. Al igual que las anteriores termas, las de Trajano se ubicaban en la Colina del Oppio, en la parte en donde también estaba el palacio dorado de Nerón, conocido como la Domus Aurea.

Sus grandes cisternas, que hasta la actualidad se conservan eran conocidas como Sette sale o también como las “siete salas”, en estas salas se podían almacenar hasta ocho millones de litros de agua.

Thermar Neronianae

Estas termas romanas se elaboraron en la década de los 60 bajo el gobierno del Emperador Nerón, sin embargo, las mismas sufrieron una reformación durante la época del Emperador Alejandro Severo, lo que causó que recibieran el nombre de Thermae Alexandrinae.

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Las Termas de Nerón, poseen una estructura y distribución que más tarde fue repetida en manos del Emperador Trajano, siendo las Termas de Diocleciano las que utilizaron dicha distribución a una escala más elevada para ese momento.

Constantino

Por otro lado, las termas de Constantino son unos baños públicos que están ubicados en la ciudad de Arlés, en el sur de Francia, convirtiéndose como uno de los lugares considerados como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, dentro del Sitio ”Monumentos romanos y románicos de Arlés”.

Estas termas romanas fueron elaboradas durante el siglo IV sobre las orillas del Ródano cuando Constantino I vivía en Arlés, por un tiempo, más o menos llegando el siglo XVI, fueron interpretadas de forma errónea como las ruinas de un palacio romano, en lugar de unas termas.

Otras termas romanas

Una de las termas romanas que se puede mencionar son las de Campo Valdés, las mismas eran baños públicos construidos durante el Imperio Romano y que se encuentran en el actual Campo Valdés, en el barrio de Cimadevilla, dentro de la localidad asturiana de Gijón. El día 8 de mayo del año 1987 se le declaró como Bien de Interés Cultural.

Por otro lado, vale la pena hablar de las Termas de Diocleciano, dado que fueron uno de los baños públicos más reconocidos en la Antigua Roma, teniendo una capacidad para abarcar alrededor de 3000 personas. Para su edificación se empleó ladrillo, revestido de mármol en el interior, y de estuco para hacerse el exterior, destacando la riqueza de los mosaicos del pavimento.

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La mayor parte de estas termas se han conservado gracias a que muchas de sus secciones fueron reutilizadas como base para iglesias y otras construcciones como por ejemplo: en el complejo de las termas hoy en día se encuentran la Basílica de Santa Maria degli Angeli e dei Martiri, la Iglesia de San Bernardo alle Terme, y parte del Museo Nacional Romano.

Las últimas termas a hablar son las de Carthago Nova, que se cree fueron hechas en el siglo I d. C, posteriormente se usaron en el V, incluso VII d. C., encontrándose a 150 metros del foro romano. Su ubicación era muy sencilla, puesto que se localizaban en una de las calles principales de la ciudad.


BIBLIOGRAFÍA

Diez de Velasco, F. “Termalismo y Religión. La sacralización del agua termal en la Penínsila Ibñerica y el Norte de África en el Mundo Antiguo”. 1998. Madrid.
García Gelabert, M.P y Blezquez, J.m. “El culto a las aguas en la Hispania prerromana”. 1997. Termalismo. I Congreso Peninsular. Madrid.

Las termas romanas