jueves. 28.03.2024
Lienzo del National Maritime Museum

A pesar de desempeñar un papel decisivo en la expansión romana por el mar Mediterráneo, la marina romana nunca tuvo el prestigio de las legiones.

Los romanos fueron un pueblo esencialmente terrestre, y dejaron los temas del mar en manos de pueblos más familiarizados con ellos, como los griegos y los egipcios para navegar. La marina romana nunca fue totalmente abrazada por el Estado Romano, y se consideraba no romana. 

Las armadas y las flotas comerciales no tenían la autonomía logística en la antigüedad. La armada romana, incluso en su apogeo, no existió de forma autónoma, sino que operó como un ente adjunto del ejército. 

Los socii navales eran aliados o mercenarios, generalmente de Sicilia y Grecia, que aportaban barcos y tripulaciones. Eso se quedó insuficiente al estallar la Iª Guerra Púnica, por lo que se cambiaron los conceptos para construir una flota mucho más potente. 

Durante la primera época republicana allá por el siglo IV a. C. habían combatido a los piratas etruscos de Antium y los romanos construyeron el primer puerto de Ostia. Crearon dos cargos de duoviri navales que serán los encargados de equipar y dirigir las reparaciones de las naves de sus aliados costeros y que disponían de al menos diez naves cada uno para combatir la piratería etrusca.

Roma tuvo una guerra contra la colonia griega de Tarento en el año 282 a. C., frente a cuyas naves de guerra sufrieron los romanos su primera derrota naval, aunque finalmente vencieron a los tarentinos por tierra.

El primer enfrentamiento con la que era la primera potencia naval del Mediterráneo, que era Cartago, fue cuando los romanos se decidieron a construir una flota de guerra propia para hacer frente a la poderosa escuadra cartaginesa y proteger los suministros y los envíos de tropas entre la península Itálica y la isla de Sicilia.

Aquella armada, y especialmente la de los Karabisianoi, que era una escuadra permanente creada en la segunda mitad del siglo VII, logró sostener al imperio, bien luchando, bien aprovisionando

La marina romana se expandió de forma muy importante en el transcurso de la Iª Guerra Púnica y jugó un papel vital en la victoria romana y en la ascensión de la República romana con la hegemonía en el mar Mediterráneo. 

Se forma, en el año 260 a. C., la primera flota romana importante, compuesta por cerca de 150 quinquerremes y trirremes, la cual actuaba cerca del estrecho de Mesina entre Sicilia y la península Itálica.

Roma se esforzó por anular la ventaja marítima cartaginesa, equipando a sus naves con el corvus, que era un nuevo invento que constaba de un gran tablón de madera con un garfio con el que se enganchaban a las naves enemigas. 

Esto permitía a los romanos enviar a los soldados a modo de pasarela al asalto de la nave enemiga, evitando así las tradicionales tácticas de la batalla de abordaje embistiendo los cascos con el rostrum, en las cuales inicialmente eran mucho menos experimentados.

Aunque la primera acción llevada a cabo en el mar, fue la batalla de las islas Lipari en el año 260 a. C., terminó en una derrota para Roma, las fuerzas implicadas eran relativamente pequeñas. 

La nueva marina romana logró su primera victoria naval importante en ese mismo año en la batalla de Milas. Con el curso de la guerra, Roma continuó ganando batallas en el mar y adquiriendo experiencia naval. Su cadena de éxitos permitió que Roma expandiera su teatro de operaciones en el mar, alcanzando la misma Cartago.

A comienzos de la IIª Guerra Púnica entre los años 218 al 202 a C., la hegemonía naval en el mar Mediterráneo occidental había pasado ya de Cartago a Roma. Esto hizo que Aníbal, el gran general cartaginés, cambiara de estrategia, llevando la guerra a la península Itálica.

Durante la primera mitad del siglo II a. C., Roma destruyó Cartago y dominó los reinos helenísticos del este del Mediterráneo, logrando el dominio completo de todas las orillas de este mar. 

Las flotas romanas volvieron a desempeñar un papel preponderante en el siglo I a. C. en las guerras contra los piratas y en las guerras civiles que provocaron la caída de la República, cuyas campañas se extendieron a lo largo del Mediterráneo. 

Roma organizaría periódicamente expediciones para enfrentarse a los piratas. Pompeyo organizó una fuerza naval en el año 67 a. C que libró eficazmente la piratería de este mar durante un tiempo.

Mientras en la República romana se desataba la guerra civil, los diferentes ejércitos crearon de nuevo sus propias fuerzas navales. Sexto Pompeyo que era, hijo menor del anterior, en su guerra con Octavio Augusto reunió una importante flota que operaba con un gran radio de acción para amenazar Sicilia, la fuente vital de grano de Roma, lo que produjo el pánico en la ciudad por el aumento de su precio.

Un birreme del siglo II a.C. representado en un relieve procedente del templo de Fortuna Primigenia
Un birreme del siglo II a.C. representado en un relieve procedente del templo de Fortuna Primigenia

Octavio Augusto, con la ayuda de Marco Agripa, construyó una flota en Forum Iulii y derrotó a Sexto en la batalla de Nauloco en el año 36 a. C., terminando con toda la resistencia pompeyana. 

