domingo. 28.04.2024

Este mantra, repetido hasta el hartazgo por grupos de ideología escorada a la derecha, tiene razón en muchos aspectos. Otro tema es que los mismos coincidan, o no, con el sentido y las intenciones esgrimidas por aquellos. 

Si es cierto que España se rompe, la reflexión de cual deberíamos partir es: ¿qué es España? ¿Ese Estado social y democrático de Derecho, definido por la Constitución en su artículo 1, o “su cortijo”? Ambas visiones, contradictorias, lo son más aun cuanto mayor es la incidencia de políticas en defensa de los derechos sociales; por cierto, recogidos en esa misma Constitución, la cual –quienes se autoproclaman “dueños del cortijo” y a modo de título de propiedad exhiben “banderas nacionales” en muñecas, balcones o en la calle– dicen defender. Así, y para que “conste en acta”, se han inventado estos días atrás un delito de deslealtad constitucional.

Si España se rompe cuando hay “deslealtad constitucional”, entonces España se rompe cuando determinado grupo político declina siquiera sentarse para negociar la renovación del Consejo General del Poder Judicial, casi cinco años caducado y, por lo cual, Europa nos saca los colores. El principio básico de cualquier constitución, de cualquier democracia, es la separación de poderes y la autonomía de los mismos; así, este bloqueo del PP no hace otra cosa que limitar ambas. En la actual configuración del Consejo, los jueces conservadores tienen mayoría y dicho onanismo, en funciones, no puede efectuar nombramientos de jueces y magistrados para el Tribunal Supremo, con un 30% de las vacantes por jubilaciones y bajas sin cubrir. 

¿Qué es España? ¿Ese Estado social y democrático de Derecho, definido por la Constitución en su artículo 1, o “su cortijo”?

Los motivos de esta negativa ya los conocemos, pues quedaron expuestos al publicarse determinados whatsapp en los que se hablaba de “controlar el poder judicial” y en especial la Sala Segunda del Supremo, encargada de enjuiciar a los aforados; es decir: quien enjuiciaría a los acusados de corrupción en ese partido.

España se rompe, se desangra, cuando las asesinadas fruto de la violencia machista en lo que va de año ya es superior en número a las de todo el año anterior. Cuando, en su serie histórica –recordemos que hay cifras desde 2003– es superior al número de víctimas del terrorismo de ETA. Así, España se rompe también cuando una y otra vez se habla de la herencia de ETA -quien cesó su actividad, se disolvió y entregó sus armas años atrás, mientras se niega el terrorismo machista y la violencia de género o, al menos, se pacta con quienes la niegan.

España, aquel Estado social y democrático de Derecho, se rompe cuando se recortan los derechos sociales que lo definen como tal. Así, España se rompe cuando se legisla a favor de quienes se creen poseedores de todos los derechos y en contra de la mayoría de la población, generando una distribución desigual de recursos y oportunidades entre los grupos más privilegiados y los más vulnerables; aumentando la desigualdad y profundizando la brecha social. En definitiva: los recortes en sanidad, educación o servicios públicos en general –esenciales para garantizar esa igualdad de oportunidades y, con ello, de derechos– traen como consecuencia el aumento de la pobreza y la exclusión social en sectores más desfavorecidos: desempleados, ancianos, niños y población de escasos recursos, entre la que cuentan esos trabajadores y trabajadoras quienes, pese a recibir un salario, no llegan a fin de mes o lo hacen con muchas dificultades.

Como ejemplificación de lo anterior, recordemos las recetas aplicadas para la salida de la recesión de 2008 y las puestas en marcha para la salida de la crisis originada por la pandemia y pospandemia. Mientras en la primera, las medidas giraban en torno al austericidio, los recortes del gasto social, el rescate de la banca o el vaciado de la hucha de las pensiones, entre otras; en la segunda, se estableció el llamado “escudo social” que hizo menos lesivo el impacto de la crisis entre los sectores quienes precisamente habían soportado el peso de la crisis anterior y su salida.

España, aquel Estado social y democrático de Derecho, se rompe cuando se recortan los derechos sociales que lo definen como tal

España se rompe cuando una familia tiene dificultades para llegar a fin de mes, pues los alimentos han subido artificialmente. Una subida que no responde tanto a factores reales y cuantificables, derivados del costo real de la producción, como de factores externos ligados a la especulación. Recordemos en este sentido el caso del aceite de oliva español –buque insignia de nuestra cocina, esencia entonces de “la españolidad”, motivo por el cual debiera estar presente en todas las cocinas del país– que se paga hasta un 27 % más caro en España que en Portugal. ¿Otro símbolo de la “esencia de España”, el cual, de forma similar a la bandera o el himno, buscan convertir también en patrimonio de unos pocos?

España se rompe, cuando una familia tiene dificultades para llegar a fin de mes, pues las hipotecas se han disparado a consecuencia del aumento de los tipos de interés decretado por el Banco Central Europeo como medida para controlar la inflación y estabilizar la economía. De nuevo, una política económica que hace recaer el peso de las dificultades económicas sobre los más débiles...

El tan cacareado por la derecha “España se rompe”, es una frase incompleta; en realidad quiere decir: “nuestra España se rompe” pues ellos y ellas se arrogan, como señalamos, la propiedad, no ya de sus símbolos; también de unos derechos que, al pretender convertirlos en exclusivos, buscan transformar en privilegios. La famosa “bajada de impuestos”, alrededor de la cual gira la política económica expresada en proclamas, programas y soflamas electorales de la derecha, es una muestra de ello. Dicha bajada implica una disminución en la recaudación fiscal que afectará a los ingresos del Estado y limitará su capacidad para financiar programas y servicios públicos, como educación, salud o infraestructuras, entre otros programas, necesarios para la construcción de una sociedad más justa.

Como dice el titular: España se rompe, es cierto, cuando se ponen en marcha medidas lesivas de la justicia social, constitutiva de la esencia de ese Estado democrático y de Derecho, que configura –o al menos debería configurar– nuestra identidad como nación en el mundo, y así es recogida por esa Constitución que dicen defender cuando, según hemos afirmado, atentan de forma reiterada contra ella.

España se rompe: es cierto