lunes. 29.04.2024

Por fin, casi cuatro meses después de las elecciones generales tenemos gobierno en España. Ha sido sin duda una de las etapas más difíciles de nuestra historia democrática y que deja duras secuelas que de manera urgente habrá que afrontar.

La noche del pasado 23 de julio parecía casi imposible la investidura de Pedro Sánchez y la constitución de un nuevo gobierno de coalición progresista. Pero se ha logrado.

El Presidente Sánchez ha tenido que desenvolverse en un contexto tremendamente agitado, en las instituciones, en la calle, en los poderes económicos, en el ámbito judicial, en algunos obispos, en las calles y plazas, con sistemáticos ataques en la mayoría de los medios de comunicación y en el último momento con “ruido de sables” desde diferentes sectores. 

Y hay que decir que los interlocutores de la negociación de la investidura, desde luego unos más que otros, han estado constantemente dificultando las cosas. La paciencia, la templanza, la seguridad, del Presidente Sánchez (y también de algunos de sus ministros y ministras más expuestos a los ataques) ha sido ejemplar. Ha habido quienes le han querido llevar al borde del precipicio y arrojarle al abismo. Confieso que cuando arreciaban las múltiples agresiones, especialmente contra las sedes socialistas, he sentido miedo y he recordado los tensos días de los años 1980 y 1981, cuando echaron a Adolfo Suárez y estuvieron a punto de cortar el proceso democrático.

He sentido miedo y he recordado los tensos días de 1980 y 1981 cuando echaron a Adolfo Suárez y estuvieron a punto de cortar el proceso democrático

Y he tenido también vergüenza cuando he visto declaraciones y artículos de quienes confundiendo la legítima critica o el normal desacuerdo, han optado por lanzarse al insulto sin ningún reparo, como ha sido el caso reiterado del que fue director de El País, Juan Luis Cebrián. Por el contrario, he tenido una enorme satisfacción al conocer los posicionamientos públicos de grandes dirigentes históricos del PSOE, en primer y destacadísimo lugar José María Maravall (del que me enorgullezco de ser primo hermano) o de Javier Solana y por supuesto de la incansable labor de Rodríguez Zapatero. Al igual que en otro sentido leí con satisfacción un artículo en El País de José María Lasalle (distinguido expolítico del PP), cuyas propuestas no compartí pero cuyo tono e intención me parecieron muy sensatos y respetables.

No he estado ni estoy de acuerdo con diversos aspectos contenidos en las negociaciones y acuerdos y pienso que se ha estirado demasiado la cuerda (y por cierto llama la atención la mesura de EH Bildu en comparación con ERC o Junts e incluso con el propio PNV). Pero he preferido dar un voto de confianza al Presidente Sánchez, antes que situarme cómodamente a ver los toros desde la barrera.

Pero ahora viene otra etapa tremendamente difícil y no exenta de riesgos. 

Estoy seguro de que el nuevo gobierno es consciente de que no se puede prolongar y menos aun profundizar la terrible división que sufre nuestro país. 

Es cierto que había que restablecer paulatinamente y en la medida de lo posible la convivencia en Cataluña y también en el País Vasco. Son en torno a dos millones de personas (casi el 5% de la población de España), que no se sienten reconocidos y respetados en el marco del Estado y que con mayor o menor radicalidad prefieren la independencia o formulas similares. Sin duda la pasada legislatura del gobierno de coalición ha ayudado mucho en reducir la tensión, demostrando el acierto de medidas polémicas que se fueron poniendo en práctica. 

El nuevo gobierno es consciente de que no se puede prolongar y menos aún profundizar la terrible división que sufre el país

Pero también es muy cierto que tenemos muchos conciudadanos, bastantes millones que seguramente alcanzan el 40% de la población, que están en contra de algunos acuerdos, los más sustanciales, y con mayor o menor dureza, en contra de la investidura de Pedro Sánchez. Y con ellos es necesario y urgente reestablecer la convivencia.

No es tarea fácil porque buena parte de los dirigentes de la derecha parecen no están por la labor de ir poco a poco tendiendo puentes y buscando fórmulas de acuerdo en determinadas cuestiones.

Admito que estoy sorprendido y defraudado por la actitud de Feijoo. No reconozco al actual Presidente del PP como el Feijoo que conocí y traté en los años 90, cuando fue un alto responsable de la política sanitaria del Estado. Es muy posible que no tenga fácil desenvolverse en la pinza que le hacen VOX, importantes medios de comunicación y poderosos sectores económicos, judiciales, etc. Pero Feijoo tiene que asumir que no se puede seguir así con esta estrategia de la tensión, debe dar pasos, aunque sean poco a poco, para reestablecer la normalidad institucional y la convivencia social. 

Y si Feijoo y quienes le apoyaron para asumir la presidencia del PP deben cambiar el discurso y las actitudes, el gobierno de coalición también debe hacerlo. Y en ese sentido no sé si hemos empezado bien el camino.

Mantener los 22 Ministerios no es una buena señal y menos para una legislatura que queramos o no va a exigir recortes de gasto

Mantener los 22 Ministerios, con algunos reajustes, creo que no es una buena señal y menos para una legislatura que queramos o no va a exigir recortes de gasto. Tampoco es tranquilizante el perfil de algunos ministros que no son especialmente moderados en las formas, porque una cosa es que se busquen perfiles muy políticos y otra bien distinta que tengan un talante peleón. 

Y en lo que respecta a la nueva exclusión de Podemos (añadida a su exclusión en los diversos puestos de representación en el Congreso de los Diputados), tampoco me parece acertada. Es verdad que la continuidad de Ione Belarra y de Irene Montero era absolutamente imposible e indeseable y otra es que no se haya intentado buscar una alternativa razonable ¿o es que no hay ningún político sensato y valioso en las filas actuales de Podemos?

En definitiva el discurrir de la nueva legislatura no puede avanzar como si aquí nada hubiera pasado o nada estuviera pasando por la cabeza y el corazón de casi la mitad de la población, o tranquilizándonos con llamamientos genéricos al dialogo. Sé que no es nada fácil cambiar las actitudes, pero si el equipo de Pedro Sánchez ha sido capaz de llegar a acuerdos con personajes tan insensatos como la dirección de Junts, cómo no va a ser posible buscar ámbitos de acuerdo y convivencia con los dirigentes de la derecha y en especial con Feijoo. 

Restablecer la convivencia