martes. 19.03.2024

Aznar, el director

jose-maria-aznar

Antes de su inmersión en la política activa, Aznar y señora eran dos funcionarios del Estado miembros de familias muy vinculadas al franquismo. Hoy, después de ocupar cargos de la máxima relevancia, son millonarios.

Tras el fallo del Tribunal Constitucional de marzo de 1997 que anulaba la anterior Ley del Suelo por invadir competencias de las comunidades autónomas, el Gobierno Aznar impulsó una nueva ley que entraría en vigor al año siguiente. Según la nueva normativa sería suelo urbanizable todo aquel que no tuviese una calificación cualificada para no serlo. Siguiendo, como en casi todo, el modelo norteamericano, Aznar y Rato creyeron que poniendo más cantidad de suelo a disposición de promotores y constructores el sector crecería y la iniciativa privada sería capaz de ofrecer viviendas asequibles a quien la necesitase. Al mismo tiempo que la nueva ley del suelo se decretaron medidas para liberalizar el sector financiero, sobre todo para que actuase sin trabas ni controles burocráticos, produciéndose la fatal mezcla que propició la burbuja inmobiliario-financiera que todavía hoy no hemos superado.

Aznar es hoy el Director del PP, son sus seguidores acérrimos quienes ocupan los principales cargos del Partido y son sus directrices de acoso y derribo las que siguen al pie de la letra quienes dirigen al principal grupo de la oposición

Por aquel entonces yo era funcionario y muchos conocidos al saber que sólo ganaba 140.000 pesetas se mofaban diciendo que eso se lo ganaban ellos en dos cafés en la barra de un bar, incluso algún amigo, de buen grado, me invitó a unirme a su empresa dedicada a comprar viviendas viejas bajo crédito, remozarlas y venderlas unos meses después por el triple de su precio. Fue un tiempo fantástico en el que se compraban viviendas sobre plano y se vendían también sobre plano por mucho más de lo que habían costado. Los bancos se lanzaron a hacer valoraciones al alza de todas las viviendas y a ofrecer créditos por el nuevo valor, llegando muchas personas a rehipotecar varias veces su vivienda para obtener mayores cantidades de dinero y nuevos plazos de pago. España era una fiesta y el que no se hacía rico en dos semanas era gilipollas. Tierras fértiles de riego fueron sometidas a la acción de los bancos y los urbanizadores privados, llegándose en algunos pueblos como el mío a aprobar planes de urbanismo que habrían triplicado su población, todo ello sin demanda, sin infraesctructuras, sin agua, sin nada. Era una economía de amiguetes de restaurante basada exclusivamente en la especulación.

Lejos del presunto propósito de los legisladores populares, el suelo se encareció de forma exponencial y las viviendas iniciaron una escalada que sólo se interrumpió con el estallido de la burbuja en 2007. Las consecuencias de aquella política económica devastadora fue la destrucción de una parte considerable del litoral y el prelitoral español, el abandono de miles de hectáreas de tierras de cultivo, el aumento brutal del paro y, posteriormente, tras la llegada de Rajoy al poder, el abaratamiento de los salarios y las condiciones laborales, hasta el extremo de que ni siquiera trabajar garantizaba cubrir los gastos corrientes.

La burbuja inmobiliaria fue ideada y gestionada por los gobiernos del Partido Popular de José María Aznar, quien fue desalojado de la Moncloa tras los atentados del 11 de marzo después de haber mentido al pueblo sobre sus autores y de asegurar una y otra vez que Irak era un peligro para el mundo por poseer armas de destrucción masiva. Luego se vio que quien tenían esas armas eran Estados Unidos y sus aliados, dispuestos a incendiar todas las tierras de Oriente Medio que fuesen precisas para quedarse con el preciado combustible.

Aznar, que hoy comparte diagnósticos económicos y políticos con Felipe González, nunca olvidó aquella afrenta personal. El había dirigido uno de los periodos más prósperos de la historia de España, el país crecía al calor de las grúas y las comidas de especuladores, la bolsa subía, las mariscadas, los casoplones, los coches de lujo se vendían como churros. Los pájaros cantaban. Aquel año de 2004 la economía creció un 3,1% y casi nadie dudaba de que el crecimiento perpetuo había llegado de la mano de su ministro de Economía Rato (Don Rodrigo), hoy reo de la Justicia ¿Por qué, entonces, el pueblo español fue tan desagradecido? ¿Qué sucedió para que no le otorgase la mayor mayoría absoluta que los tiempos conocieron? ¿Cual fue la razón para que no se erigiesen estatuas en su honor en todas las plazas de España? Sin duda, los votantes fueron manipulados por los promotores de las manifestaciones contra la guerra de Irak y por quienes dudaron desde el primer momento de que hubiese sido el brazo armado del “Movimiento Vasco de Liberación” el autor del salvaje atentado. De no haber mediado aquella guerra justa y necesaria y el atentado cometido por terroristas de montañas cercanas, Aznar habría derrotado abrumadoramente a un desconocido Zapatero que no le llegaba a la suela de los zapatos.

Humillado y ofendido, José María Aznar se refugió en sus negocios privados edificados con los conocimientos que le dio su vida política. Esta España no me merece, se dijo, esperaré a que el patriotismo verdadero que late en el alma de la mayoría de los confundidos españoles de hoy, vuelva por sus fueros y muestre el genio de la raza. Dispuesto a no dar por perdida la batalla, Aznar puso en marcha un proyecto para insuflar más aire neoliberal a la patria al que llamó Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales (FAES), en la que se integraron lo más granado de los gobiernos que hicieron posible la gran estafa inmobiliario-financiera: Zaplana, Aguirre, Oreja, Acebes, Arenas, Arias Salgado -ministro de Fomento cuando se aprobó la Ley del Suelo de 1998-, Zarzalejos, Cospedal, De Grandes, Pastor y dos delfines de gran proyección: Pablo Casado y Cayetana Álvarez de Toledo, aspirantes a dirigir la unidad de destino en lo universal.

José María Aznar es hoy el Director del Partido Popular, son sus seguidores acérrimos quienes ocupan los principales cargos del Partido y son sus directrices de acoso y derribo las que siguen al pie de la letra, sin rechistar, pase lo que pase, quienes dirigen al principal grupo de la oposición. Pero no sólo eso, Santiago Abascal, jefe de Vox, es también discípulo suyo y de Esperanza Aguirre, quien le brindó suculentas nóminas a cargo del Erario por puestos de libre designación y trabajo indefinido. La derecha española tenía una ocasión de oro para asimilarse a la de otros países europeos con más tradición democrática que España, sin embargo parece que han elegido la vía Aznar, un personaje admirado por Vox dispuesto a salvar a España del social-comunismo cueste lo que cueste. En ningún país europeo los gobiernos han de hacer frente a la vez a la mayor epidemia habida en cien años y a una oposición montaraz, sin irnos muy lejos al lado tenemos el ejemplo de Portugal, pero también los de Francia, Bélgica y Alemania. Aznar quiere volver a gobernar en la sombra aprovechando el drama que estamos viviendo, ya sabemos lo que pasó.

Aznar, el director