miércoles. 24.04.2024
Nace el veinticuatro de diciembre del año 244 d. C., probablemente en Salona en la región de Dalmacia. Sus padres le llamaron Diocles, o puede que Diocles Valerio.

Los padres de Diocleciano eran de bajo estatus social, y los escritores críticos con su gobierno afirman que su padre era un escriba o un liberto del senador Anulino. Afirman que el propio Diocles era un liberto. Sus primeros cuarenta años de vida son muy oscuros.

El cronista bizantino Juan Zonaras afirma que era el Dux de Mesia, lo que equivalía a un comandante de las fuerzas asentadas en el bajo Danubio. Por otro lado, y según la “Historia Augusta”, habría servido también en la Gali. Se trata de un dato poco fiable para los historiadores modernos, ya que no es corroborado por otras fuentes.

La muerte del emperador Caro en plena campaña contra el Imperio persa supuso la llegada al poder de sus impopulares hijos, Numeriano y Carino. Carino avanzó directamente hacia Roma desde la Galia, llegando en enero del año 84.

El Imperio Romano durante la Tetrarquía
El Imperio Romano durante la Tetrarquía

Numeriano, sin embargo, permaneció al mando del ejército en la parte oriental del imperio, en donde se encontraba también en campaña junto a su padre. La retirada romana de Persia se realizó de forma ordenada gracias a que el rey persa Bahram II se encontraba en plena lucha por establecer su autoridad y no podía enviar sus fuerzas contra ellos.

Numeriano solo había logrado llegar a la actual Homs en Siria en marzo del año 284, y en noviembre de ese año, se encontraba todavía en la actual Turquía. En su estancia en Homs todavía estaba vivo y con buena salud, pero tras dejar la ciudad sus oficiales, informaron de que sufría una inflamación ocular y desde ese momento viajó en un carromato cerrado.

Cuando el ejército llegó a Bitinia, algunos de los soldados de Numeriano percibieron un olor a putrefacción que emanaba del carro. Abrieron las cortinas y encontraron el cadáver de Numeriano.

Arrio Aper solo informaría oficialmente de la muerte de Numeriano, en el mes de noviembre. Los generales y tribunos de Numeriano formaron un concilio para determinar la sucesión, y eligieron a Diocles como nuevo emperador.

El ejército de Oriente se reunió en una colina situada a unos ocho kilómetros de Nicomedia, el veinte de noviembre del año 284. El ejército aclamó unánimemente a Diocles como su nuevo Augusto, que aceptó formalmente la púrpura imperial. Levantó su espada a la luz del sol e hizo un juramento en el que rechazaba cualquier responsabilidad por la muerte de Numeriano.

Reconstrucción del palacio dálmata de Diocleciano
Reconstrucción del palacio dálmata de Diocleciano

Poco después Diocles cambió su nombre por el de Diocleciano, de carácter más latino, pasando a llamarse Cayo Aurelio Valerio Diocleciano.

Tras su ascensión al trono, Diocleciano y Lucio Cesonio Baso fueron nombrados cónsules y asumieron las fasces [1] en lugar de Carino y Numeriano. Baso era miembro de una familia senatorial de la región de Campania un antiguo cónsul y procónsul de África.

Había sido elegido por Probo como señal de distinción. Se trataba de un hombre con capacidad en las labores de gobierno en las que Diocleciano, presumiblemente, no tenía experiencia.

El nombramiento de Baso significaba el rechazo de Diocleciano al gobierno romano de Carino, y su negativa a aceptar un estatus inferior a cualquier otro emperador, así como su intención de continuar una colaboración a largo plazo entre las aristocracias senatoriales y militares del imperio. También vinculaba su éxito al del Senado, de quien necesitaba el apoyo para llegar a Roma.

Diocleciano no era el único candidato a sustituir a Carino en el trono. El usurpador Marco Aurelio Juliano, el corrector Venetiae de Carino, se hizo con el control del norte de Italia y de Panonia tras la aclamación como emperador de Diocleciano.

Este hecho es conocido, entre otras cosas, debido a que hizo acuñar monedas desde la fábrica de moneda de Siscia, la actual ciudad croata de Sisak, declarándose a sí mismo emperador y prometiendo la libertad a sus súbditos.

La tetrarquía representada en una escultura que hoy adorna el Palacio Ducal de Venecia
La tetrarquía representada en una escultura que hoy adorna el Palacio Ducal de Venecia

Esto ayudaría políticamente a Diocleciano, que lo utilizó para defender en su propaganda un retrato de Carino como un tirano cruel y opresivo. Sin embargo, las tropas con las que contaba Juliano eran débiles, y fueron dispersadas fácilmente cuanto los ejércitos de Carino fueron trasladados desde Britania al norte de Italia.

Diocleciano era, como líder de un Oriente unido, la amenaza más importante para la posición de Carino. Durante el invierno del año 284 / 285, Diocleciano hizo avanzar a sus tropas por los Balcanes.

Su ejército se enfrentó al de Carino en el río Margus en Mesia situado cerca de Belgrado a inicios del mes de junio. A pesar de contar con un ejército más fuerte, Carino tenía la posición más débil. Su gobierno era impopular, llegándose a alegar que Carino había maltratado al Senado y seducido a las esposas de sus oficiales.

Flavio Constancio que era el gobernador de Dalmacia, se unió a Diocleciano al comienzo de la primavera. Cuando comenzó la batalla de Margus el prefecto de Carino, Aristóbulo, también desertó.

Carino murió en el transcurso de la batalla y la victoria final fue de Diocleciano. Los ejércitos de Oriente y de Occidente, le aclamaron como su emperador. Diocleciano exigió un juramento de lealtad al ejército derrotado y partió hacia Italia.

Poco después de la batalla del Margus, Diocleciano se vio involucrado en batallas contra los cuados y los marcomanos. Finalmente, llegó al norte de Italia para hacerse con el gobierno imperial, aunque se desconoce si Diocleciano llegó a visitar la ciudad de Roma en esta época.

Existe una acuñación de moneda contemporánea que sugiere la celebración de su llegada a la ciudad, pero algunos historiadores modernos defienden que Diocleciano evitó la ciudad, y que lo hizo conscientemente.

La ciudad y el Senado ya no eran políticamente relevantes para el destino del imperio, y Diocleciano pretendía enviarles ese mensaje. Comenzó su reinado a partir de su aclamación por el ejército, y no por la fecha de ratificación por el Senado, siguiendo la práctica establecida por Caro, que había declarado que la ratificación senatorial era una formalidad inútil.

En cualquier caso, si Diocleciano llegó a entrar en Roma tras su acceso al trono, no debió permanecer mucho tiempo en la ciudad. Existen datos que le sitúan en los Balcanes, el dos de noviembre del año 285, en una campaña militar contra los pueblos sármatas.

Sustituyó al prefecto de Roma, sin embargo la mayoría de los oficiales que habían servido con Carino, mantuvieron sus cargos con Diocleciano en el poder.

No mató ni depuso al prefecto del pretorio ni al cónsul Aristóbulo, sino que le confirmó en ambos cargos, y más tarde le otorgó el proconsulado de África y el rango de prefecto urbano. Es probable que las otras personas que mantuvieron sus cargos también hubieran traicionado a Carino.

