sábado. 27.04.2024

Sobre la marca y el prestigio de España

6 millones doscientos mil parados. Esta es la cifra que paraliza a nuestra sociedad y trunca cualquier proyecto vital. Esta es la seña de identidad de nuestro país: búsqueda de empleo sin resultados, despidos, cierres de empresas, destrucción de hogares, desahucios…

6 millones doscientos mil parados. Esta es la cifra que paraliza a nuestra sociedad y trunca cualquier proyecto vital. Esta es la seña de identidad de nuestro país: búsqueda de empleo sin resultados, despidos, cierres de empresas, destrucción de hogares, desahucios…  Podríamos decir  que es la característica principal del momento económico que atravesamos. No afirmaremos desde luego, que esto supone en modo alguno la marca España, por más que sea la principal preocupación que tiene el país en estos momentos.

Este gobierno se ha empeñado en hablar de marca referida a un país, como si un país fuera una mercancía que está en venta. Este tipo de conceptos, referidos en abstracto a algo que no es una mercancía y que tiene muchas propiedades, tiene el riesgo de volverse en contra de quién lo produce. La crisis que está plenamente instalada en todas las instituciones y que con tanto rigor están sufriendo a los ciudadanos, impide en ocasiones a los poderes públicos, poder hacer valer a nuestro país en el exterior.  El Gobierno recientemente habló del hecho de que la posible imputación de la Infanta dañaría a la marca.

¿Qué quiere decir y qué tienen en cuenta los poderes públicos cuando hablan de  marca España? García Margallo, ministro de exteriores, destaca las potencialidades que tiene nuestro país, generalmente empresas, que generan riqueza y actividad económica. El Gobierno habla del aumento de la exportación, de su internacionalización, de todo aquello que pueda generar algún tipo de actividad económica. Todo esto, por supuesto es útil, pero es importante saber que la valía de un país no solo se pondera a través de las relaciones económicas del beneficio. Hay que tener en cuenta que España como país y como Estado, genera una serie de derechos y un determinado modo de vida además de un tipo de sociedad. Y todo ello, son en sí mismas características que definen a la nación y que generan no solo actividad económica, sino algo que es previo a todo esto: relaciones, vínculos, contacto, ascendente, autoridad con respecto a otras sociedades y otros países. La  idea de marca  olvida o no tiene en cuenta todo aquello que no genera riqueza de modo inmediato pero que supone una potencialidad económica o un bien para el país. Por ejemplo, estoy seguro de que de los parados muchos de ellos han sido brillantes estudiantes y que, mientras han podido, han desarrollado sus trabajos de manera óptima. Y solo por el hecho de tener una formación cualificada, pueden optar a otros empleos o buscar nuevas oportunidades que añadan valor. La cualificación de los trabajadores, su brillante formación, es una seña de identidad de España y sobre cómo aprovecharlos es algo sobre lo que debería trabajar el Gobierno. De igual modo, habla del prestigio, que es un término más adecuado  que marca porque no remite estrictamente a  una transacción económica y remite a cuestiones inmateriales como la influencia o las sinergias que crea España, del progreso humano, aspectos como  sus servicios públicos, es decir, de todo aquello que la sociedad y los políticos han logrado construir a lo largo de todos estos años de democracia: un sistema sanitario universal, público y gratuito, una educación obligatoria hasta los 16 años, una universidad que forma y capacita a millones de ciudadanos y que genera una sociedad altamente cualificada y culta.

En mi opinión el prestigio de España nos remite al trabajo de toda la sociedad, nos informa de sus relaciones,  sus lazos cooperativos y no estrictamente de la realización de negocios. Así  España es un país prestigioso en su lengua y cultura, donde el Instituto Cervantes crea vínculos con multitud de países e idiomas. El prestigio nos habla de  su sociedad como conjunto dotada de identidad, de valores, de ideas, de costumbres, de modo de vida que pueden generar progreso económico. El prestigio de España es también su modelo de convivencia basada en la Constitución de 1978, en su sistema de Bienestar, en su protección social, en todo aquello que nos caracteriza como sociedad y nos hace mejorar como personas. Prestigio también son momento de crisis,  los movimientos sociales organizados que plantean reivindicaciones y protestan. La protesta, por supuesto no vende absolutamente nada incluso puede lastrar la actividad económica, pero nos informa de una sociedad inconformista que quiere autodeterminarse y mejorar.  Incluso los parados  que se ven obligados a abandonar el país y salen fuera, también son prestigio para España. Por supuesto no serían marca, porque es mano de obra, capital humano que abandona el país, pero sin embargo, se convierten en los primeros transmisores de la forma de vida de lo español. Se convierten en sus primeros embajadores.

Pensar en el prestigio de España como sociedad y no estrictamente en la marca, es una buena manera de encontrar una salida a la crisis económica. Los ciudadanos, cada uno de ellos, parado, asalariado, emprendedor, pensionista, estudiante, etc, debe concentrarse en sus propias potencialidades como ser humano, en buscar todos aquellos espacios de confianza que puede poner al servicio de la sociedad.  No solo para generar actividad económica basada en el beneficio, sino relaciones cooperativas  que consisten como explicó José Luis Sampedro, en poner la economía, cada uno según sus posibilidades, al servicio del ser humano. También teniendo en cuenta las dimensiones humanas, se puede crecer. Intentémoslo.

Sobre la marca y el prestigio de España