viernes. 26.04.2024
Emmanuel Macron y Olaf Scholz | Foto: @Bundeskanzler

Alemania ha negociado con España el suministro de gas a través de un gasoducto tendido entre España, como origen y Alemania como destino. Pero, ¿Qué tiene España que no tenga Alemania en materia de gas? Pues, la cercanía de Argelia, importante suministrador de ese combustible y cerca de 8.000 km de costas atlántica y mediterránea por donde puede recibir gas licuado procedente de todo el mundo y pasarlo a gas en una buena red de regasificadoras (siete, más la de Portugal) con las que cuenta. En definitiva, tiene una buena posición geoestratégica respecto de este asunto y, la instalación de ese gasoducto, al que llaman MidCat, le supondría una oportunidad económica y política de ganar peso en lo que se llama el concierto europeo a partir del hub energético (en gas e hidrógeno) en que se convertiría.  

A cambio, Alemania tiene una dependencia excesiva del gas procedente de Rusia y le vendría muy bien diversificar sus fuentes de suministro de ese combustible por motivos que Putin se ha encargado de explicar muy bien. A Europa tampoco le vendría mal que Alemania tuviera un motivo menos de tensión con su vecino del este, además de que pudiera abastecer a otros países limítrofes con el gas que le llegue desde España.

Pero, resulta que entre España y Alemania se encuentra, tanto geográfica como políticamente, Francia que, según explican, considera menos interesante hacer ese gasoducto que poner regasificadoras donde no las hay, aparte de aducir motivos ecológicos en contra del tubo, largos plazos para su construcción y una pronta obsolescencia del mismo cuando cesen los motivos que lo hacen, ahora, necesario. Lo que no dicen es que, también, y quizás sobre todo, lo que tienen son motivos geopolíticos.

Los chimpancés conocían la geopolítica mucho antes de que tuvieran como descendientes al homo erectus, convertido luego en sapiens

Hay quien cree que eso de la geopolítica es una cosa muy moderna pero, en realidad, los chimpancés la conocían mucho antes de que tuvieran como descendientes al homo erectus, convertido luego en sapiens. Para ellos, la defensa de su territorio era tan importante como que su subsistencia dependía de no tener que compartir los recursos proporcionados por ese territorio con los miembros de otras bandas de individuos distintos de la propia. Lo que pasa es que no tenían, todavía, necesidad, ni posibilidades, de saber que aquello tenía que ver con la geopolítica.

Pero ahora sí. Sabemos lo que es la geopolítica. Aunque no se haya leído "La venganza de las fronteras" de Robert D. Kaplan, se sabe lo que ya intuían los chimpancés y que vivir en un determinado territorio determina sus relaciones no solo con sus vecinos, si no con gente de lugares distantes pero con intereses concordantes.

Von Bismark, el gran maestro de la geopolítica del siglo XIX europeo, además de conocer la aritmética más elemental, sabía que, de las cinco potencias europeas de su época, él tenía que concertar con, al menos, dos para estar siempre en el lado de tres si se dividían las cinco. Y, en esa época, podemos encontrar un antecedente de lo que está pasando ahora.

Resulta que España, después de rescindir, en 1868, el contrato de reina a Isabel II, decidió hacer un casting entre personajes de sangre real para cubrir la plaza vacante. En un momento dado parecía que el candidato elegido sería Leopoldo de Hohenzollern-Sigmaringen (al que España llamaban Ole Ole Si Me Eligen) apoyado por el canciller prusiano Von Bismark. Y, eso, era más de lo que el emperador francés, Napoleón III, podía permitir: que España y, la non nata, Alemania se unieran. Por si acaso, y para evitarlo, declaró la guerra a Prusia.

Si el canciller Scholz logra convencer a Europa de que lo que es bueno para Alemania es bueno para Europa, habrá gasoducto

Esa Guerra Franco Prusiana acabó con la victoria de Prusia y tuvo consecuencias tan importantes como la unificación de Alemania, el fin del imperio de Napoleón III y la anexión de Alsacia y Lorena a la nueva nación alemana lo que, medio siglo después, fue uno de los motivos, pero solo uno de ellos, que ocasionaron el inicio de la Primera Guerra Mundial y, luego, de la Segunda. Y, todo, por un presunto menage hispano-alemán.

No digo yo que estemos ante las puertas de otra guerra franco-prusiana pero, nuevamente, el territorio vuelve a ser motivo de conflicto, esta vez parece que más civilizado, entre países europeos. Y nuevamente por una entente entre los mismos países que, si entonces molestó al emperador francés, ahora no parece hacerle mucha gracia a Macron. Sea por pretender sustituir gas español por energía eléctrica de origen nuclear, o sea, simplemente por no reducir relativamente la importancia geoestratégica francesa por un aumento de la española, el caso es que, nuevamente, Francia se opone al MidCat como, en su momento, se opuso al pretendiente alemán a la corona española.

Pero, ahora, las cosas entre esos dos países se resuelven por la vía diplomática ya que comparten asientos en multitud de organismos de la Unión Europea. Además de la UEFA. Por eso, si, como en tiempos de Merkel, el canciller Scholz logra convencer a Europa de que lo que es bueno para Alemania es bueno para Europa, habrá gasoducto. Si, por el contrario, Macron impone sus tesis de que lo de Rusia no durará tanto como para hacer tan necesario ese gasoducto, las cosas quedarán como hasta ahora. Al fin y al cabo, Francia y Rusia, después de la visita que hizo allí Napoleón, siempre se han llevado bien y Macron es de los pocos que, todavía, se hablan con Putin.

Veremos.

El MidCat, ¿una nueva guerra franco prusiana?