DIOCLECIANO EMPERADOR

El conflicto hervía en cada provincia del imperio, desde la Galia hasta Siria y desde Egipto hasta el bajo Danubio. Era demasiado para que una sola persona lo pudiera controlar, por lo que Diocleciano necesitaba un lugarteniente. En algún momento del año 285, Diocleciano ascendió en la actual Milán a su compañero y oficial Maximiliano al cargo de César haciéndole coemperador.

El concepto del gobierno dual no era nuevo en el Imperio romano. Octavio Augusto, ya había compartido el poder con sus colegas, y hubo una figura más semejante a la del coemperador a partir del emperador Marco Aurelio.

Además, ya el emperador Caro y sus hijos habían gobernado conjuntamente. Diocleciano, en ese sentido, estaba en una situación más débil que sus predecesores porque tenía una hija, Valeria, pero no tenía hijos varones.

El coemperador debía proceder, por tanto, de fuera de su familia, lo cual implicaba mayores problemas de lealtad. Algunos historiadores defienden que Diocleciano, al igual que algunos emperadores anteriores, adoptó a Maximiano como el “hijo del Augusto”, en el momento de su nombramiento.

La unión política entre Diocleciano y Maximiano fue relacionada siempre con connotaciones religiosas cuando, aproximadamente en el año 287, Diocleciano asumió el título “Iovius” y Maximiano el de “Herculius”.

Es probable que estos títulos tuvieran la intención de vincular a los dos líderes ciertas características de los dioses a los que hacían referencia. Diocleciano, asumiendo el rol del dios Júpiter, se encargaba de los roles dominantes sobre la planificación y el mando. Maximiano, en el rol de Hércules que actuaba como el héroe subordinado a Júpiter.

Palacio de Diocleciano en Split
Palacio de Diocleciano en Split

Los emperadores eran vistos como los representantes de los dioses, que hacían su voluntad en la tierra. Este desplazamiento hacia la santificación divina a partir de la mera aclamación militar, permitía alejar de las manos del ejército el poder de elegir emperadores.

La legitimación religiosa permitía que Diocleciano y Maximiano estuviesen en un estatus superior al que pudieran situarse los rivales potenciales que estuviesen amparados solamente en el poder militar o en cuestiones dinásticas.

Tras su aclamación, Maximiano fue enviado a someter la rebelión de los bagaudas en la Galia. Diocleciano, por su parte, volvió a Oriente.

Mientras, Diocleciano debe hacer frente a los sármatas y los persas. En los Balcanes, durante el otoño del año 285, la tribu de los sármatas le solicitan asistencia al emperador, con la finalidad de recuperar sus tierras o bien, en su defecto, derechos sobre los pastos en territorio del Imperio.

Diocleciano contestó negativamente a ambas peticiones y se enfrentó militarmente a ellos, aunque no fue capaz de obtener una victoria definitiva. Las presiones nómadas sobre la gran llanura europea se mantuvieron, y más tarde el imperio tendría que volver a enfrentarse a los sármatas.

Diocleciano pasó el invierno en Nicomedia y en ese periodo se produjo una revuelta en las provincias orientales, provocada por el hecho de que Diocleciano trajo consigo colonos de la provincia romana de Asia para hacerse cargo de las granjas deshabitadas de Tracia.

Durante la estancia de Diocleciano en Oriente tuvo lugar un éxito diplomático relativo al conflicto con Persia. El rey Bahram II le ofreció valiosos regalos en el año 287, declaró la amistad abierta con el imperio e invitó a Diocleciano a visitarle.

 

Durante la misma época, posiblemente en 287, Persia renunció a sus reclamaciones sobre Armenia y reconoció la autoridad romana sobre el territorio al oeste y sur del río Tigris.

La parte occidental de Armenia quedó incorporada al imperio romano como provincia. El rey Tiridates III que era miembro de la dinastía arsácida y pretendiente del trono armenio a la vez que cliente de Roma, había sido desheredado y forzado a refugiarse en el imperio romano tras la conquista persa de los años 252-253.

Volvió a reclamar la parte oriental de su dominio en el año 287 y no encontró oposición. Los regalos de Bahram II fueron vistos como un símbolo de victoria en el marco de las guerras entre Persia y Roma.

Diocleciano fue alabado como el fundador de la paz eterna. Estos hechos pudieron representar la formalización del fin de la campaña oriental del emperador Caro, que probablemente terminó con un acuerdo de paz.

A la terminación de los enfrentamientos con los persas, Diocleciano reorganizó la frontera de Mesopotamia y fortificó la ciudad de Circesium en la provincia de Siria a las orillas del río Éufrates.

Las campañas militares de Maximiano no fueron tan fáciles como las de Diocleciano. Los bagaudas fueron sometidos fácilmente, pero Carausio que era el hombre al que había puesto al mando de las operaciones contra los piratas sajones y francos de la costa sajona, había comenzado a apropiarse del botín tomado a los piratas. 

Maximiano emitió una pena de muerte contra Carausio, que huyó del continente y se proclamó a sí mismo Augusto, consiguiendo iniciar una revuelta en Britania y en noroeste de la Galia. 

Busto de Carino. Museos Capitolinos, Roma
Busto de Carino. Museos Capitolinos, Roma

Maximiano adoptó el título de Augusto, el uno de abril del año 286. Se trata de un nombramiento inusual, por cuanto era imposible que Diocleciano hubiese estado presente como testigo del evento.

Se ha sugerido que Maximiano pudiera haber usurpado el título, y solo más tarde habría sido reconocido por Diocleciano para evitar una guerra civil. No se sabe si Diocleciano estaba de acuerdo con la medida, y si quiso que Maximiano actuara con la suficiente independencia.

Maximiano se dio cuenta de que no podía terminar con el comandante rebelde de forma rápida, por lo que previamente, durante la campaña del año 287, se dedicó a hacer la guerra a las tribus de más allá del río Rin.

Durante la primavera siguiente Maximiano preparó una flota para la expedición militar contra Carausio. Diocleciano volvió del este para encontrarse con Maximiano, y prepararon una campaña conjunta contra los alamanes.

Diocleciano invadió Germania desde Raecia mientras que Maximiano avanzaba desde Maguncia, y cada uno de los emperadores iba arrasando con los cultivos y las provisiones que encontraba a su paso, destruyendo los medios de subsistencia de los germanos.

Con esta campaña los dos emperadores consiguieron ampliar el territorio romano, permitiendo que Maximiano pudiera centrarse en los preparativos de la campaña contra Carausio sin ningún tipo de distracción.

Diocleciano vuelve al este y ganó lo que probablemente fue otra rápida campaña contra los sármatas. No han llegado detalles sobre esos hechos, si bien las inscripciones existentes indican que Diocleciano adoptó el título “Sarmaticus Maximus “después del año 289.

Diocleciano encabezó diversas actividades diplomáticas dirigidas a las tribus del desierto que habitaban el territorio entre Roma y Persia. Es posible que pudiera intentar persuadirles para aliarse con Roma, reviviendo la antigua esfera de influencia romana en la ciudad nabatea de Palmira, o puede que simplemente intentase reducir la frecuencia de sus incursiones sobre el territorio del imperio.

Parte del edicto de precios en griego, Geraki, Grecia
Parte del edicto de precios en griego, Geraki, Grecia

Algunos de los príncipes de estos Estados eran clientes o vasallos de Persia, hecho que pudiera haber incrementado la tensión entre los dos imperios. En occidente, Maximiano perdió la flota construida entre los años 288 y 289, probablemente a comienzos de la primavera del año 290.

