martes. 14.05.2024
La-Ermita-pelicula
La actriz Belén Rueda.

“No live organism can continue for long to exist sanely under conditions of absolute reality".
(Shirley Jackson)

Elena del Olmo Andrade | 

Poner un pie en las oscuras estancias de Hill House significa enfrentar una realidad absoluta. El dolor de la pérdida, amortiguado por la ilusión de una última conexión post mortem, se despoja de cualquier ilusión y conduce al apenado a la locura. En este estado de alienación, en esta falta de fe en lo extraordinario, conocemos a Carol, una desamparada médium que embauca a sus clientes con la ilusión de una charla de ultratumba. La ermita, como la mansión de la novela de Jackson, alberga entre sus paredes una tenebrosa leyenda cargada de tormento y desdicha.

La ermita (Pereda, 2023) recurre a lo sobrenatural como algo mitológico, con la grotesca figura del hombre-pájaro, pero también como un bálsamo sanador, una herramienta para mitigar la agonía del duelo. Haciendo alusión a la figura de la parca, la pequeña Emma se interpone entre el podrido cuerpo del médico de la peste y la habitación donde descansa su moribunda madre, evitando con todas sus fuerzas que éste se la arrebate. Una figura materna que se desvanece ante el desespero de Emma por aprender la práctica del espiritismo son el corazón de una cinta que aborda la complejidad de las relaciones materno filiales antes que el más puro terror, desequilibrando una balanza polémica a la hora de definir el género.

El trauma de Carol, introducido a través de flashbacks, recae en la profesión de su madre, ausente en su delirio por comunicarse con la presencia que embruja la ermita. Carol, con su única herencia sobre los hombros (un particular abrigo de piel), acepta su legado, a pesar de las cicatrices que una maternidad distante dejó en su rostro. El vínculo de Carol con la pequeña Emma, a regañadientes por el temor a acercarse a la disciplina que le arrebató la normalidad, configura un tira y afloja entre la creencia ciega y el escepticismo. La evasión de los hechos objetivos, por la ilusión de subsanarlos a través de un don extrasensorial, conduce a la demencia, al aislamiento de todo lo material y a la negligencia de las responsabilidades humanas.

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Con un homenaje al espantoso anticristo de El engendro del diablo (Soavi, 1989), La ermita nos sumerge en un lóbrego purgatorio en el que las almas se ven atrapadas, sin descanso ni piedad, demostrando la posibilidad de cohesión –Aunque puntual– entre el más puro body horror y las trágicas vivencias de Emma. Pereda, alejada del costumbrismo rural, el formato 4:3 y la sensorialidad tan táctil de las imágenes de su Cerdita (2022) invita a considerar la capacidad imaginativa de la mente infantil, de su mecanismo de defensa ante la pérdida de una madre, y lo fundamental de un apoyo, de carne y hueso, para superar el trauma.

Sin descuidar la ambigüedad de la existencia de lo paranormal, la presencia de los fantasmas que piden socorro, acompañan y aterrorizan, a su vez son el reflejo de la huella que nuestros seres queridos dejan en el mundo terrenal antes de marcharse. El corazón de La ermita resplandece: un alma en pena apela a lo fantástico para seguir en pie, a las sesiones de espiritismo que prometen una última conversación para enmendar los errores del pasado, lo que puede, a su vez, atraparla en los delirios de una mente enajenada.

'La ermita': ¿quién consuela a la médium?