viernes. 26.04.2024

¡Torra dimissió!

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Quizá la dimisión en pleno del Govern y la convocatoria de elecciones no sea una idea tan mala, en un momento en el que el prestigio de las instituciones del país, desbaratado y por los suelos, no puede ya caer más bajo

Este lunes se cerró en la Ciutadella el círculo vicioso del procés. Todo había empezado, si recuerdan, con el Parlament cercado por una multitud de “indignados” herederos del 15-M, que obligó al entonces baranda de la “Gene”, el molt honorable Artur Mas, a aterrizar de emergencia en helicóptero. Fue a partir de ahí como el Astuto urdió una vía de escape a través de la promesa de una fakeindependencia que se conseguiría con facilidad pasmosa, atiborraría de divisas las arcas del Tesoro patrio y permitiría a la ciudadanía atar los perros con longanizas.

El procés fue trampeando con altibajos, primero bajo la dirección de Mas el Enredón y luego de Puigdemont el Polichinela. Los dos acabaron por causar baja en el parte de incidencias, víctimas de sendos accidentes laborales en el ejercicio de sus delicadas funciones. Los dos, de otra parte, padecieron el viacrucis de ser llamados traidores en algún momento por una plebe soliviantada, si bien tal circunstancia no les ha impedido seguir en nómina como próceres de la patria.

Detrás de ellos llegó Quim Torra, el Jardinero Fiel del procés. A Puchi se le podía criticar su excesivo juego de cintura, los vaivenes imprevisibles que le han paseado por toda Europa y lo tienen ahora amarrado a su Waterloo personal, a la espera de tropecientos juicios. Torra, por el contrario, carece por completo de cintura. Su inutilidad es clamorosa. Siempre que habla parece estar pensando en otra cosa, tan desligado aparece de la realidad que lo rodea.

Así se ha llegado a la situación surrealista de la noche del lunes, con los Mossos de Buch formando un cordón policial para impedir el asalto de un centenar de encapuchados con antorchas a la sede de la soberanía representativa del pueblo catalán, al grito de «Torra dimissió!!», mientras el aludido, president nominal de todos los catalanes, les dirigía guiños y esbozaba gestos de aplauso: “¡Adelante! ¡Presionad! No cedáis!”   

Nos hemos preguntado repetidamente en qué se ocupa Quim Torra, sin llegar a ninguna conclusión cierta. Ha llegado el momento de preguntarnos además a quién representa. No a todo el vasto conjunto de la oposición, dado que ni siquiera ha hecho un gesto de reconocimiento hacia ella: lo que no pertenece a la Catalunya prístina no existe para Torra.

Tampoco a la CUP, que lo ha enfilado desde hace tiempo. Ni a Esquerra Republicana, que multiplica los gestos de diferenciación de esa peste. No al PDeCAT en tanto que partido, ni a sus diversos avatares recién nacidos a la vida política o a punto de nacer. No a los empresarios que reclamaban en vano hace pocos días su presencia en el acto de la reivindicación, económicamente crucial, del corredor mediterráneo. No, finalmente, a los CDR, que exigen su dimisión y la del conseller de Interior.

Quizá la dimisión en pleno del Govern y la convocatoria de elecciones no sea una idea tan mala, en un momento en el que el prestigio de las instituciones del país, desbaratado y por los suelos, no puede ya caer más bajo.

¡Torra dimissió!