Diocleciano terminó su viaje por Oriente y volvió al oeste, llegando a Homs, el diez de mayo del año 290, y a Simio, en el río Danubio, el uno de julio del mismo año. Los emperadores se encontraron en Milán en el invierno, entre el final de diciembre del año 290 y el mes de enero del año 291, en un encuentro que tuvo lugar con gran pompa y solemnidad. 

Los emperadores pasaron gran parte de su tiempo en apariciones públicas y se conjetura que las ceremonias se prepararon con la finalidad de demostrar que el apoyo de Diocleciano a su colega se mantenía intacto.

Una delegación del Senado Romano se reunió con los emperadores, renovando el infrecuente contacto del Senado con los mandos imperiales. La elección de Milán por encima de Roma como lugar del encuentro suponía una nueva afrenta al orgullo de la capital.

Existía una práctica que determinaba que Roma era una capital de carácter más ceremonial que real, puesto que el verdadero centro de la administración imperial quedaba determinado en función de las necesidades de la defensa del Imperio:“... la capital del Imperio parecía estar ahí, dónde los dos emperadores se encontraron ….Roma está donde el emperador está”.

Bastante antes de Diocleciano, el emperador Galieno ya había elegido Milán como la ciudad en la que ubicar su cuartel general. Durante la reunión, probablemente se trataron diversos temas políticos y bélicos, pero las conversaciones se mantuvieron en secreto. Los emperadores no volverían a reunirse hasta el año 303.

Moneda de acuñación militar de Diocleciano
Moneda de acuñación militar de Diocleciano

LA TETRARQUÍA

Diocleciano transfirió el mando de la guerra contra Carausio, de Maximiano a Flavio Constancio en el año 293. Constancio era el gobernador de la región de Dalmacia y un hombre de gran experiencia militar, experiencia que se remontaba a las campañas de Aureliano contra la reina Zenobia en el año 272 d. C.

Era el prefecto del pretorio de Maximiano en la Galia, y el marido de la hija de Maximiano, Teodora. El uno de marzo del año 293, en Milán, Maximiano otorgó a Constancio el título de César.

En la primavera de 293, Diocleciano haría lo mismo con Galerio, marido de la hija de Diocleciano y puede que también prefecto del pretorio de Diocleciano. Constancio fue asignado a la Galia y a Britania, y Galerio a Siria, Palestina, Egipto y recibió toda la responsabilidad sobre las fronteras orientales.

Este sistema de gobierno recibió el nombre de tetrarquía - gobierno de cuatro-. Los emperadores de la tetrarquía eran más o menos soberanos de sus propias regiones, y viajaban con sus propias cortes imperiales, administradores, secretarios y ejércitos.

Estaban vinculados por lazos de sangre y matrimonio. Diocleciano y Maximiano se presentaban como hermanos y los coemperadores senior adoptaron formalmente a Galerio y a Constancio como hijos en el año 293. Estas relaciones implicaban la existencia de una línea de sucesión: Galerio y Constancio se convertirían en augustos a la salida de Diocleciano y Maximiano.

Vestigios de las termas de Diocleciano en Roma
Vestigios de las termas de Diocleciano en Roma

El hijo de Maximiano, Majencio, y el de Constancio, Constantino se convertirían en césares. Para prepararles para sus obligaciones futuras Constantino y Majencio fueron llevados a la corte de Diocleciano en Nicomedia.

Tuvieron que hacer frente a distintos conflictos. Diocleciano pasó la primavera de 293 viajando con Galerio hasta Bizancio. Luchó de nuevo contra los sármatas en el año 294, probablemente en otoño y obtuvo una victoria contra ellos, lo cual mantuvo a los sármatas alejados de las provincias del Danubio durante un tiempo.

Mientras tanto, Diocleciano construyó fuertes al norte del Danubio, en Budapest Bononia, Ulcisia Vetera, Castra Florentium, Intercisa y Onagrinum. Los nuevos fuertes se convirtieron en parte de una nueva línea de defensa llamada la Ripa Sarmatica.

Luchó de nuevo en la región entre los años 295 y 296, obteniendo una victoria sobre los carpianos en el verano del año 296. Después, durante los años 299 y 302, mientras Diocleciano residía en Oriente, fue el turno de Galerio de afrontar una victoriosa campaña en el Danubio.

A finales de su reinado, Diocleciano había pacificado la totalidad de la longitud del Danubio, construyendo fuertes, cabezas de puente, carreteras y ciudades amuralladas, y envió al menos quince legiones a patrullar la región.

Galerio se vio envuelto en enfrentamientos en el Alto Egipto entre los años 291 y 293, en donde tuvo que sofocar una revuelta local. Volvería a Siria en el año 295 para luchar contra el Imperio Persa, pero los intentos de Diocleciano por homogeneizar el sistema impositivo egipcio con el del resto del imperio, provocaron el descontento y se desató una nueva revuelta a la partida de Galerio.

El usurpador Domicio Domiciao se declaró a sí mismo Augusto, en julio o agosto del año 297. Gran parte de Egipto, incluyendo la ciudad de Alejandría, le reconoció como tal. Diocleciano se trasladó a Egipto para acabar con la amenaza, consiguiendo una primera victoria en Tebaida en el otoño del año 297, para luego trasladarse a Alejandría, a la que puso asedio.

 

Domiciano murió en diciembre de ese año, momento en el que Diocleciano ya había asegurado el control sobre el territorio egipcio. Alejandría, que había organizado su defensa bajo el mando del antiguo corrector de Diocleciano, Aurelio Aquíleo, aguantó hasta algo más tarde, probablemente marzo del año 298.

Durante la estancia de Diocleciano en la región se llevaron a cabo diversas cuestiones burocráticas, entre las que debemos destacar que se realizó un censo y Alejandría, en castigo por su rebelión, perdió el derecho a acuñar moneda.

Las reformas de Diocleciano en la región, combinadas con las de Septimio Severo, llevaron las prácticas administrativas egipcias más cerca de los estándares romanos. Diocleciano viajó por el Nilo el verano siguiente, visitando Ixirrinco y Elefantina.

Firmó una paz con Nobatía en Nubia y con las tribus blemias. Conforme al Tratado, las fronteras romanas fueron trasladadas al norte hasta File y las dos tribus recibieron un estipendio anual de oro. Diocleciano dejó África poco después de formalizar el Tratado, llegando a Siria en febrero del año 299. Posteriormente, se reunió con Galerio en Mesopotamia.

Surge el conflicto con Persia. Narsés de Armeni, que era hijo de Shapur, había sido dejado a un lado en la sucesión de la dinastía sasánida en el año 294, se hizo con el poder en Persia. Narsés eliminó a Bahram III, un joven que se hizo con el poder en el año 293, tras la muerte de Bahram II.

Narsés y Diocleciano procedieron a hacer el acostumbrado intercambio de regalos entre los dos imperios a comienzos del año 294, y Diocleciano incluyó un intercambio de embajadores. Narsés se dedicaba a destruir cualquier rastro que hiciese referencia a sus inmediatos predecesores en los monumentos públicos.

Vista del palacio de Diocleciano en la ciudad croata de Split
Vista del palacio de Diocleciano en la ciudad croata de Split

Narsés declaró la guerra a Roma entre los años 295 o 296. Parece que primero invadió el oeste de Armenia, ocupando las tierras que fueron entregadas a Tirídates durante la paz del año 287.

