domingo. 28.04.2024
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Vicente I. Sánchez | @Snchez1Godotx

No oculto que siempre he sentido una gran fascinación por la vida de Agustina Carolina del Carmen Otero, más conocida internacionalmente como La bella Otero. Se trata de uno de los personajes más enigmáticos y provocadores que ha dado el siglo XIX español, con una vida que ha dado para cientos de novelas, leyendas e incluso alguna que otra película y serie.

Hija de una familia muy humilde de una pequeña aldea de Galicia, huyó de la pobreza a Francia y con el paso de los años acabó convirtiéndose en una de las bailarinas y cantantes más famosas de París. En torno a 1888-1900, era una de las figuras más destacadas de la famosa Belle Époque francesa y una asidua a las tertulias y círculos artísticos de la época. Estrella máxima del Folies Bergère y Cirque d'Été, era tan capaz de bailar exóticas danzas como de interpretar óperas como Carmen de Bizet. No tenía técnica, pero su simpatía compensaba cualquier carencia.  Sin embargo, no todo era glamour y éxitos; su vida también siempre estuvo marcada por polémicas y escándalos, siendo por todos conocidos que había sido "cortesana" de algunas de las personas más destacadas del momento y que la prostitución era algo habitual en su vida. Esto, unido a su ludopatía y malas decisiones, la llevaron a la soledad y la ruina en su vejez, muriendo prácticamente olvidada en Niza.

Una vida muy inspiradora con la que el Ballet Nacional de España ha construido el espectáculo La Bella Otero, dirigido por Rubén Olmo y que ha contado con la participación de artistas destacadas como Patricia Guerrero y Maribel Gallardo. Una obra que se ha podido ver durante tres días en la Sala Roja de los Teatros del Canal y que busca contar la vida de esta famosa gallega y transportarnos hasta el glamour de la Belle Époque parisina.

Define su director, Rubén Olmo, que esta obra puede entenderse casi como un "ballet operístico", y es cierto que este espectáculo fusiona de una manera muy particular danza, música y canto para convertir la vida de Carmen Otero en toda una epopeya que busca atrapar al espectador. El argumento, dramatizado por Gregor Acuña-Pohl y con la dirección musical de Manuel Busto, va articulando la vida de la cantante a través de algunos de los momentos más decisivos de su vida, como la polémica violación que la dejó estéril, pasando por su llegada a París, su triunfo como corista o su etapa de cortesana. Hay ideas muy interesantes en la construcción del personaje, empezando por la primera escena en la que podremos ver cómo ya mayor Carmen Otero recuerda su vida pasada mediante la aparición en escena de una segunda actriz más joven y argumentalmente con toda su vida por delante. Un punto de partida que permite que la obra se desarrolle como si fuera un eterno retorno.

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Así irán llegando escenas deliciosas en las que la expresividad de los cuerpos y el baile irán dando forma a la vida de esta mujer que fue tan querida y amada como posteriormente olvidada. Para el que suscribe hay dos cuadros escénicos especialmente interesantes: su representación de la Carmen de Bizet y un posterior número de zarzuela que saca lo mejor de la compañía. No obstante, si ya entramos en lo puramente técnico, es evidente que el Ballet Nacional de España juega en otra división y que la calidad es su sello de reconocimiento, demostrando en todo momento una belleza formal y estilística sobre la que muy pocas formaciones pueden estar a la altura. Y es que si dejamos a un lado la narrativa de este espectáculo y nos ceñimos a las coreografías, nos encontraremos con un repaso muy interesante por el folclore de la danza española y por lo mejor de la danza clásica y contemporánea, con pinceladas deliciosas de baile que nos remiten a la Belle Époque. En definitiva, la obra tiene una factura impecable.

Finalmente, La bella Otero cumple con dos objetivos claros; por un lado, dar a conocer la vida de una de las grandes estrellas que ha dado la historia de España (si fuera americana, Hollywood habría adaptado su vida en numerosas películas), y por otro lado, es una exhibición del talento enorme que posee el Ballet Nacional de España a la hora de construir espectáculos narrativamente interesantes y mundos coreográficos solventes.

La Bella Otero según el Ballet Nacional de España