sábado. 18.05.2024

Ádrian Sanz González | @AdrianSanz16666

En un combinado de imágenes, Damien Manivel, reconoce y confía, ante un singular ejercicio cinematográfico, darnos una pequeña parte suya al verle dirigir, narrar y mostrar historias. Hasta tal punto, que su mano de director nos guía e ilumina la narración como un personaje y narrador más del relato. 

Ambientada en la actualidad, este largometraje nos traslada a un pequeño pie de debajo de una roca, donde un grupo de amigos se han juntado para despedir a su amiga Rosa. Unas horas llenas de emociones y sensaciones, en las que las ansias plenas de vivir y sentir, florecen entre los diferentes integrantes del grupo.

Una obra única a partes igual, tanto en forma como en contenido, que busca romper con las facciones que el cine de ficción está acostumbrado a ver. En ella, el espectador puede disfrutar de las vivencias de un grupo de amigos. Mientras que, al mismo tiempo, descubre los entresijos que esconde esta producción francesa, viendo como el propio Damien Manivel dirige a este pequeño grupo de actores no profesionales.

Tiene una gran fuerza poética y metafórica la creación de “la isla”, es decir, ese espacio personal en el que ese grupo de amigos vive y disfruta de la vida

Una genialidad, que plantea si realmente estamos viendo una ficción audiovisual o un documental. Haciendo que, desde la teoría, L'île se encuentra en ese pequeño paramo de la incomprensión, la cual exalta su belleza y su estructura narrativa.

En gran parte, todo se debe a la magia que deja impregnada el director en ambas “caras”. Manivel, no solo desde la dirección, sino que también desde la banda sonora y edición, consigue unir ambas “caras” en un todo. Creando así, una clase de dirección de cine para los futuros directores y directoras que busquen experimentar. 

En cuanto al relato, encontramos que de manera intrínseca la idea no es una novedad… hoy en día es imposible innovar en el contenido. La adolescencia y la despedida son temas que han sido abordados por diferentes directores y productoras a lo largo de los años. De formas más posclásicas como The Perls of Being a Wallflower (2012) y de otras más posmodernas como La vie d'Adèle (2013). Sin embargo, L'île en muy poco tiempo capta esa belleza que tiene la cotidianidad, el día a día, consiguiendo que la narración sobrecoja y se sienta como una parte de nuestra vida. 

Este gran trabajo de cine experimental podría haber llegado a emocionar muchísimo más con un final más potente

Al fin y al cabo, en gran parte, por no decir, todo lo que se ve o se cuenta, son situaciones que los jóvenes de hoy en día han podido o han llegado a vivir en su adolescencia. Es decir, ese salto que se ve obligado a hacer la protagonista, dejar atrás su vida para avanzar, es un aspecto que todos nos vemos obligados hacer. O también… ¿quién no ha disfrutado o vivido la vida un poco al límite alguna vez? Son temas cuotidianos que se abordan desde una perspectiva y unas formas interesantes.

Aun así, siento que se queda corta de metraje. Posiblemente con más contenido, vivencias e historias, uno podría haber sentido ese profundo y largo adiós del final. Es cierto que tiene una gran fuerza poética y metafórica la creación de “la isla”, es decir, ese espacio personal en el que ese grupo de amigos vive y disfruta de la vida. Pero creo que este gran trabajo de cine experimental podría haber llegado a emocionar muchísimo más con un final más potente.

'L'île': las dos caras de una amarga, pero dulce despedida