Luego se dirigió al sur, hacia la Mesopotamia romana, en el año 297, en donde infligió una severa derrota a Galerio en la región ubicada entre Carrhae, en la actual Turquía y Callinicum, la actual ciudad siria de Raqqa cercano al río Balikh.

En una ceremonia pública en Antioquía la versión oficial de los hechos era muy clara: Galerio era responsable de la derrota; Diocleciano no. Diocleciano humilló públicamente a Galerio, obligándole a caminar durante una milla a la cabeza de la caravana imperial vestido con el púrpura imperial.

Galerio recibió refuerzos militares durante la primavera del año 298, procedentes de un contingente reclutado en las regiones imperiales del Danubio. Narsés no avanzó desde Armenia y Mesopotamia, dejando que Galerio liderase la contraofensiva en el año 298, con un ataque sobre el norte de Mesopotamia a través de territorio armenio.

Narsés se retiró a Armenia para luchar contra el ejército de Galerio en una situación en la que Narsés se encontraba en desventaja. El escarpado terreno armenio favorecía más a la infantería romana que a la caballería sasánida. Galerio obtuvo dos grandes victorias sobre Narsés en sendas batallas.

Durante el segundo encuentro, las fuerzas romanas asediaron el campamento de Narsés, en donde se encontraban su tesoro, su harén y su esposa oficial. Galerio continuó avanzando río abajo por el río Tigris y capturó la capital persa de Ctesifonte antes de volver a territorio romano siguiendo el río Éufrates.

Narsés envió a un embajador a Galerio en el curso de la guerra para rogar por la devolución de su esposa e hijos, pero Galerio le despidió. Las negociaciones serias de paz comenzaron en la primavera del año 299.

Diocleciano y el magister memoriae de Galerio, Sicorio Probo, fueron enviados a Narsés para presentar sus condiciones. Éstas eran duras:

  • Armenia debía volver al dominio romano, con la fortaleza de Ziatha como límite. La Ibéria caucásica la se sometería a Roma.
  • Nisibis, ahora bajo dominio romano, se convertiría en el único conducto para el comercio entre Persia y Roma.
  • Roma controlaría las cinco satrapías ubicadas entre el Tigris y Armenia: Ingilene, Sophanene, Arzanene, Corduene, y Zabcicene.
  • Disponer del paso del Tigris por el Antitauro, el paso de Bitlis, que representaba la ruta más rápida hacia el interior de la Armenia persa, y el acceso a la llanura Tur Abdin.
  • Una franja de tierra que contendría más adelante las fortalezas estratégicas de Amida en Turquía y Bezabde pasó a estar bajo la ocupación militar romana. Gracias a estos territorios, Roma tendría una posición avanzada al norte de Ctesifonte, y podría frenar cualquier futuro avance de tropas persas en la región.
El peristilo del palacio de Diocleciano en Split
El peristilo del palacio de Diocleciano en Split

Tras la paz, Tirídates recuperó su trono y sus derechos dinásticos y Roma aseguró una amplia zona de influencia, lo cual permitió en décadas posteriores una amplia difusión del cristianismo siríaco desde el centro de Nisibis, y la cristianización posterior de Armenia.

PERSECUCIONES RELIGIOSAS

A la conclusión de la guerra, Diocleciano y Galerio volvieron a Antioquía. Los emperadores tomaron parte en una ceremonia de sacrificio y adivinación en el año 299, en la que, al parecer, los arúspices fueron incapaces de leer las entrañas de los animales sacrificados, y culparon a los cristianos de la corte imperial.

Los emperadores ordenaron que todos los miembros de la corte realizaran un sacrificio para purificar el palacio. El emperador también envió cartas a los mandos militares en los que exigía que todo el ejército llevara a cabo los sacrificios requeridos bajo pena de ser licenciados.

Diocleciano era conservador en cuestiones religiosas, un hombre fiel al tradicional panteón romano, que entendía la necesidad de la purificación religiosa. Algunos historiadores afirman que era Galerio, y no Diocleciano, el principal impulsor de la purga, y su principal beneficiario.

Las termas de Diocleciano
Las termas de Diocleciano

Galerio, que era todavía más devoto y apasionado que Diocleciano, veía una ventaja política en las persecuciones y estaba deseando acabar con la política de inacción que se había mantenido sobre este tema.

Antioquía era la principal residencia de Diocleciano entre los años 299 y 302. Visitó Egipto en una ocasión, durante el invierno de 301y 302, para ocuparse del suministro de grano de Alejandría.

Debido a una serie de disputas públicas con los maniqueos, Diocleciano ordenó que los líderes de los seguidores de Mani fueran quemados vivos junto con sus esculturas.

Se declaró que los maniqueos de las clases más bajas debían ser ejecutados con la espada, el treinta y uno de marzo del año 302, mientras que los maniqueos de clases altas debían ser enviados a trabajar a las canteras del Proconeso o en las minas de Fenóno, al sur de Palestina.

Todas las propiedades de los maniqueos debían ser confiscadas y depositadas en el tesoro imperial. Diocleciano encontró muchos motivos para condenar la religión maniquea. Su novedad, sus orígenes foráneos, la manera en la que corrompía la moral romana, y su oposición inherente a las tradiciones religiosas antiguas.

El maniqueísmo era apoyado por entonces en Persia, lo que añadían componentes políticos a los puramente religiosos o morales. Salvo por esta cuestión política, los motivos por los que condenaba el maniqueísmo eran igualmente aplicables, si no más, al cristianismo, que sería su siguiente objetivo.

Diocleciano volvió a Antioquía en el otoño de 302. Ordenó que al diácono Román de Antioquía le fuera amputada la lengua por desafiar la orden de las cortes e interrumpir los sacrificios oficiales.

Partió de la ciudad en invierno, acompañado por Galerio, y se dirigió a Nicomedia. Según Lactancio, Diocleciano y Galerio discutieron sobre la política imperial hacia los cristianos durante ese invierno.

Diocleciano argumentaba que bastaría con prohibir a los cristianos trabajar como funcionarios o en el ejército para recuperar el favor de los dioses, pero Galerio quería ir más allá, y defendía la exterminación.

Restos de las termas de Diocleciano
Restos de las termas de Diocleciano

Los dos hombres acudieron a pedir consejo al oráculo de Apolo en Dídima, el cual contestó que los justos sobre la tierra dificultaban la habilidad de Apolo de aconsejar.

El término justos, solo podía hacer referencia a los cristianos del Imperio, consiguiendo persuadir a Diocleciano para que accediera a las demandas de una persecución universal.

Diocleciano ordenó el día veintitrés de febrero del año 303, que la recién construida iglesia de Nicomedia fuera arrasada. Exigió que se quemaran sus escrituras y que se requisara todo lo de valor para el tesoro imperial. Al día siguiente, promulgó su primer “Edicto contra los cristianos”.

Ordenó la destrucción de las escrituras cristianas y de sus lugares de culto a lo largo del Imperio, prohibiendo a los cristianos reunirse para celebrar los actos litúrgicos. Antes de acabar el mes de febrero, un incendio destruyó parte del palacio imperial y Galerio convenció a Diocleciano de que los culpables habían sido los cristianos, que habían conspirado junto con los eunucos de palacio.

