domingo. 28.04.2024
equipo_femenino_futbol_mundial

Veinte de agosto de 2023, como el once de julio de 2010 en la que la selección masculina se hizo con el campeonato del mundo, son dos fechas que van a quedar enmarcadas en la historia del deporte español. Sin embargo, por desgracia, la fecha de la victoria femenina lo va a ser más a largo plazo. Ha tenido un buen seguimiento de medios, pero no el que yo personalmente esperaba, no ha sido equiparable a cuando juega la roja masculina. Las chicas han ido in crescendo, y han logrado que la población pasase de la indiferencia a la simpatía. Sin embargo, somos menos los que hemos logrado lo deseable, pasar de la simpatía a la pasión. Así lo pude ver cuando incluso personas que estaban viendo el partido se alegraron cuando el disparo de Olga Carmona traspasó la portería inglesa pero no llegaron a gritar el gol como con la roja masculina. Por cierto, tras el partido Olga supo del fallecimiento de su padre.

El deporte está lleno de prejuicios que reflejan bien cómo es una sociedad y el duro camino por recorrer

El deporte está lleno de prejuicios, que reflejan bien cómo es una sociedad y el duro camino por recorrer. Está el de encasillar deportes a un género. Los casos más visibles pueden ser la gimnasia o el patinaje, por poner la visión desde una perspectiva masculina. Al patinador Javier Fernández, mi héroe, nunca se le ha dado la importancia que merecía. Eso es abarcable a otras disciplinas con fuerte contenido de práctica deportiva pero más bien disciplinas artísticas, como la danza o el ballet. En ese sentido, y a modo de ejemplo puedo hablar en primera persona para que vea el lector que a veces no estamos tan lejos de ser víctimas del sexismo o al menos de ver y tomar conciencia de esa realidad. Mi madre era una apasionada del boxeo, cada vez que había una transmisión enganchada aunque fuese de madrugada; su héroe el potro de Vallecas y Javi Castillejo. Por el contrario, mi padre era un apasionado de la danza, ya fuese el clásico, el flamenco o el ballet; sus héroes eran Barýshnikov y Antonio Gades. Entre esas dos pasiones yo me quedé atrapado en la danza, tanto la española como el ballet clásico. Una pasión tan intensa que me llevó a entrenar más de veinte horas a la semana de lunes a viernes y a veces también fines de semana. Por eso me permito hoy escribir en primera persona.

Son prejuicios que se arraigan desde que uno nace. Se puede esperar a que pasen generaciones para que se superen, pero eso es una actitud pasiva, y tener actitudes activas y correctoras pueden llevar a que no se tengan. Desde políticas educativas potentes hasta una revisión de la financiación del deporte; por ejemplo establecer un mínimo del presupuesto de cada club a las secciones femeninas. O un concepto que a veces cuesta entender, y que se usa para ridiculizar a las mujeres no solo en el trabajo sino en otros ámbitos, como es el de discriminación positiva. Yo he tenido conocimiento de causa de su necesidad desde el momento en el cual notaba que mi profesora de danza me dedicaba más tiempo que a mis compañeras o que ellas mismas siempre mantenían una actitud muy positiva hacia mí conscientes de que era más vulnerable a presiones de mi propio entorno familiar o incluso círculo de amistades. Presiones que pueden hacer que una persona abandoné su pasión o, por el contrario, que se reafirme una y otra vez en esa pasión como pueda ser mi caso. Con nuestras jugadoras de la selección poco a poco han ido prestando atención los miembros de la selección masculina o sus compañeros de club.

De lo que se trata en definitiva es que si dentro de varios años una selección femenina vuelve a disputar una final se le dé más importancia, y se tenga la misma intensidad y emoción gritando gol cuando las chicas marquen un gol trascendental. Algo que ayer eché en falta. Pero hay motivos para mantenerse optimista. 

Juan Pedro Rodríguez Hernández, titulado en Danza Española por la Asociación de Profesores de Danza Española y en nivel básico de clásico-ballet de ACADE.

Gol al sexismo en el deporte