domingo. 12.05.2024
barbie

Álvaro Gonda Romano | @AlvaroGonda1

Comedia plástica que ameniza durante hora y media. Barbie es un ejercicio combinado donde las palomitas de maíz estrechan la mano a una honda reflexión acerca de tópicos diversos amparados en la tesis del “patriarcado”.

La muñeca de Mattel existe en un mundo paralelo donde todo lo que fluye es positivo y en referencia a la mujer. Alberga chicas profesionales que ocupan distintos espacios de poder, mientras los hombres son “integrados” al rol de accesorios inútiles carentes de inteligencia. Es la contracara del mundo real dominado por el macho.

Los sentimientos humanos hacen de las suyas en un trasplante que atraviesa la membrana separadora de los mundos. Lo negativo irrumpe; Barbie deberá resolver el problema, tendrá que ingresar al mundo real para contactarse con los responsables de su existencia.

Se podrá disentir o no con los principios feministas, pero, lo indudable es que el filme consagra la reflexión en primer plano. Quien suscribe, y en honor a la verdad, de la propuesta esperaba muy poco, simplemente otro panfleto feminista a gusto del consumidor. La sorpresa fue grata, la cinta rinde mucho más de lo previsto. Pone a reflexionar de inmediato y, si bien, la tónica implica una reivindicación de la mujer ante el “patriarcado”, el enfoque acerca muchas verdades, para que otras se disuelvan en el marco del lógico partidarismo de género. Todo en medio de una elocuente sátira de preferencias que sabe entretener y hacer pensar por partes iguales.

Los hombres crecen, a la sombra de un despechado deseo de poder, en medio de la torpeza propia de iniciativas inmaduras. ¡Pobres de nosotros!  Barbie sabe golpear donde más duele, el orgullo masculino es aplastado por la iniciativa de una multitud de muñecas “empoderadas”, aunque segregadas en un mundo ideal de artefactos al servicio de ganancias millonarias.

La tontera se da la mano con el lucro, el juguete vacío, representante de la belleza descerebrada hambrienta de dinero y buen pasar, es ignorado por Gerwig y Baumbach, inteligentes guionistas al servicio de un producto tan tendencioso como sagaz. Las cualidades negativas son absorbidas por la reivindicación, la otrora “rubia cabeza hueca” (demandante de dinero), sí, la que se autoabastece frente al hombre que oficia de recalcitrante accesorio, nunca aparece. Poder ejercido en la propia inercia de un sistema que discurre, alegremente y por sí mismo, bajo el impulso de la historia, siempre y cuando nadie lo cuestione. Solo basta la genialidad del nuevo principio femenino no basado en la belleza (aunque ella esté presente), ni en la maternidad, sino en la inteligencia, irrupción liberadora que destruye tradiciones y altera estereotipos. Se necesita una capacidad intelectual superior, de carácter evolutivo y asentada en lo infantil.

El juego emerge desde la destrucción, referencia al genial Stanley kubrick y su 2001: Odisea del Espacio (1968). Niñas,“víctimas” de un odio masivo, atentan contra el “maquiavélico plan” de las muñecas, otrora inofensivas, hoy concebidas como fetiches del “progreso” masculino en retirada, o, quizá, mejor decir en decadencia; la ausencia de conciencia real es obstáculo al reconocimiento del predominio naturalizado.

Estética bien lograda en la fotografía, plástico que refiere a lo artificial asociado a ideales corruptos ante una doble vía entre fantasía y realidad.

La muñeca tipo es herencia del juguete niño, fomento de la función materna, se pierde en aras del estereotipo al uso, en la fiel creencia de una utopía solo alcanzada en la imaginación. Las Barbies alimentan el ensueño en aparente realidad, ficciones de un simulacro al servicio de la “dominación masculina”; el objeto sexual solo funciona intelectualmente en la irrealidad de un mundo ideal. Barbieland, tierra de engaño, solo es fomento imaginario de condiciones utópicas experimentadas en la farsa de lo tan solo aparente. El velo caerá sobre el final; el derecho en la aceptación de lo humano opera a la manera de un sobrepeso que disuelve fantasías: todos tenemos derecho a elegir nuestros destinos.