Se puso en marcha una investigación y se llevaron a cabo diversas ejecuciones, que se prolongaron al menos hasta el día veinticuatro de abril, fecha en la que fueron decapitadas seis personas entre las que se encontraba el obispo Antimo.

La última oración de los mártires cristianos de Jean-Léon Gérôme
La última oración de los mártires cristianos de Jean-Léon Gérôme

Se produjo un segundo incendio dieciséis días después del primero, y Galerio partió de la ciudad hacia Roma, declarando que Nicomedia no era segura. Diocleciano le seguiría poco después.

Aunque se promulgaron edictos posteriores de persecución de los cristianos en los que se exigía el arresto del clero cristiano y reclamaban actos de sacrificio universales, estos edictos no tendrían un verdadero éxito.

La mayoría de los cristianos escaparon a los castigos e incluso los paganos se mostraron, en general, contrarios a la persecución. Los sufrimientos de los nuevos mártires sirvieron además para propagar la religión.

Constancio y Maximiano no aplicaron los edictos posteriores, permitiendo que los cristianos de Occidente no fueran perseguidos. Galerio rescindió el edicto en el año 311, anunciando que la persecución había fracasado en su intento de traer a los cristianos de vuelta a la religión tradicional.

Unos veinticinco años después del comienzo de las persecuciones el emperador Constantino I llegaría a ser el único emperador del Imperio y revertiría las consecuencias de los edictos retornando todas las propiedades confiscadas a los cristianos.

Bajo el gobierno de Constantino el cristianismo se convertiría en la religión principal del imperio y Diocleciano acabaría siendo demonizado por sus sucesores cristianos. El historiador Lactancio daba a entender que la ascendencia de Diocleciano anunciaba el apocalipsis, y en la mitología serbia, Diocleciano es recordado como Dukljan, el adversario de Dios.

EL FINAL DE DIOCLECIANO

Diocleciano entró en la ciudad de Roma a comienzos del invierno del año 303. Pronto se impacientó con la ciudad pues mostraban una licenciosa familiaridad hacia él. El pueblo romano no se dirigía a él con la suficiente deferencia a su autoridad suprema y esperaban que actuase como un gobernante aristocrático, no monárquico.

El veinte de diciembre del año 303, Diocleciano interrumpió abruptamente su estancia en Roma y partió hacia el norte. Ni siquiera llevó a cabo las ceremonias de investidura de su noveno consulado, sino que las hizo en Rávena el uno de enero del año 304.

Diocleciano hizo planes en Roma para su futura retirada y mantener a Maximiano en el poder. Éste juró respetar el plan de Diocleciano en una ceremonia en el Templo de Júpiter.

Diocleciano partió desde Rávena hacia el Danubio. Allí, posiblemente en compañía de Galerio, tomó parte en una campaña contra los carpianos. Contrajo una enfermedad leve durante la campaña, pero su condición física comenzó a empeorar rápidamente y eligió continuar el viaje en una litera.

Partió hacia Nicomedia a finales del verano y el veinte de noviembre, apareció en público para la inauguración del circo que se había construido al lado del palacio. Se desvaneció poco después de las ceremonias y, durante el invierno de los años 304 y 305, se mantuvo recluido en su palacio todo el tiempo.

Surgieron rumores acerca de la muerte de Diocleciano, en los que se sugería que se estaba ocultando el hecho, hasta que Galerio pudiera llegar a la ciudad para asumir el poder, y el trece de diciembre parece que todo el mundo había asumido su muerte.

La ciudad se vistió de luto y solo lograron ponerle freno mediante una declaración pública de que el emperador estaba vivo. Diocleciano reapareció al fin en público, el uno de marzo del año 305, estaba demacrado y casi irreconocible.

Galerio llegó a la ciudad algo más tarde ese mismo mes. Llegó con un fuerte ejército y con planes de reconstituir la tetrarquía, forzando a Diocleciano a abdicar y colocar en la oficina imperial a las personas de su confianza.

Diocleciano convocó una asamblea de sus generales, las tropas que acompañaban al emperador, y representantes de las legiones más distantes el día uno de mayo del año 305. Se reunieron en la misma colina a las afueras de Nicomedia en la que Diocleciano había sido proclamado emperador.

Delante de la estatua de Júpiter, su principal deidad, Diocleciano se dirigió a la multitud y con lágrimas en los ojos les explicó su debilidad, su necesidad de descanso y su deseo de renunciar. Declaró que necesitaba pasar el deber del imperio a alguien más fuerte. Se convirtió en el primer emperador romano en abdicar voluntariamente.

La mayor parte de la multitud creía conocer lo que iba a pasar. Constantino y Majencio, los únicos hijos adultos de los emperadores reinantes y hombres que se habían preparado largamente para suceder a sus padres, serían nombrados césares.

Constantino había viajado a través de Palestina, a la derecha de Diocleciano, y estaba presente en el palacio de Nicomedia y es probable que Majencio recibiese el mismo tratamiento.

Cuando Diocleciano anunció que iba a abdicar toda la multitud se giró para mirar a Constantino. Sin embargo, eso no fue lo que sucedió. Severo y Maximino fueron nombrados Césares. Maximino apareció y tomó las vestiduras de Diocleciano y, ese mismo día, Severo recibió las suyas de Maximiano en Milán.

Constancio sucedió a Maximiano como Augusto occidental, pero Constantino y Majencio fueron completamente ignorados en la transición de poder. Esto no presagiaba nada bueno para la seguridad futura del sistema de la tetrarquía.

La persecución cristiana del emperador Diocleciano
La persecución cristiana del emperador Diocleciano

Diocleciano se retiró a Dalmacia, su tierra de origen. Se trasladó a su palacio que había construido en Split en la costa del mar Adriático, cerca del centro administrativo de Salona. Maximiano se retiró a las villas de Campania o Lucania.

Sus nuevos hogares estaban lejos de la vida política, aunque Diocleciano y Maximiano estaban lo suficientemente cerca como para mantener un contacto regular entre ellos.

Diocleciano y Maximiano estuvieron presentes el once de noviembre del año 308, para ver el nombramiento de Licinio por parte de Galerio como nuevo Augusto en lugar de Severo, que había muerto a manos de Majencio.

Ordenó a Maximiano, que había intentado volver al poder tras su retiro, que se apartase permanentemente. El pueblo pidió a Diocleciano en Carnuntum que volviese al trono para resolver los conflictos que habían surgido a través de la llegada de Constantino al poder y la usurpación de Majencio, pero Diocleciano contestó:

“Si pudieras mostrar la col que yo planté con mis propias manos a tu emperador, él probablemente no se atrevería a sugerir que yo reemplace la paz y felicidad de este lugar con las tormentas de la avaricia nunca satisfecha”.

Vivió tres años más, dedicando sus días a los jardines de su palacio. Vio cómo su sistema tetrárquico colapsaba, roto por las ambiciones egoístas de sus sucesores. Tuvo conocimiento del tercer intento de Maximiano de reclamar el trono, de su suicidio obligado y de su posterior damnatio memoriae.

Las estatuas y retratos de su antiguo compañero en el trono fueron destruidas en su propio palacio. Finalmente, sumido en la depresión y la enfermedad, Diocleciano pudo haberse suicidado. Murió el tres de diciembre del año 311.

