jueves. 25.04.2024
Pedro Sánchez
Pedro Sánchez

En estos días, cerca de nosotros se enfrentan y se someten a escrutinio dos modelos de futuro para Francia, y por tanto para Europa, en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales. De un lado el de una Francia urbana, cosmopolita y abierta a Europa, liderada por el centro derecha liberal de Macron, y de otro la Francia interior, con la ultraderecha de Le Pen a la cabeza, con la nostalgia de la estabilidad del pasado nacional y sobre todo con desconfianza en el futuro. Entre el liberalismo tecnocrático y la distopía reaccionaria del nacional populismo de Francia para los franceses, pero también entre la Europa de los ciudadanos y la soberanía compartida o la vuelta a la preferencia nacional y el debilitamiento de la Unión Europea como proyecto. El futuro de la República por antonomasia y, por tanto, del Estado, paradigmático, francés se discute sólo desde la derecha en un momento de amenaza existencial para Europa. Si la izquierda entiende este en términos sólo electorales y no históricos se equivoca de forma esencial.

En España el presidente del gobierno acentúa su deriva macronista en la política exterior, de seguridad y de defensa, primero con su volantazo presidencial en relación al Sáhara Occidental y ahora con sucesivas decisiones unilaterales para el envío de armas a raíz de la invasión rusa y la guerra de Ucrania, ante la resistencia a armar a los ucranianos de Unidas Podemos, si bien con el apoyo de la vicepresidenta Díaz. A la sobreactuación en la respuesta de Podemos ante la deriva presidencialista, se suma al achique de espacios de Pablo iglesias, antes incluso de que nazca la futura plataforma de Yolanda Díaz, quién sabe si con la intención de volver a salvar y reconvertir a Podemos con la vista puesta en Francia. Como consecuencia de todo ello, el gobierno se fracciona entre la presidencia, las diferencias entre los dos partidos de la coalición y a su vez entre Podemos y la vicepresidenta y ministra de Trabajo, con una divergencia que se amplía y se hace cada día mayor, aunque sea todavía por su repercusión en la estabilidad del gobierno una crisis de baja intensidad. Además, la impartición de doctrina desde la base del exvicepresidente Iglesias, marcando las diferencias con el PSOE y al tiempo con el marcaje de cerca a la futura candidata, añade sal a la herida desde fuera del gobierno. Con ello, la izquierda sigue así en su laberinto del que un día dijo poder salir para acabar, probablemente, diseñando uno aun más incomprensible e ineficaz, desperdiciando una oportunidad y un tiempo preciosos. No haríamos mal desde la izquierda en analizar nuestra actual presencia en las sociedades complejas porque la mirada, antes mencionada, de Sánchez hacia Macrón puede indicar algo más que un momento político.

Por otra parte, la compleja mayoría de investidura se encuentra sometida a una nueva convulsión, en particular por la posición de Esquerra Republicana de Cataluña, tras un breve periodo de aparente calma después de la tormenta de la convalidación por la mínima de la reforma laboral, que a punto estuvo entonces de anticipar el fin de la legislatura. Es así como la mayoría de investidura y de apoyo político al gobierno vuelve a entrar también en erupción, como si no pudiese vivir sin la adrenalina de la desestabilización interna o externa, ahora con la acusación a la mayoría del gobierno y al propio Presidente de haber autorizado el espionaje a decenas de políticos independentistas mediante el programa israelí Pegasus.

La falta de explicaciones del gobierno hasta el momento, junto al persistente bloqueo de la derecha a la puesta en marcha de la comisión de secretos oficiales en el Parlamento, pone cuesta arriba unas explicaciones, así como la asunción de responsabilidades que resultan ineludibles, en primer lugar y ante todo en términos democráticos, por lo que suponen de vulneración del derecho a la intimidad y a la privacidad de las comunicaciones, al parecer al margen de la ley, pero también para recuperar la estabilidad de la mayoría de apoyo al gobierno en la decisiva segunda mitad de la legislatura.

Por otro lado, el Presidente Sánchez acaba de visitar Ucrania bajo la invasión rusa y ha comprometido un nuevo cargamento de armas y vehículos, en las mismas fechas en que el invasor se prepara para la celebración en el aniversario del nueve de Mayo de su victoria pírrica por la destrucción en Mariupol y la ocupación de buena parte del territorio del Donbás. En todo caso, la guerra provocada con el objetivo de de la desnazificación de Ucrania, que en realidad pretendía acabar con su soberanía e independencia con respecto a los dictados de Moscú, se ha quedado al final en la guerra de ocupación del Donbás para unirlo a Crimea y con ello consolidar una franja de seguridad y condicionar el futuro de Ucrania. La salida negociada a la guerra se aplaza y la prolongación de la mal denominada operación de seguridad pone en solfa el relato de Putin en el ámbito interno y también su imagen exterior como una de las potencias geoestratégicas y militares en el mundo.

En este sentido, el último ensayo por parte de Rusia de un misil balístico a gran distancia cargado con cabezas nucleares muestra el riesgo de una escalada hacia la nuclearización de la mutación geopolítica en que nos encontramos. Un cambio geopolítico en precipitada y accidentada transición del mundo unipolar que agoniza al bipolar o tripolar del que pretende no quedarse descolgada la federación Rusa.

Mientras tanto, el PP recupera sus expectativas electorales como alternativa de gobierno, entre el relativismo moral y el peligroso tacticismo político de su alianza de gobierno con Vox, la recomposición de su tradicional relación con los empresarios y la agitación demagógica de su campaña por la rebaja fiscal entre las clases medias aprovechando la escalada de los precios. La censura de la derecha europea por su capitulación ante la ultraderecha parece que le resbala ante las expectativas de la recuperación del poder.

Por último, los comisionistas se confirman como clase parasitaria junto a sus tentáculos políticos en las administraciones, bastante menos que emprendedores y mucho menos empresarios, siguiendo la estela del rey emérito que ahora anuncia su visita, pero haciendo siempre su agosto, o bien a costa de la tragedia de la pandemia como también del espectáculo del fútbol español que es en sí mismo ya una burbuja, que tal vez merecería una reflexión política y moral.

De guerra, elecciones y laberinto español