Dependencias que se invierten para la exaltación de egos hambrientos de éxito social. Los hombres tendrán la debilidad de necesitar la atención que sostenga su poder. Acertada interpretación, compensación que eleva el estatus femenino; la fortaleza de los egos experimenta la inversión propia de un guion interesado en exaltar el feminismo como camino de redención en la “conciencia de los hechos”. Las mujeres se “iluminan e iluminan”; suerte de misión reservada a seres elegidos en base a “capacidades de género”. ¿Tendenciosa? Sí, pero a la vez reflexiva, o, al menos, promotora de debates posibles, mientras no nos enganchemos en lo políticamente correcto de los planteamientos de moda y  sus concomitantes presiones.

De lo más interesante es ese juego entre realidad y fantasía; influencias mutuas que denotan el peso de la idea transformada en creencia con un efecto social. Lo que sucede en Barbieland repercute en el mundo real y viceversa. La producción de cultura requiere de tal interacción, por eso los mundos llegan a intercomunicarse, para contaminarse y generar efectos.

Barbie se vuelve humana, redescubre, mediante la iluminación de la conciencia, y asistida por Mattel, su condición de humana en ejercicio de la opción, capacidad que se transforma en derecho. Las muñecas ostentan la habilidad de de representar opciones válidas, la mujer ya no es un objeto estereotipado al servicio del sistema dominado por hombres, sino que se transforma en un ser independiente por intermedio del ejercicio de la propia conciencia. Iluminación posible a partir de la dialéctica de sucesos, solo aprovechados bajo la premisa del ser femenino que incorpora lo emocional a lo racional para ponerse al servicio de una causa justa y liberadora. Opción no disponible al esfuerzo presente del hombre, quien será relegado, excluido de los lugares de poder por ineptitud presente; aun no ha sido capaz de reconocer la tan mentada “igualdad de género”, el “atenuante” es su incapacidad, ya no su “mala fe”, sino la ignorancia, quizá por falsa conciencia, en el sentido marxista del término. Lo “diabólico” cede a la tontería, la ingenuidad es esencia de lo masculino frente a la “superioridad de las mujeres”.

Paradoja que cuestiona la ineptitud del mundo de los negocios asociada a la dominación masculina. Fabricación de muñecas para el aliento de sueños de perfección imposibles. Ejecutivos que corren tras el producto y sus veleidades asociadas a la transformación sociocultural en curso; la diseñadora dará cuenta de influencias emocionales delatoras de humanidades inalienables bajo presión social. La vida cambia, los juguetes resignifican opciones o desparecen en la obsolescencia, con su concomitante incapacidad de acomodación a condiciones presentes.

El cine recupera y adapta a las necesidades del espectador promedio para continuar el ciclo lucrativo del objeto de consumo. Tengamos presente un presupuesto en el entorno de los 145.000 dólares (caramelos para la Warner Bros.) y una recaudación de aproximadamente 1.437.000 dólares; más allá de la denuncia, el negocio continúa. Barbie ha sido utilizada como producto de consumo bajo todas las facetas posibles; el mensaje de liberación suele esconder las cadenas de sumisión al mercado y sus artimañas manipulativas afincadas en un marketing que sabe explotar al máximo los valores de moda. Es así, como la moral se subvierte, pasa de significados firmemente asentados en políticas de derechos humanos, a venderse al mejor estilo de una vulgar mercancía que hace posible su existencia a partir de la financiación que especula con astronómicas ganancias.

Barbie es estereotipo cargado de sentidos por el tiempo, culmina una labor presente donde la aspiración se rebela ante el sucedáneo, la ficción aspira a concreciones, etapa de feminismos que utilizan forma y contenido para un proyecto en busca de realidades; el deseo fue hecho para satisfacerse en lo efectivo de un mundo concreto: “tu puedes ser lo que quieras ser”.

