lunes. 13.05.2024
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Fotograma: (Imágenes Filmaffinity)

Ádrian Sanz González | @AdrianSanz16666

Fresca, auténtica e inusitada. Todos adjetivos que describen el nuevo trabajo del director chileno, Pablo Larraín, quien desde el humor negro fantasea con un paralelo mundo en el que Augusto Pinochet sigue vivo.

Ambientada en un universo fantástico, este largometraje nos traslada a una escondida y recóndita morada de América, en el que el vampiro y dictador Augusto Pinochet intenta dejar vivir sus últimos días en la tierra. Un mundo que, con los años, ya no recuerda el “favor” que le hizo alimentándose de la vida muchos bolcheviques ni de la importancia de su figura. Hasta tal punto, que su propia descendencia solo busca lucrarse y beneficiarse del pasado de su padre.

Larraín fusiona al famoso conde Drácula con el exmilitar y dictador de Chile en una misma persona

Con los años han sido muchos aspectos que ha tenido este mítico personaje que tuvo su origen en la novela de Bram Stoker. Y también han sido muchas los directores y productoras que han dado su versión tanto del libro como del famoso Conde Drácula. Desde la adaptación en cubierta que realizó F. W. Marnau, Nosferatu, eine Symphonie des Grauens (1922) hasta la más reciente de todas, The Last Voyage of the Demeter (2023). 

Todas totalmente diferentes, con tonos y aportaciones diferentes. Por citar algún que otro caso más, Francis Ford Coppola en su momento hizo una versión mucho más romántica de la novela. Mientras que el Conde Drácula de Nicolas Cage fue mucho más macabro y divertido. 

Un personaje que este 2023 tiene una nueva forma. En una vuelta de tuerca de lo más original y brillante, Larraín fusiona al famoso conde literario con el exmilitar y dictador de Chile en una misma persona. Una creación de personaje sórdida y atrevida, qué gracias al enfoque y talento de Guillermo Calderón y del propio director, consiguen que esa figura, contexto e historia de Chile acabe divirtiendo al espectador con esos brillantes gags.

Aparte de su excelentísimo guion, el largometraje también brilla por la fotografía y composición de planos

Un enfoque y una estructura narrativa que la convierte, hasta el momento, en la película más accesible para el espectador que no se haya adentrado todavía en el mundo y belleza que esculpe el director chileno en cada una de sus películas. ¿Y por qué? Al fin y al cabo, El Conde no deja de homenajear y utilizar, salvando las distancias, esa una estética –rodada en blanco y negro– y a esos monstruos de las clásicas películas de Universal Pictures. Haciendo que, junto al humor negro y la sátira que presenta sobre el personaje de Pinochet, descubran a un director que lleva años sorprendiéndonos con biopics –Jackie (2016), Neruda (2016) y Spencer (2021)– totalmente no convencionales, pero no por ellas escasos de talento.

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Aparte de su excelentísimo guion, el largometraje también brilla por la fotografía y composición de planos. Todo de la mano de Edward Lachman, el director de fotografía de muchas de las películas de Todd Haynes, quien con ese blanco y negro consigue hacer y dotar de magia esos espacios abiertos, e igualmente recoger de forma única esa destartalada morada en el que busca morirse el vampiro Augusto Pinochet. Todo maravillosamente interpretado por Jamie Vadell, quien, de forma brillante, se pone en la piel del dictador y saca su mejor versión como actor. 

El Conde llega de la mano de Netflix, eso sí, habiendo ha pasado primero por el Festival de Venecia, llevándose allí Mejor Guion. Y dejando claro, que este viejo y político vampiro busca hacerse un lugar en las futuras nominaciones a los Oscars de 2024 en la categoría de Mejor Guion Original.

'El Conde': la disección de un viejo y sangriento vampiro