viernes. 26.04.2024
José Luis Martínez Almeida
José Luis Martínez Almeida

Si algo ha reconocido paladinamente Almeida es que llamó al hijo del duque de Feria y Naty Abascal para darle las gracias por su generosa donación, tal como suele hacer con otros donantes. Confiemos en que los demás merezcan ese reconocimiento por parte del alcalde con más motivo. Ni siquiera Enrique Jardiel Poncela hubiese concebido un cuadro escénico tan surrealista para una de sus divertidas obras teatrales, como verbigracia Los ladrones somos gente honrada.

El alcalde madrileño pudo llamar al marqués de Villalba porque puso su teléfono en el email remitido a la Coordinadora del Ayuntamiento, mano derecha de Almeida. Este correo electrónico se lo había dado a Rafael de Medina Abascal el primo del alcalde. Un trámite que seguramente hagan todos cuantos quieren obtener un contrato municipal. Porque de, no ser así, parecería que se le dispensó un trato especial por una recomendación.

En el correo que recibió Matilde García Duarte, ¿acaso se menciona que se lo ha facilitado el primo del alcalde? Bastaría con hacer público su contenido en lugar de glosarlo a conveniencia. Eso es lo que haría un político tan partidario de la transparencia cuando son los demás quienes deben rendir cuentas. Pero Almeida prefiere hacerse la victima y decir que su corporación municipal se querellará contra los estafadores.

Son los bancos quienes han tenido que advertir de la irregularidad. Alberto Luceño necesitaba una mediación al no ser famosillo y, muy generoso también, le dio a Rafael Medina un milloncejo, mientras el se quedaba con cinco, lo que hubiera representado una comisión de un cincuenta por ciento. El contrato importa finalmente once millones y no diez, para la propina del intermediario que habla con el primo y se hace con el correo electrónico de la persona clave del Ayuntamiento.

Según algunos, da igual en que se gastarán los millones, porque cada cual es muy dueño de hacer con su dinero lo que le parezca. Pero el problema es que no era su dinero, sino el de quienes pagan sus impuestos al ayuntamiento madrileño. Por eso resulta incalificable que lo destinarán a comprarse un yate de lujo, tres relojes carísimos, varios coches de alta gama y un casoplón donde aparcarlos. Todo ello mientras el personal sanitario utilizaba bolsas de basura como protección, al carecer del equipamiento necesario, los ancianos fallecían en las residencias y la ciudadanía estaba confinada en su casa.

Este suceso nos habla con toda nitidez de las dos Españas. Hay una que nos hiela el corazón. Unos cuantos, por el mero hecho de su alta cuna en ocasiones, llevan un tren de vida que no se corresponde con sus logros personales y resultan sencillamente obscenos cuando una gran parte de sus conciudadanos conviven con la miseria, porque sus mal remuneradas ocupaciones laborales no les permiten llegar a fin de mes.  Porque no  se trata de bajar impuestos para combatir la inflación. Hay que subir el salario de quienes menos ganan y vigilar que todos contribuyamos al fisco en proporción a nuestros ingresos.

A los ladrones de guante blanco se suman ahora otros, a los que podríamos llamar ladrones de las mascarillas muy carillas. Es anecdótico que para colmo los materiales conseguidos fueran de pacotilla. La mayoría de los tests eran inservibles y las mascarillas una birria. Eso es lo de menos. La intención es lo que cuenta y la suya estaba muy clara. Querían esquilmar el erario público aprovechando una situación excepcional, en que la emergencia sanitaria permitía facilitar los contratos para conseguir el material sanitario precisado.

Ayuso ha intentado convertir a su hermano en un héroe cívico que salvó muchas vidas consiguiendo mascarillas cuando estas escaseaban. ¿Por qué no le contó a su hermana semejante hazaña para celebrarla cuando menos en familia? Quizá por modestia y no querer abrumarla con una solidaridad sin par. Sólo falta que a Tomás Díaz le dediquemos alguna calle madrileña o algún ambulatorio. Por eso sería interesante saber qué piensa la presidente madrileña de quienes presuntamente han estafado al ayuntamiento por conseguir también mascarillas en momentos tan dramáticos.

Alberto Luceño se desempeñó en un momento dado como director general de una escuela de negocios. Da pavor pensar en lo que haya podido enseñar a su alumnado. El problema es que se suele asociar el enriquecimiento súbito y desorbitado a todo tipo de malas prácticas, aunque haya honrosas excepciones que logran acumular cierto patrimonio gracias a su esfuerzo, cuando menos en la primera generación, porque quienes heredan ciertamente no tienen el mismo punto de partida.

Habría que repasar los contratos firmados en tiempos de pandemia, para comprobar si este tipo de caos fueron la excepción o a lo peor se ven acompañados por hazañas de igual tenor. Con todo, que un alcalde felicitase al estafador por su generosidad al donar unas mascarillas cobradas a precio de bugatti resulta tan escalofriante como esperpéntico.

Que Ciudadanos mantenga su apoyo en el ayuntamiento madrileño, tras el pago recibido en Murcia, Madrid y Castilla-León, sumándose además escándalos o rarezas de los que ni siquiera se le informa, supone todo un misterio político. Veremos que pasa cuando les despidan en Andalucía porque las cuentas no salgan.

El esperpéntico agradecimiento del alcalde a su generoso estafador