domingo. 28.04.2024
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Miguel Ángel Leija | @CinemaCuarente

Tras el boom internacional que supuso Temporada de Huracanes, novela escrita por la mexicana Fernanda Melchor, llega por fin la adaptación cinematográfica de la mano de Netflix con la difícil tarea de llevar el peso del libro a sus espaldas, ¿qué tan bien parada sale de este desafío? Y sobre todo, ¿se mantiene por sí misma como obra independientemente del libro?

Nos encontramos en el pueblo ficticio de La Matosa, un lugar en donde “la falta de” arrastra a sus habitantes a escenarios inimaginables que los llevarán a la pérdida de su humanidad. Ahí, cierto día unos niños encuentran el cadáver de La Bruja, un misterioso personaje lleno de secretos, cuya muerte destapará una serie de acontecimientos en retrospectiva para averiguar qué fue lo que sucedió.

De esta manera, somos partícipes de la construcción de un complejo rompecabezas en donde distintos personajes nos muestran su percepción incompleta de los hechos que terminaron con dicho asesinato, en donde Luismi aparece como el personaje en común de todas ellas.

La trama es el vehículo sobre el cual la directora Elisa Miller explora en las heridas más profundas de una sociedad, las consecuencias de la desigualdad económica: machismo, violencia, narcotráfico, drogadicción y un sinfín de problemáticas sociales que se entrelazan de manera impactante. Miller teje hábilmente una narrativa que no solo explora estas complejas cuestiones, sino que también desentraña las capas emocionales de sus personajes, sumergiéndonos en un mundo donde cada interacción es un reflejo crudo de la realidad.

Precisamente ahondando sobre este punto, la crudeza ha sido todo un tema de conversación en redes sociales, surgiendo un candente debate con respecto a la manera de tratar dichos problemas por parte de la película, incluso llegando a ser calificada como “pornomiseria”. Esto nos parece exagerado, pero no por ello dejaremos de mencionar que la obra no aporta absolutamente nada a la conversación, y no es que tenga la obligación de hacerlo, pero quienes lo intentan y triunfan son recordados por siempre. Sí, se exploran los motivos detrás de las decisiones de los personajes alejándose de esta falsa dicotomía del bueno y el malo, pero no existe una crítica en sí a las problemáticas que expone.

Así, nos encontramos con una historia que acierta por el hecho de construir un crisol de perspectivas distintas aportando elementos al espectador para armar su propia conclusión, pero que en términos narrativos está muy descompensada. La cinta, dividida en cinco actos, nos pone en los zapatos de la Bruja, Yesenia, Munra, Norma y Brando, pero no todos son igual de interesantes y ese es su mayor detalle.

Además, la película cuenta con otros dos desbalances importantes: errores de continuidad y algunas actuaciones. Los errores de continuidad son muy notorios; por poner un ejemplo, la escena de la fiesta en donde Yesenia entra a la casa de La Bruja tiene una duración mucho más larga en su propio acto que en el de Brando, en donde parece que todo sucede en no más de diez segundos y la interacción entre los dos personajes sucede de maneras distintas. Puede ser a propósito para mostrar que ambos recuerdan las cosas diferente, pero si parece un error por algo será.

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El tema de las actuaciones es una cuestión de contrastes: mientras que los personajes principales se merecen todos los aplausos por sus interpretaciones llevadas al límite —porque la película los lleva ahí y cumplen con creces sin importar que es el primer papel de muchos de ellos y que hay escenas verdaderamente difíciles de hacer—, algunos secundarios desentonan, como cuando la abuelita de Yesenia le corta el cabello (sin spoilers, pasa al principio) y simplemente es imposible creernos hasta sus diálogos. Unas por otras.

El apartado técnico brilla especialmente por el trabajo de la fotografía que nos ayuda a adentrarnos en “el mal” que acecha en el pueblo, pudiendo sentir las texturas y los olores gracias al nivel de detalle prestado a todas y cada una de las escenas. Diez de diez en este sentido.

En conclusión, Temporada de Huracanes es una obra que aunque brilla por la forma, el fondo cumple pero no destaca, haciendo de esta una película que merece la pena ser vista, porque sí, consigue tener su propio mérito a pesar del libro, y eso es motivo más que suficiente.

Temporada de Huracanes