SU OBRA POLÍTICA

Diocleciano se veía como un restaurador, siendo una figura de autoridad. Su deber era devolver la paz al imperio, recrear la estabilidad y la justicia allí donde las hordas bárbaras las habían destruido. Impuso un sistema imperial de valores sobre un pueblo provincial diverso y a menudo poco receptivo.

Destruyó la ilusión que Augusto había creado siglos antes, en la que el gobierno imperial se presentaba como un trabajo cooperativo entre el emperador, el ejército y el Senado.

Creó una estructura autocrática, un cambio que se terminaría reflejando en el propio nombre de la institución: se llamaría consistorio. Diocleciano estructuró su corte distinguiendo departamentos separados para las distintas tareas.

A partir de esta estructura, surgieron los cargos de los distintos magistri, como la del Magister officiorum y los secretariados asociados. Se trataba de hombres preparados para gestionar las peticiones, requerimientos, correspondencia, asuntos legales y embajadas extranjeras.

Diocleciano mantuvo un cuerpo permanente de asesores legales en su corte, hombres con significativa influencia en su reestructuración de los asuntos jurídicos. Tenía dos ministros de finanzas, uno de ellos encargado del tesoro público y otro de los dominios privados del emperador y un prefecto del pretorio, el cargo más importante de todos ellos.

Diocleciano redujo la Guardia Pretoriana quedando reducida al nivel de una simple guarnición de una ciudad. Esto significa una reducción de los poderes militares del prefecto, pero el cargo mantuvo una gran autoridad de carácter civil.

El prefecto tenía a su cargo a cientos de funcionarios y gestionaba asuntos en todas las áreas de gobierno: impuestos, administración, jurisprudencia, y pequeños asuntos militares. El prefecto del pretorio a menudo respondía solo frente al propio emperador.

Diocleciano incrementó enormemente el número de burócratas dirigidos por el gobierno. El historiador Lactancio llegó a decir que había ahora más personas usando el dinero de los impuestos que las que había pagándolos.

Durante el gobierno de Diocleciano el número de funcionarios llegó a doblarse desde 15.000 hasta los 30.000. Su finalidad era:

  • Reducir la posibilidad del surgimiento de usurpadores locales al trono.
  • Facilitar una recaudación de impuestos y de provisiones más eficiente.
  •  Ayudar a hacer cumplir la ley, pues Diocleciano dobló el número de provincias desde cincuenta hasta casi cien.

Las provincias quedaron agrupadas en doce diócesis, cada una de ellas gobernada por un oficial llamado vicarius, que respondía frente al prefecto del pretorio.

Alguna de las divisiones provinciales, a su vez tuvo que ser dividida, por lo que fueron modificadas de nuevo o bien a comienzos del año 293 o bien a comienzos del siglo IV. La propia Roma quedó fuera del sistema y sería administrada por un Prefecto de la Ciudad de rango senatorial, que era el único puesto de prestigio con verdadero poder que seguía reservado a senadores.

Se facilitó la expansión de la ley imperial a las provincias durante esta época, puesto que la reforma de Diocleciano de la estructura imperial suponía que hubiese ahora un mayor número de gobernadores dirigiendo regiones y poblaciones más pequeñas.

La principal función del gobernador sería ahora presidir los tribunales de primeras instancias. Los vicarii y los gobernadores pasaban a ser los responsables de justicia y de los impuestos, y surgía ahora una nueva clase de duques, que eran quienes retenían el mando militar, independientemente de las cuestiones civiles.

Los duques en ocasiones administraban dos o tres nuevas provincias, y tenían a su mando ejércitos que variaban desde los 2.000 hombres hasta más de 20.000. Por otro lado, además de su rol de jueces y de recaudadores de impuestos, los gobernadores debían mantener el servicio postal y asegurarse de que los consejos de las ciudades cumplían sus deberes.

Esta disminución de los poderes de los gobernadores como representantes imperiales pudo reducir el peligro político latente de la clase de delegados imperiales, aunque también limitó severamente la capacidad de los gobernadores para oponerse a las élites locales.

Las termas de Diocleciano en Roma
Las termas de Diocleciano en Roma

Al igual que muchos otros emperadores, gran parte de la rutina diaria de Diocleciano giraba alrededor de los asuntos legales, como responder a las apelaciones y peticiones y emitir dictámenes sobre cuestiones problemáticas.

Este tipo de actividades interpretativas eran uno de los deberes habituales de los emperadores de los siglos II y III. Diocleciano tenía una gran cantidad de trabajo de ese tipo, y no podía delegarlo sin que pareciese que caía en la dejadez en sus deberes de emperador.

Los prefectos del pretorio le ayudaron en el trabajo de regulación y presentación de este trabajo, si bien el legalismo imperante en la sociedad romana seguía haciendo que la carga de trabajo fuese muy elevada.

Diocleciano hizo una labor prodigiosa pues existen alrededor de 1.200 dictámenes emitidos en su nombre que han sobrevivido hasta nuestros días. Éstos probablemente representan solo un pequeño porcentaje del total.

El gran incremento en el número de Edictos y resoluciones emitidas bajo su reinado se ha querido interpretar como un hecho que evidencia el esfuerzo gubernamental por favorecer el funcionamiento del imperio según las normas dictadas desde el centro imperial.

Bajo la dirección de los juristas Gregorio, Aurelio Arcadio Carisio y Hermogeniano, el gobierno imperial comenzó a publicar libros oficiales de jurisprudencia, en los que se reunían y listaban todas las decisiones que se habían dictado desde el reinado de Adriano hasta el de Diocleciano. Se realizaron dos Códigos en jurisprudencia:

  • El Código Gregoriano incluye dictámenes hasta el año 292.
  • El Código Hermogeniano lo complementa con una colección de las decisiones emitidas por Diocleciano entre los años 293 y 294.

El acto de la codificación era una innovación radical para el Derecho romano, que se había basado en el estudio de casos particulares. Los propios juristas fueron generalmente conservadores y se basaban constantemente en las decisiones anteriores para obtener las teorías generales.

El palacio de Diocleciano en Split
El palacio de Diocleciano en Split

Tras su reforma de las provincias, los gobernadores comenzaron a denominarse iudex, o jueces. El gobernador se convierte en el responsable de las decisiones que se toman bajo su mando, siendo el mando oficial más alejado del emperador.

Es en esta época cuando los registros judiciales comienzan a ser relatos escritos de lo que se había dicho en el juicio, de forma que fuese más fácil para un superior determinar si había habido algún sesgo o conducta impropia por parte del gobernador en sus funciones.

Con estos registros y el derecho universal de los ciudadanos del imperio a la apelación, las autoridades imperiales probablemente tenían una gran cantidad de poder para obligar a que los jueces cumplieran sus obligaciones honestamente.

A pesar de los intentos de reforma de Diocleciano, la reestructuración provincial estaba lejos de estar clara, especialmente en lo referente al derecho de apelación de los ciudadanos frente a las decisiones de sus gobernadores. El gobierno de Diocleciano marca el final del periodo clásico del Derecho romano.

Las reformas militares estuvieron encaminadas principalmente a evitar la concentración de tropas bajo un mismo mando, con el fin de evitar posibles sublevaciones. Se desplegaron tropas en gran cantidad de provincias, al mando de duques, oficiales ecuestres.

Diocleciano separó el poder político del militar, privando a los gobernadores provinciales de cualquier tipo de mando sobre las tropas.