Realidad y fantasía se dan la mano, un intercambio que ofrece recíprocas repercusiones, donde los ideales se ofrecen al servicio del deseo del hombre; muñecas “perfectas” presentadas en una pseudoigualdad no reflejada en el mundo concreto. Barbie, delgada, sexualmente atractiva, no participa masivamente de espacios profesionales y de poder, el juguete es representativo de una promesa inexistente, solo conserva los rasgos de un incómodo estereotipo sexual, en tanto enfático símbolo de un deber ser que niega la autenticidad de lo humano, tanto en la diversidad de la posible elección, como en los avatares de la vida, que atentan contra la prefabricación de modelos al servicio de complacencias ajenas. Rasgos que la película resalta en la escena donde Barbie observa la belleza del fenómeno natural de la vejez, y momento en que va a consultar al ginecólogo. Por otra parte, el destrozo del juguete bebé contrapone la masificada rebeldía al libre albedrío: la maternidad será alternativa.

El mundo plástico se asocia a la artificialidad de Barbieland, negación de la naturaleza humana, espacio de toma de conciencia femenino que sumerge al hombre en la tozudez de una ignorancia que, en un mundo de mujeres, lo excluye de funciones trascendentes, no sea cosa que persevere en anacrónicos intentos de dominación. La película no propone igualdad de género; la visión incluye chicas inteligentes liberadas versus hombres ignorantes, tontos y con escasa capacidad de insight, permanecen en la ineptitud; no pueden hacerse cargo de los cambios sociales, continúan sin comprender la situación desigual.

El filme guarda diferencias con producciones semejantes, como es el caso de Ellas hablan (Sarah Polley, EEUU, 2022), donde la responsabilidad por la opresión de la mujer viene dada desde el sistema y no por acción del hombre como entidad independiente causante. El sistema representa una trascendencia que repercute en las vidas humanas por acción de ambos géneros; es la difusión de una cultura que se hace presente mediante la reproducción por la crianza.

Barbie golpea directamente, sindica al macho gestor, voluntario y consciente de un “patriarcado” manipulador y opresor. La reivindicación excluye el reconocimiento de una posibilidad que incluya lo masculino como solución en la construcción de una sociedad ideal; el hombre no es apto por incapacidad y advenimiento a la conveniencia propia. Ken y el gerente de Mattel no son de fiar. El filme no pregona igualdad de ningún tipo.

Contraste entre la Barbie embarazada descatalogada y la Barbie humanizada; reivindicación de la maternidad, en tanto elección. El filme toma el concepto de diversidad para sí; todo puede ser de otra manera siempre y cuando no implique mandato masculino; esta idea se convierte en condición sine qua non del surgimiento de la mujer real, ya no objeto de manipulación en el ideal del hombre. Es la consulta al ginecólogo bajo la auténtica marca de creación de una mujer que vale por sí misma, Mattel pasa a ser Handler, representación de Ruth, verdadera gestora del “juguete”.

La retirada de Barbieland es la caída de la muñeca estereotipo luego de jugar su rol liberador, hasta Ken agradece; suerte de reconocimiento de la función cumplida,  revelación de la “verdad” que discurre hacia una posible disolución del sistema estándar de relación entre los géneros. De camino a la realidad, el mundo ideal necesita de otras creaciones; Barbie siembra la semilla y parte hacia un destino construido por sí misma.

El filme presenta una fuerte veta existencial que alcanza el cenit en un plano general donde los perfiles de Barbie y Ruth aparecen enfrentados. La “madre” advierte acerca de las diferencias entre realidad e idealidad; las dificultades aguardan cual ineludibles vicisitudes que otorgan belleza a la imperfección de la vida. Contraste con los sufrimientos de la fantasía ideal. Forzoso traslado hacia la materialidad de una sociedad inconscientemente manipulada por la “ignorancia” masculina. La mujer ideal y la mujer común, descubrimiento de los desafíos e inseguridades que ofrece la vida, el sentido depende de uno mismo. Enfoque individualista, reivindica la libertad de elección, búsqueda de opciones en independencia; camino de emancipación desde una perspectiva feminista.

La película encadena un sinfín de planteos interesantes. Más allá de partidarismos ideológicos, invita a una profunda reflexión.

'Barbie': egos al desnudo