sábado. 11.05.2024
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Torres-Remírez | @jostorresremrez

Los documentales son un género en sí mismo. Desde el comienzo del cine han estado presentes. Y, a pesar de que el cine nació casi como una traslación de la realidad a la pantalla, el propio género no ha estado exento de polémica. En los comienzos tenemos ejemplos como “Häxan. La brujería a través de los tiempos” (1922) de Benjamín Christensen o el más conocido de todos “Olimpiada” (1938) de Leni Riefenstahl. Incluso en nuestros días tenemos documentales tan polémicos que se hacen otros para contrarrestar unas ideas como ocurrió con “Inside Job” (2010) al que respondió “Sobredosis” (2010). O, “En defensa del Euro” (2013) y su contrapunto “PIIGS” (2017)

Los documentales son sesgados en el momento en que ponen sólo el punto de vista que le interesa al realizador. Por lo que, a diferencia de otros géneros, tales como el ensayo o el periodismo, el documental tiende a ser partidista.

A su vez, existen ciertas clasificaciones de los documentales. Están aquellos con perspectiva histórica, una mirada al pasado para poder aprender algo de él. De esto en España sabemos mucho ya que hemos producido desde “España, la primera globalización” (2021) hasta “Cachita. La esclavitud borrada” (2020). Luego están los biográficos, también abundantes en nuestro país, que tratan de personajes desconocidos como “La mujer que soñaba con números” (2020) o personajes más cercanos a la fama tales como “Florián Rey. De luz y de sombra” (2022). Seguidos encontramos a los intimistas y personales como “Regreso a Casa Ros” (2020) o “100 días con la Tata” (2021). Caso especial es el de ETA y España que ha dado muchos documentales: “Sin libertad. 20 años después” (2022) o “Bajo el silencio” (2020) Y, por último, están aquellos que quieren mostrar una realidad social, generalmente ocultada o marginada, muy bien definidos con “Soy Visible” (2023) y “El silencio de otros” (2018). Y así muchos más. En España el documental tiene muy buena salud.  

“Alteritats” (2023) es un documental que se podría acotar en la última clasificación realizada. Las realizadoras Alba Cros y Nora Haddad, nos muestran, desde un punto de vista muy personal, la vida de distintas parejas del colectivo LGTBI relacionadas con la ciudad de Barcelona.

A favor del documental está el tacto con el que se desenvuelven las historias. No buscan ni la lagrima fácil, ni mostrar heroínas. Buscan las historias que les ha tocado vivir a cada una de ellas. Sin dramatizar los momentos duros, que los ha habido, ni tampoco glorificarlas. La vida es dura, es el mensaje de las directoras, y hay que salir adelante. Aunque, para mucha gente es más dura sólo por querer vivir a su manera. Y es verdad.

El ejercicio de abstracción de las realizadoras es algo habitual, a través de pequeñas historias, intentar mostrarnos el retrato global de la sociedad. Escogiendo una muestra, da por escuchadas a todas las personas del colectivo. Pues, si estos ejemplos demuestran que se ha sufrido una rémora en la mayoría de los aspectos de una vida, por no seguir el camino marcado de lo “socialmente aceptable”, deduciremos que todas las personas del colectivo han sufrido la misma rémora. Sin embargo, aquí no funciona.

Lo que el documental muestra son historias aisladas contadas de una manera muy profesional, pero no va más allá. E incluso a veces, pocas, el propio montaje parece indicar esa traslación de lo individual a lo colectivo, pero no termina de plasmarlo.

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El segundo error del documental, es que, desde el principio de la cinta, todo va dirigido a un público ya concienciado con este problema. Va a un segmento de la población que conoce la casuística vivida por parte de numerosas personas del colectivo. Evitando así uno de los objetivos intrínsecos en cualquier documental: darse a conocer. Dar la oportunidad a la gente de entrar en un mundo ajeno para saber más sobre él. Tanto Alba Cros como Nora Haddad evitan hacer el esfuerzo de acercarse a aquellas personas que desconocen todo lo que en la pantalla se está narrando. Estamos empezando el libro por la mitad.

Para el público objetivo, este documental viene abalado por un premio inmejorable como es el “Premio del Público” de la Muestra de Cine LGTBI de Barcelona, en la edición del 2023. Y, todas las criticas que se vertieron sobre esta película entonces, fueron inmejorables.

En definitiva, a este documental se acercarán los que están concienciados con los problemas que vive el colectivo LGTBI, pero no hay ningún atractivo o valor añadido que provoque el interés de otros grupos de espectadores. A su vez, el catalán es una barrera de entrada que limitará su exposición fuera de la propia Cataluña, por lo que hay que preguntarse ¿Sirve de algo hacer un documental sobre los problemas de el colectivo LGTBI en Barcelona si fuera de los concienciados en Cataluña nadie va a ir a verla?

El intento de las realizadoras es loable, pero lejos de lo que sería deseable.

'Alteritats': un documental para convencidos