Lactancio criticó a Diocleciano por provocar lo que él consideraba un incremento excesivo de los efectivos del ejército, declarando que cada uno de los cuatro tetrarcas intentaba tener un número mucho más grande de tropas que las que habían tenido emperadores anteriores cuando gobernaban el estado en solitario.

El ejército se amplió hasta unos 580.000 soldados cuando en el año 285 las cifras eran de unos 390.000. El crecimiento fue menor en el Este, donde el crecimiento fue de 250.000 a 310.000, de los cuales la mayoría servían en las fronteras con Persia. Las fuerzas navales se incrementaron aproximadamente desde unos 45.000 hombres hasta 65.000.

Arco triunfal de la tetrarquía, Sbeitla, Túnez
Arco triunfal de la tetrarquía, Sbeitla, Túnez

Diocleciano impuso dos modos de reclutamiento:

  • Por un lado, ser soldado del ejército se convirtió, por la fuerza, en un oficio hereditario con la finalidad de asegurar al estado la continuidad de las tropas.
  • Por otro, cada comunidad asumió la obligación de proporcionar un número determinado de soldados al Estado. De lo contrario ésta debía pagar un impuesto dirigido a poder financiar la compra de mercenarios bárbaros del limes.

Diocleciano acuarteló las tropas a lo largo del limes y disponía de tropas muy rápidas y ágiles situadas en las cuatro capitales del imperio para asistir a los conflictos que pudierqan surgir por los alrededores. Así pues, estas tropas estaban destinadas a velar por la seguridad de cada capital.

El incremento del ejército y del funcionariado supuso, lógicamente, un incremento en el gasto público que debía financiarse mediante impuestos. El mantenimiento del ejército absorbía la mayor parte del presupuesto imperial, cualquier reforma en esta área era especialmente costosa.

La proporción de la población masculina adulta dedicada al servicio en el ejército se incrementó aproximadamente de 1 de cada 25 hombres hasta 1 de cada 15, incremento considerado excesivo.

Los salarios se mantuvieron en niveles bajos, y grupos importantes de soldados recurrieron a menudo a la extorsión o a la compatibilización de sus labores en el ejército con otros trabajos de carácter civil. Algunas tropas llegaron incluso a recibir pagos en especie en lugar de sus salarios.

Detalle del ataque de Galerio sobre Narsés en el Arco de Galerio en Salónica
Detalle del ataque de Galerio sobre Narsés en el Arco de Galerio en Salónica

Es difícil distinguir arqueológicamente las fortificaciones de Diocleciano de aquellas de sus sucesores o de sus predecesores. Lo máximo que puede determinarse sobre las estructuras que se construyeron bajo el reinado de Diocleciano es que reconstruyó y fortaleció los fuertes de la frontera de la parte alta del Rin, en Egipto y en la frontera con Persia.

Diocleciano y los demás tetrarcas carecieron de un programa consistente para el avance de las fronteras, y los registros de las construcciones en las fronteras probablemente hacen referencia a casos y necesidades concretas.

La Strata Diocletiano era la línea fortificada que se extendía desde el Éufrates a Palmira y el noreste de Arabia, es el sistema fronterizo clásico de Diocleciano, consistente en una carretera exterior seguida por fuertes espaciados y de más fortificaciones en la retaguardia.

En un intento de resolver la dificultad que entrañaba la lentitud en el envío de órdenes hasta la frontera, las nuevas capitales de la tetrarquía se colocaron todas mucho más cerca de las fronteras del imperio. Trier estaba ubicada en el Rin, Sirmium y Serdica estaban cerca del Danubio, Tesalónica estaba en la ruta hacia Oriente, y Nicomedia y Antioquía eran puntos importantes en cuanto a las relaciones con Persia.

Las reformas más importantes que Diocleciano impulsó en el ámbito económico hacen referencia al establecimiento de un nuevo sistema fiscal basado en dos impuestos tradicionales.

El iugatio capitatio gravaba las tierras y el impuesto se basaba en las leyes Licinio Sextias que determinaba una cierta cantidad de pago según el patrón para medir la tierra que poseyera cada terrateniente, como personas y animales.

Fragmento del Edicto de Precios Máximos
Fragmento del Edicto de Precios Máximos

Para que resultaran efectivas las reformas fiscales hacía falta, en primer lugar, que nadie se escapara de pagar los impuestos, razón por la que estableció también una revisión fiscal periódica actualizando los censos de población y los catastros.

Diocleciano vinculó este nuevo sistema impositivo basado en el número de cabezas y la tierra a un nuevo censo regular de la población y de la riqueza del imperio. Los oficiales del censo viajaban por todo el imperio, calculaban el valor del trabajo y de la tierra de cada terrateniente y calculaban los valores totales de las ciudades en cuanto a personas y tierras.

El iugum no era una medida exacta de tierra, sino que variaba de acuerdo con el tipo de la tierra y el cultivo, así como de la cantidad necesaria de trabajo para su mantenimiento. El caput tampoco era una medida exacta. Las mujeres, por ejemplo, entraban en el cálculo como medio caput, y a veces bajo otros valores.

La ciudad debía proporcionar animales, dinero y mano de obra en proporción de su capita, y de grano en proporción de su iuga. Diocleciano se preocupó de que cada hombre pagara una cantidad de impuestos según sus posibilidades económicas y en función de edad, sexo, provincia, posesión de ganado, etc.

Se estableció una distinción entre los propietarios de tierras según su nivel de fertilidad, su extensión, el tipo de cultivo, etc. La mayoría de los impuestos se devengaban el uno de septiembre, y eran recaudados de los terratenientes por un cargo administrativo conocido como decurión.

Estos decuriones, análogos a concejales de las ciudades, eran responsables del pago de los impuestos de su propio bolsillo en el caso de que no tuviesen éxito recaudándolo de la población.

Las reformas de Diocleciano también incrementaron el número de cargos financieros en las provincias: aparecen más rationales y magistri privatae durante el reinado de Diocleciano que anteriormente. Estos cargos gestionaban las propiedades imperiales y supervisaban la recolección de los ingresos.

En un principio, la capitatio estaba destinada a ser pagada en moneda, al contrario que la iugatio, que debía ser entregada en especie, pero el mal momento hizo que al fin y al cabo se pagara todo en especie, pero no tenía por qué ser siempre así.

A pesar de la inestabilidad de la moneda, la mayoría de impuestos podían recolectarse en dinero, aunque el cambio se modificaba para tener en cuenta la inflación. Diocleciano promulgó un Edicto reformando los procedimientos del censo en el año 296.

Introdujo un censo quinquenal general para todo el imperio, reemplazando los censos anteriores, que habían operado con distintas periodicidades a lo largo del imperio. Los nuevos censos se encargarían de registrar los cambios de los valores de capita y de iuga.

Con la finalidad de asegurar un sistema impositivo igualitario la provincia de Italia, que tradicionalmente había estado exenta del pago de impuestos, perdió dicha exención. Desde los años 290 y 291 en adelante, la mayor parte de Italia debería pagar el mismo nivel de impuestos que otras provincias.

La prefectura de la propia ciudad de Roma y la diócesis que la rodeaba, que era donde los senadores mantenían la gran parte de sus propiedades inmobiliarias se mantuvo, no obstante, exenta de impuestos.

