sábado. 27.04.2024
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Foto familiar del abuelo Baldomero Álvarez

Mi madre vio partir a sus tres hermanas hacia Argentina, eran los años 40 y en su casa había muchas personas y poca comida. Los familiares que estaban fuera iban ayudando como podían y reclamaban a las que iban cumpliendo años que podían ir a servir a buenas familias de Buenos Aires. Mi madre había visto nacer cinco hermanas y se quedaba sola, unas no sobrevivieron a la enfermedad y otras se habían ido por la falta de oportunidades en busca de una vida un poco más fácil, con menos hambre, con menos frio, y con algo más de esperanza.

Mi padre también vio partir a dos de sus hermanos, eran apenas unos críos, cuando desde el norte de España, llegaron a Cádiz para embarcar. Tuvieron que trabajar y esperar unos meses para pagarse el pasaje. Argentina también fue su destino.

Las cartas se recibían con frecuencia y las noticias siempre eran tranquilizadoras y buenas, “querida familia, quiera Dios que al recibo de esta carta os encontréis todos bien, quedando nosotras bien por el momento”… todas ocultaban el tremendo dolor, todas intentaban contar lo bien que estaban y esperaban verse pronto. Algunas no volvieron a verse en la vida. Cuando a mi madre se la llevo el maldito cáncer, hice un viaje a Argentina con mi padre y pudimos abrazar a personas de las que toda la vida habíamos oído hablar, personas que habían estado presentes en nuestra vida a pesar de la ausencia y la distancia.

Es necesario que sintamos y tratemos al otro, como un ser humano que solo busca una vida mejor, a pesar del inmenso dolor de la distancia

Son recuerdos que acompañan toda una vida y que resurgen con fuerza cada vez que escucho cualquier palabra contra los miles de migrantes de cualquier condición. Han sido muchas regiones las que, a lo largo de décadas oscuras, han visto como su juventud se veía forzada a buscarse la vida muy lejos, de donde solo llegaban cartas y afectos, donde los que se iban muy raramente volvían, donde solo se enviaban una o dos fotos en la vida en la que se les veía bien vestidos y con buen aspecto, donde la tristeza y la soledad estaban ausentes, no porque no existieran, sino porque había que decirles a los seres queridos que a pesar del dolor de la distancia, la vida les sonreía.

Estoy segura de que estos sentimientos de tristeza, este dolor por la distancia, esa devastación del alma, de la tierra, es lo mismo que sienten miles y miles de personas de todo el mundo que ven como lo mejor de su familia se ve obligada a partir y buscarse la vida lejos, muy lejos, pero a ellos no les llegan bonitas fotos, les llegan las tremendas imágenes de una realidad que avergüenza y que no se resuelve solamente con celebrar el día Internacional del Migrante cada 18 de diciembre. Es necesario que sintamos y tratemos al otro, como un ser humano que solo busca una vida mejor, a pesar del inmenso dolor de la distancia.


Esta es mi historia, pero para desgracia de todos, hay millones más 

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"27.000 extranjeros han sido dados de baja en el SERMAS"

El dolor de la distancia