viernes. 26.04.2024

Elecciones andaluzas, la paradoja del PSOE

susana

Los argumentos sobre los que se orquestó el golpe de mano al poder orgánico son los que hoy siguen siendo el devocionario castizo del 'susanato'

Ha comenzado la campaña electoral andaluza con la favorita, Susana Díaz, constituida en una paradoja de hemiplejía política, con el logo del PSOE de banderolas, pastiches y aparataje mercadotécnico escondido y encriptado para quedar ella sola como icono nominal  de “+ Andalucía” como indica el tenor literal de eslogan del Partido Socialista en estos comicios. Díaz es más Andalucía aunque está en la tesitura de aspirar a la renovación de su mandato  presidencial porque perdió con sonoro estrépito las primarias luego de largo rato concentrando su actividad política en preparar el asalto a Ferraz. Y luego Andalucía como resistencia. Pero no todas las formas de resistir tienen la misma contextura moral o política. Susana Díaz se pasó más de dos años del actual mandato pensando en Madrid y en su entronización nacional hasta que su rotundo fracaso en las primarias, después de haber dado el coup de force más burdo y oneroso que pudiera imaginarse, la obligó a mirar a Andalucía, que en el cálculo de Susana Díaz a la manera del Shylock shakesperiano, fue un trampolín para cortar la magra del poder en el rompeolas de todas las Españas, y ahora es el búnker de su descalabro político.

Todo ello ha contribuido en una inédita paradoja en la teoría y la praxis de la política nacional, por esa excepción de estar en un tiempo con argumentos y actos destinados a pasar, es decir, en el ámbito de la extemporaneidad. Porque aquellos argumentos sobre los que se orquestó el golpe de mano al poder orgánico y contra los que se pronunció mayoritariamente y de forma espontánea militantes y simpatizantes son los que hoy siguen siendo el devocionario castizo del susanato. Y en este contexto se sustancia la definitiva paradoja: la victoria electoral del PSOE de Andalucía, puede suponer una derrota del proyecto político del Gobierno y del PSOE federal a manos del peronismo sureño encarnado por Susana Díaz, por cuanto la presidenta de la Junta ha impedido cualquier tipo de cohabitación estratégica junto al mantenimiento de las tesis y ambiciones personales que la llevaron al frustrado asalto al poder total de la organización socialista.

Esta patológica posición, encabezada por la perdedora de las primarias, parece compartir los argumentarios más rancios de la derecha construyendo un escenario muy parecido al que simbólicamente se describe en “Marcos negros” de Pierre Lemaitre: cuando el leñador aparece en el bosque con un hacha en su hombro, los árboles saben que el mango es uno de ellos. Son epifenómenos de lo que no dejan de ser excrecencias de una actividad pública donde la política se ha trivializado y vulgarizado hasta convertirla en su fantasmagoría más elemental: un modo de vida. Es lo que representan las redes clientelares y las formas de neocaciquismo estructural. En el caso de Díaz, hay una reconstrucción no ideológica de la política la cual queda reducida a un espacio de poder con el grado de simplificación y frivolidad suficiente para generar un populismo muy primitivo, mantenedor de una red clientelar acrítica a cambio de empleos, cargos, canonjías e influencias, heredera, como baldón histórico, del viejo caciquismo canovista. Esta concepción de los ámbitos políticos, de poder y liderazgo sólo pueden estar cómodos en un contexto de populismo derechista. No hay que olvidar que el asalto a Ferraz tuvo al final como objetivo bloquear al candidato propio para su acceso al Gobierno, facilitar la continuidad de Rajoy en la Moncloa sin importar la quiebra y el colapso del Partido Socialista.

Elecciones andaluzas, la paradoja del PSOE