Los edictos fiscales de Diocleciano también remarcaban la responsabilidad solidaria de los obligados tributarios. Los registros públicos de los impuestos se crearon para incrementar la transparencia de la recaudación, de modo que los contribuyentes pudieran conocer con exactitud cuánto habían pagado sus vecinos.

La figura del decurión había sido hasta entonces un cargo honorífico que muchos aristócratas adinerados intentaban conseguir, pero a raíz de las reformas de Diocleciano se convirtió en un cargo mucho más riguroso, que podía llevar a la quiebra en el caso de una importante caída en las cifras de recaudación.

Diocleciano introdujo en las poblaciones la obligación comunitaria de pagar los impuestos el denominadoconsortium. Si un individuo de una comunidad abandonaba y se marchaba a un latifundio para no tener que pagar los duros impuestos, los que se quedaban allí tenían que abonar la parte del otro haciendo de las recaudaciones una carga cada vez más insoportable.

Por eso se estableció el impuesto en trabajo público, para aquellos que ya no podían pagar de otro modo.

El pueblo romano, acostumbrado históricamente a una recolección de impuestos irregular e inefectiva, tuvo que pasar un incómodo periodo de ajuste al nuevo sistema. Sin embargo, incluso las clases más bajas eran capaces de pagar su parte.

Los beneficios del nuevo sistema eran claros. Los impuestos eran predecibles, regulares y justos, y la población vivía sin miedo. Los ciudadanos del siglo IV que pagaban sus impuestos, seguros tras las fronteras establecidas, no debían temer la ocupación extranjera.

A comienzos de la década de los años 280, las fuerzas del mercado habían creado un tipo de cambio estable entre el oro y el antoniniano de cobre, que más o menos estabilizaba los precios de los suministros básicos. El antoniniano, que se había convertido en la moneda estándar, suponía, un problema.

A pesar de los intentos de eliminar la dependencia del Estado de la moneda acuñada convirtiendo los impuestos gubernamentales y los salarios en pagos en especie, el dinero metálico seguía estando en amplia circulación. Tras un periodo de reinflación, Diocleciano comenzó una reforma más global del sistema monetario en el año 293.

El nuevo sistema estaba formado por cinco monedas:

  • El aureus / solidus, una moneda de oro que pesaba, como sus predecesoras, un sexto de una libra.
  • El argenteus pesaba un noventaiseisavo de una libra y que contenía un 95% de plata.
  • El follis conocida en ocasiones como laureatus A, que era una moneda de cobre con plata añadida.
  • El radiatus era una pequeña moneda de cobre sin plata añadida.
  • El laureatus B, era una moneda de cobre más pequeña y cuyo peso se fijaba en un ciento noventa y dos avo de una libra.

Dado que los valores nominales de estas nuevas emisiones eran menores a su valor intrínseco, el Estado estaba acuñando las monedas a pérdida. Esta práctica solo podía mantenerse requisando metales preciosos a los ciudadanos para intercambiarlos por moneda oficial de mucho menor valor que el que tenían los metales preciosos requisados.

El sistema volvía a sufrir problemas ante un nuevo resurgimiento de la inflación en el año 301. Diocleciano emitió un nuevo Edicto sobre la Moneda, una ley que tarifaba todas las deudas de modo que la moneda en circulación más común, quedaba devaluada a la mitad.

El Edicto pretendía preservar el precio del oro y basar el valor de la moneda imperial en la plata, el principal metal romano y en el que basaba tradicionalmente su acuñación de moneda.

El Edicto amenazaba con incrementar las tendencias inflacionistas, como había pasado anteriormente en las reformas monetarias de Aureliano. El gobierno de la tetrarquía no vio mejor solución que decretar formalmente diversas congelaciones de precios.

El Edicto sobre Precios Máximos se publicó dos o tres meses después del Edicto sobre la Moneda, entre el veinte de de noviembre y el diez de diciembre de 301.

Diocleciano culpa en el Edicto de la crisis monetaria a la incontrolada avaricia de los mercaderes, que había llevado a la confusión de los mercados y del resto de los ciudadanos.

El lenguaje del Edicto hace un llamamiento al pueblo para que piense en la memoria de sus líderes benevolentes y les exhorta a hacer cumplir lo dispuesto en el Edicto, restaurando la perfección en el mundo.

El Edicto continúa listando más de mil bienes de consumo, adjuntando el precio máximo que no debe superarse en cada uno de ellos. Se interponen diversas sanciones por los incumplimientos del edicto.

El Edicto ignoraba:

  •  La existencia de la ley de la oferta y la demanda.
  • No tenía en cuenta el hecho de que los precios de los productos podían variar de una región a otra en función de su disponibilidad.
  • Ignoraba el impacto que los costes de transporte podían tener en el precio final.

Continúo la inflación a pesar del Edicto, la especulación y la inestabilidad monetaria, y el mercado negro creció para acoger la comercialización de los productos que, por cuestión de precio, habían quedado fuera de los mercados oficiales.

Las sanciones del Edicto se aplicaron de forma poco uniforme en el territorio del imperio, e incluso algunos historiadores creen que solo se llegaron a aplicar en los territorios controlados directamente por Diocleciano. Hubo tan gran resistencia, que el Edicto dejó finalmente de aplicarse, probablemente al año de su promulgación.

LA POSTERIDAD DEL EMPERADOR DIOCLECIANO

El historiador A. H. M. Jones consideró que “probablemente el principal logro de Diocleciano fue gobernar durante veintiún años y abdicar de forma voluntaria, pasando el resto de sus días en un retiro pacífico”.

Diocleciano fue uno de los pocos emperadores de los siglos III y IV que murió de forma natural, y el primero en la historia del imperio en retirarse de manera voluntaria. Una vez retirado, sin embargo, su sistema tetrárquico colapsó.

Con el final del emperador Diocleciano, el imperio estalló en frecuentes guerras civiles y sólo en el año 324, cuando Constantino emergió como triunfador, volvió la estabilidad. Bajo el nuevo imperio de Constantino, y con el cambio de rumbo en la religión estatal, Diocleciano acabaría siendo demonizado.

El propio gobierno de Constantino sirvió para validar los logros de Diocleciano su antecesor y del principio autocrático que representaba:

  • Las fronteras permanecieron seguras a pesar del gran gasto de Constantino en el ejército durante las guerras civiles.
  • La transformación burocrática del gobierno romano se completó.
  • Constantino tomó los actos ceremoniales de Diocleciano para su corte, haciéndolos incluso más extravagantes.
  • Constantino ignoró aquellas partes del gobierno de Diocleciano que no encajaban en sus planes.
  • La política monetaria de Diocleciano basada en la estabilidad de la plata quedó abandonada, y fue sustituida por una moneda basada principalmente en el solidus de oro.

El paganismo de Diocleciano fue repudiado en favor de un cristianismo apoyado por el imperio. El cristianismo fue atado a la estructura del Estado de un modo autocrático, y Constantino alegaría tener una relación tan cercana al dios cristiano como la que Diocleciano mantenía tener con el dios Júpiter. 

Con todo, y ayudado por la nueva maquinaria burocrática estatal creada por Diocleciano, el Imperio romano de Oriente sobreviviría durante más de mil años después de su muerte.


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[1] Las fasces era la insignia de los magistrados de la época romana, las autoridades de aquella época, que comprendían a los cónsules, censores, pretores los jueces romanos, ediles y cuestores, de acuerdo con la jerarquía.


El emperador Diocleciano, un visionario