La marina de Octavio Augusto fue puesta una vez más a prueba al luchar contra las flotas combinadas de Marco Antonio y Cleopatra en la batalla de Actium en el año 31 a. C. 

Esta última batalla naval de la República romana permitió establecerse definitivamente a Octavio Augusto como único Emperador en Roma y puso fin a las guerras civiles que sufría Roma con la victoria final de Octavio César, que significa el fin de la República romana. 

Durante el período imperial, el mar Mediterráneo fue un pacífico lago romano por la ausencia de un rival marítimo, y la marina quedó reducida mayormente a patrullaje y tareas de transporte.

Sin embargo, la participación de la marina romana aumentó en las fronteras del Imperio, en las nuevas conquistas y cada vez más, en la defensa contra las invasiones bárbaras, la marina estuvo plenamente participativa. 

El declive del Imperio en el siglo III d. C., hizo que la marina quedara reducida a la sombra de sí misma, tanto en tamaño como en capacidad de combate. En las sucesivas oleadas de los pueblos bárbaros contra las fronteras del Imperio, la armada solo pudo desempeñar un papel secundario. 

A comienzos del siglo V d. C., las fronteras del imperio fueron superadas y aparecieron reinos bárbaros en las orillas del mar Mediterráneo occidental. Uno de ellos, los vándalos crearon su propia flota que atacaba las costas del Mediterráneo, incluso llegó a saquear Roma, mientras las disminuidas flotas romanas fueron incapaces de ofrecer resistencia.

LOS BARCOS ROMANOS

Según Polibio, los romanos tomaron como modelo de diseño una nave cartaginesa naufragada, debido a la falta de tradición marinera. Esa carencia, que es tanto como decir inexperiencia, se siguió también con buques y hubo que tirar de imaginación, introduciendo una novedad que daría tiempo para equilibrar las cosas.

Se trataba del corvus, una especie de puente levadizo con un garfio en el extremo para clavarse en la cubierta del buque enemigo y facilitar su abordaje a los legionarios embarcados, minimizando así las superiores técnicas navales púnicas. 

Como sabemos, la victoria final fue para los romanos, que al término de la última guerra y ya dueños del Mediterráneo occidental, extendieron su dominio a la zona oriental del mar Mediterráneo, tras derrotar también a ilirios y pónticos. 

Al no haber ya una potencia que rivalizase con ellos, habían retornado al sistema de socii navales disolviendo temerariamente la flota, de ahí que fuera necesario formar otra nueva flota.

Gracias a los poderes especiales concedidos por el Senado, Pompeyo consiguió poner fin a la piratería, que se había convertido en un serio peligro para la economía. Además, empezaba una nueva era de expansión de la mano de Julio César, y le vino muy bien para acometer la conquista de las Galias primero y Britania después. 

Más tarde estallaron las guerras civiles y esos barcos se usaron para dirimir quién gobernaría en Roma. El episodio final de aquel conflicto fratricida lo protagonizaron Octavio y Marco Antonio, siendo precisamente una batalla en el mar, la de Actium como ya hemos visto, la que inclinó la balanza para el primero en el año 31 a.C.

Roma deja atrás la etapa republicana para entrar en la época imperial, que dio sus primeros pasos con una reforma militar integral, diseñada por Marco Vipsanio Agripa y financiada por el Aerarium militare, con la finalidad de profesionalizar el ejército y la marina. 

La marina romana situó la base principal en Ostia, pasando luego a Forum Iulii, la actual Fréjus francesa. Posteriormente, se optó por dividir la armada en dos flotas pretorianas que pudieran cubrir todo el mar Mediterráneo: 

- La primera flota romana era la Classis Misenensis llamada así por operar desde Misenum, en Nápoles, siendo su misión controlar el Mediterráneo occidental. Disponía de medio centenar de barcos y unos diez mil hombres, si se incluye a los legionarios adscritos, muchos de ellos reclutados en Egipto. 

Al igual que las legiones, las flotas solían intervenir en la política y miembros de la Misenensis lo hicieron a favor de Nerón, Septimio Severo o Constantino.

- La segunda flota debía ocuparse del Mediterráneo oriental, era la Classis Ravennatis. Ese nombre deriva de su base en Rávena, donde había un complejo portuario con astilleros y capacidad para doscientas cincuenta naves. 

Muchos marinos residían en Roma, en el Castra Ravennatium, adiestrándose a menudo mediante naumaquias en las aguas del río Tíber. El personal de estas flotas era el encargado de desplegar el velarium que cubría el Anfiteatro Flavio, el Coliseo.

Distribución de las flotas romanas y sus principales bases durante el principado de Octavio
Distribución de las flotas romanas y sus principales bases durante el principado de Octavio

Cada una estaba al mando de un praefectus classis, extraído del estrato superior de la clase ecuestre, teniendo mayor rango el de la Misenensis. Les ayudaban sendos sub praefecti, a su vez auxiliados por varios oficiales, el navarchus princeps dirigía uno o varios escuadrones de naves.

