lunes. 29.04.2024
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Feijóo, junto a Rajoy y Aznar en el mitin de este domingo en Madrid.

El “Tamayazo” fue un golpe de mano ilegal, perpetrado con el apoyo de empresarios madrileños y el partido popular, para alterar el resultado de unas elecciones y permitir el acceso al poder de la que habría de ser su referencia política y madrina de sus negocios. Toda una agresión a la Constitución Española vigente y al imprescindible respeto al sufragio universal. Base esencial de la democracia y del estado de derecho. Fue ese un golpe de estado dentro de una institución y se suponía que una anomalía democrática para no repetir. Adobada con una repetición electoral para modificar el resultado de unas urnas que no gustaron a los “poseedores de la tierra”. En este caso, la urbana o urbanizable a programar.

Es casi un tópico que ese es el comportamiento universal de la derecha conservadora más ultra cuando los resultados de las urnas no coinciden con unos intereses, que, como nos alertaba Miguel Delibes, “suelen coincidir con lo justo”. Nuestra historia patria está preñada de ello desde el siglo XIX hasta la tragedia de la guerra civil del XX. Esas modificaciones “quirúrgicas” del “rumbo peligroso”, que suelen tener los españoles con contumacia en las escasas veces que han dispuesto de derechos democráticos, justifican cualquier forma de golpe de mano para la derecha nacionalista hispana. Mientras y sin despeinarse se atizan golpes de pecho constitucionalistas en tanto se ciscan en los principales fundamentos de la Constitución de 1978. Porque el fin -su fin- justifica los medios -sus medios- sean cuales sean. Y eso ya no es una circunstancia puntual por cuanto se ha convertido en una estrategia secular de la derecha. Es el tamayismo.

Por ello, la operación, que lleva meses en circulación, esta vez tiene ya categoría de estrategia sistémica al fomentar sin el menor escrúpulo la impostura de una investidura sin investidura con el llamamiento a diputados socialistas para que traicionen a su partido y a sus electores, en base a unos “valores democráticos para la estabilidad de España”. Valores de los que solo conocemos el del acceso al poder del PP, desde Mariano Rajoy hasta nuestros días a cualquier precio y vulnerando tanto las urnas como la mínima ética democrática.

Esa desastrosa estrategia de descrédito de las instituciones en pos de un caos político, como antesala de su acceso al poder, ya ha hecho escuela en FAES y en la formación política de la “Nuevas Generaciones” del PP. Y forma parte del argumentario permanente de su dirección nacional y autonómica.  Ante la ausencia de recursos propios por insuficiente mayoría parlamentaria de su Derecha-Fusión con VOX, resulta imprescindible obtener apoyos filibusteros de los “agraviados” en las filas del adversario político. Sea como sea. O “hablar con Junts”, que ya tiene tela.

Estamos asistiendo al “sorpasso” del tamayismo al viejo tamayazo como forma de hacer política y como práctica de la derecha española del PP-VOX

Estas traiciones desleales son las que justificarían, de obtenerse, la convocatoria de unas nuevas elecciones para ratificar y legitimar un atentado mayúsculo contra el ordenamiento constitucional. Ese que forma mayorías de gobierno en segundo grado de representación. Es el “sorpasso” del tamayismo al viejo tamayazo, como forma de hacer política y esa es la práctica de la derecha-fusión española del PP-VOX.

Con un matiz, que resulta interesante en ese proceso de convertir los golpes de mano en estrategia política. Se necesitan más justificaciones que comprar groseramente diputados. Se cuenta para ello con apoyos mediáticos de fomentan ese tamayismo intelectual y se introducen, de rondón, damnificados de la socialdemocracia y por el “sanchismo” a gentes que incluso jamás pisaron el PSOE o abjuraron de el de tal forma que resulta irreconocible su pasado sin influencia actual en el electorado socialista.

Pero que si hacen de fans enfervorizados a los que aún pudiesen o puedan gozar aún de alguna influencia política entre algún sector del electorado socialista, que justificase un golpe de mano parlamentario. Ese que se intenta sin pudor a Gamarra descubierta y con un palmero andaluz, llamado Juanjo, en capilla, haciendo méritos a futuro, por si falla la estratagema y que no se diga que él no estaba ahí.

Nada hay como el halago para incidir en los espíritus damnificados por la ausencia del poder o simplemente en afectos no atendidos. Aunque viene de lejos, no he visto ni oído nunca tantos elogios como los que profieren las gentes de derechas a ciertos líderes históricos del PSOE -estos sí- con currículo legítimo como socialistas y servidores del estado.

Aunque algunas de las gracietas históricas de escaso gusto que antes hacían sonreír a la izquierda ahora desternilla a la derecha. Con cierto estupor para el personal; y si no que le pregunten a Pilar Miró, que no puede contestar, pero si las hemerotecas sobre sus abrigos y otras maldades. Qué cosas tiene la vida y que desmemoria la final de algunas. No he dado ni un nombre propio de una lista corta y larga. No creo que haga falta.

Claro que cualquier líder o ciudadano tiene el perfecto derecho de emplear como quiera sus palabras y sus escritos. Y de pensar libremente lo que les parezca. Esos derechos democráticos están fuera de toda duda y deslegitiman cualquier reproche por su ejercicio. Pero gentes tan avezadas en la política y sus estrategias no pueden desconocer lo trascendente del tiempo (cuando) y las formas (como) de la difusión de sus ideas. Y personas tan prudentes en las cuestiones de estado deben conocer perfectamente los pasos que dan en el ámbito político.

Se llama tamayismo y lo practica el PP. Ni están legitimados para obtener el poder, ni lo merecen. Que no pasen

No deben. Los conocen. Aunque esa no fuese su intención (tal vez obedezca a otras estrategias personales o de posicionamientos políticos a futuro) lo cierto es que hacen un servicio (de esos que llaman “objetivo”) a ese tamayismo material y mediático, ¿intelectual?, que implica una alteración esencial de una democracia que ellos han ayudado y mucho a construir. La más larga y prospera de nuestra historia. Eso ya no hay quien lo entienda y el desasosiego de muchos contemporáneos suyos produce la crítica a esas actitudes. También es legítimo.

“El fin justifica los medios” argumentaban los leninistas para justificar su ¿Libertad para qué? Ambas cuestiones constituyeron uno de los ejes centrales de los debates de la izquierda durante todo el siglo XX y que aún nos alcanzan, pasando por el “gato negro, gato blanco lo importante es que cace ratones” que llevaba en su escapulario ideológico oriental Felipe González para justificar los “cambios de orientación” de su partido-patrimonio entonces en sus manos. Sin acritud.

Desde las bibliotecas a las hemerotecas se pueden obtener negro sobre blanco, o con imágenes en color y sonido, sentencias pronunciadas por líderes políticos y de opinión que deberían sonrojarles por su distancia abismal con las actuales. Misión imposible, suficientemente comprobada. La historia y no solo la filosofía política nos ha demostrado que distintos medios conducen a diferentes fines. Y que la libertad de cada cual no puede transgredir con deslealtad la representación democrática obtenida por el contrato social con sus electores. Solo proponer eso es ya cosa repugnante. Se llama tamayismo y lo practica el PP. Ni están legitimados para obtener el poder, ni lo merecen. Que no pasen.

El Tamayismo, fase superior del Tamayazo