sábado. 11.05.2024
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Aleix Sales | @Aleix_Sales

Los escritores literarios, como cualquier artista, acostumbran a ser una tentadora fuente de historias para ser trasladas a la gran pantalla, aunque cuentan con el añadido de tener que plasmar un universo basado en algo tan poco agradecido cinematográficamente como es la palabra escrita, con el riesgo de caer en la verborrea eterna y la planicie visual. Si James Marsh, un abonado al biopic, logró capturar el espíritu complejo y cerebral de Stephen Hawking solventemente en la celebrada La teoría del todo (2014), una figura tan venerada como Samuel Beckett no debería resistírsele en exceso.

Marsh, que ya tropezó levemente con la biografía sobre el navegante Donald Crowhurst en Un océano entre nosotros (2017), plantea Dance First como un ajuste de cuentas retrospectivo entre el autor y él mismo que parte de la entrega de su Nobel de Literatura en 1969, cuando tenía 63 años. En un entorno minimalista, como su estilo con la pluma, que puede recordar a otros limbos austeros como el de aquella Ayer no termina nunca (Isabel Coixet, 2013), el autor irlandés se analiza a sí mismo con dureza y culpa desde sus primeros años, marcados por una madre castradora que le llevó a encontrar en la escritura su forma de rebelión. A partir de aquí, las sucesivas relaciones que estableció con personajes de distinta índole, como James Joyce y su hija, la traductora Barbara Bray o su esposa, Suzanne, son mostradas en la pantalla, describiendo su vida íntima en detrimento de su obra literaria y su proceso creativo.

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Esto supone una lástima porque, cuando Dance First llega a su fin, el espectador no conoce ni comprende la mente de tal prodigio de la literatura a la hora de concebir sus piezas ni trabajarlas, limitándose a unos líos de faldas intercambiables con otras biografías, ciertamente. El carácter experimental de la escritura beckettiana, seña de identidad, desaparece en un biopic bastante convencional que va perdiendo el pulso a medida que transcurre, cuyo nivel de intelectualidad es representativo en el uso del blanco y negro para los flashbacks. Ojalá Marsh hubiera sido más ambicioso y, por un lado, empaparse del verso libre de Beckett para salir de la rutina y el tópico. O, por otro lado, haber apostado por una comunión entre producción literaria e intimidad personal para alcanzar una dimensión de su figura más agradecida y personal. Ni se ha permitido bailar, ni tampoco ha pensado en su totalidad.

'Dance First': piensa luego