Individualmente, los barcos eran capitaneados por un trierarca, equivalente a un centurión, a cuyas órdenes había marineros, soldados y remeros, todos considerados milites.

El servicio militar en la marina resultaba más largo que en tierra, puesto que tenía duración de veintiséis años, que serían dos más a partir del siglo III d.C. Al licenciarse recibían un pago, la ciudadanía, una parcela de tierra y permiso para casarse, que tenían prohibido hasta entonces.

La classis se componía fundamentalmente de:

- Trirremes, en cada uno de los cuales embarcaban ciento veinte legionarios, marineros aparte. 

- Quinquerremes con doscientos legionarios.

- Liburnas birremes y monorremes, muy ligeros y rápidos.

- Había más tipos de barco, incluyendo algún hexarreme, pero con el tiempo se tendió a reducir el tamaño de las naves. 

A cada barco se le bautizaba con nombres y normalmente operaban en primavera y verano, quedando el resto del año en sus puertos. Las flotas solían subdividirse en destacamentos secundarios distribuidos por muchos puertos diferentes.

Birremes de una flota del Danubio durante las Guerras Dacias (Columna Trajana)
Birremes de una flota del Danubio durante las Guerras Dacias (Columna Trajana)

A esas dos grandes flotas pretorianas se sumaban otras provinciales más pequeñas, a veces creadas específicamente para campañas concretas. 

Parece ser también que algunas legiones contaban con sus propios escuadrones marinos, caso de la Legio XXII Primigenia en el río Rin, la Legio X Fretensis en el río Jordán y otras en el río Danubio.

Hubo muchas más flotas desgajadas de las anteriores con el paso del tiempo y durante el período Bajo Imperial se destinaron fundamentalmente a controlar zonas específicas de la costa mediterránea. 

Las flotas Classis Pannonica y la Classis Moesica se atomizaron en escuadrones fluviales menores denominados Classis Histrica, que se dejaban al mando de los duces fronterizos y se extendían por diversos puertos del río Danubio que hacia frontera con los territorios bárbaros.

 

El emperador Constantino traslado la Classis Ravennatis a Constantinopla, debido al hundimiento progresivo del terreno en Ravena debido a los numerosos lodos del río Po. 

La armada romana fue perdiendo protagonismo en la misma medida que el imperio veía reducido su poder. En cambio, en el Imperio Romano de Oriente constituyó una fuerza fundamental para el mantenimiento de su hegemonía.

Su gran novedad fue el dromon [1], un buque de tres mástiles con velamen latino y dos filas de remos que se considera el predecesor de la galera italiana. Tenía un tamaño considerable con cincuenta metros de eslora y era acompañado de otros modelos de nave, como el panfil [2] o la kelandia [3].

La flota bizantina, y más concretamente los dromones, iban armados con balistas y otras máquinas bélicas, tal cual se habían hecho los siglos anteriores. El corvus había caído en desuso hacía ya mucho tiempo. 

Esta flota contaba con el famoso y temible fuego griego que se trataba de una mezcla de agua, nafta, azufre, resina, óxido de calcio y salitre que se disparaba mediante un sifón de bronce instalado en el castillo de proa, con resultados similares a los de un gran lanzallamas.

Aquella armada, y especialmente la de los Karabisianoi, que era una escuadra permanente creada en la segunda mitad del siglo VII, logró sostener al imperio, bien luchando, bien aprovisionando o ambas cosas. A veces hasta ayudando al imperio de occidente ante enemigos como los vándalos, ostrogodos, sasánidas, eslavos y árabes, hasta su caída definitiva en el año 1.453.


[1] Un dromon fue un tipo de galera y el barco de guerra más importante de la armada de Bizancio entre los siglos V y XII, cuando fueron sucedidos por las galeras de estilo italiano. Fue desarrollado a partir de la antigua liburna, que fue la principal nave de la armada romada durante el imperio. Era un buque de tres velas latinas de forma triangulares y dos filas de remeros, lo que le daba gran velocidad. Podía albergar entre 150 y 200 hombres, entre remeros, soldados y marineros. Estos barcos estaban armados con balistas y máquinas pesadas que proyectaban dardos de hierro, además del famoso fuego griego, así como catapultas para dispararlo, otra muestra del Imperio bizantino.
[2] El panfil era un barco de remos, de la familia de la galera, no demasiado grande, pero con una borda más alta que el uixer. La embarcación estaba destinada al comercio. Poseía una sola cubierta, no tenía castillos ni a proa, ni a popa e iba equipado con unos cien remos. Los pamphylos de la época bizantina eran una versión menor de los dromon. 
[3] Chelandion era el nombre de un tipo de galera bizantina, variante del dromon, que se usaba como buque de guerra y como buque de carga. Compartían las características generales del dromon siendo ambas galeras birreme con dos filas de remos, a pesar de que también presentaban una o dos velas latinas. Era controladas por dos timones en la popa y podían ser equipado con sifones para proyectar el temido fuego griego, arma secreta de la marina bizantina.

La marina en la antigua Roma